Cómics, mangas y videojuegos: FAC-Muñecón
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En cada verano californiano se encuentran todos los superhéroes y villanos –incluso personajes segundones– del mundo. La Convención Internacional de Cómics de San Diego, más conocida como la Comic-Con, los obliga a descansar de sus rutinas apocalípticas y disfrutar de una bebida refrescante, del sol y de la interdisciplinariedad, junto a sus colegas nacidos de historietas o guiones de televisión por cable.
Eso parecería si no fuera porque… ¡sorpresa!… debajo de esos trajes estrafalarios solo habitan fans de los cómics, quienes se llevan disfrazando en esa ciudad desde 1970, cuando ocurrió la primera edición de este evento.
Casi 50 años han tenido que transcurrir para que en 2018 las cifras ronden los 200 mil asistentes, los 20 millones de dólares en ingresos y los dos millones de seguidores en Facebook (antes del “invento” de Zuckerberg, la fanaticada se hacía notar de manera epistolar)
Sin embargo, la Comic-Con es apenas la cuarta convención más grande de su tipo en el mundo: por debajo de la Lucca Comics and Games en Italia, el Festival Internacional de la Historieta de Angulema en Francia y la Comitek en Japón.
En Cuba, los superhéroes prefieren el invierno para reunirse. Con más grados Celsius que el clima veraniego de California, el pasado fin de semana, del 16 al 18 de noviembre, se celebró en Fábrica de Arte la segunda convención cubana de historietas, Muñecón, organizada por el proyecto Pulpcomicva.

Las diferencias entre ambas convenciones son inimaginables. Presupuesto, duración, extensión… y la asistencia no parece rebasar las 200 personas. Pero no se puede olvidar el humilde despertar de la Comic-Con, con cantidades similares de visitantes a las de su versión caribeña. Ni el ojo del Odín de la Marvel, el cual ve casi todo, podría augurar el destino que le depara a Muñecón.
Los jóvenes pasan de largo por la nave uno, donde se prepara el escenario para los conferencistas, y se apresuran para acaparar un rincón en la nave cuatro, el lugar del espectáculo, la música y el baile. Algunos por momentos se desubican, tal vez por no estar acostumbrados a caminar dentro de Fábrica a plena luz de la tarde.
Los organizadores del evento deambulan por todos lados. Dos de ellos, Alejandro Rojas Medina e Iván Llanes Oliveros, cabecillas de Pulpcomicva, se distraen de su faena para explicar, a grandes rasgos, de qué va todo esto.

“Muchos aquí son jóvenes y adolescentes que se quedaron atrapados con la ola de cultura asiática, el manga y anime. Descubrieron en ‘pulpcomic’ un rostro afín y de ahí se fueron ramificando hacia otras tendencias y estilos de la historieta”, engola la voz Iván, mientras acomoda el sombrero en su cabeza.
Pulpcomicva promueve la creación de nuevas historietas en Cuba, y divulga los contenidos nacionales y extranjeros de esta expresión artística.
Muñecón representa un punto de convergencia para los amantes de estos temas y para las diversas organizaciones dedicadas, de una u otra forma, a suscitarlos. “Es donde se reúne toda la cultura pop y friki de Cuba”, expresa frente a un micrófono la portavoz de Art-Core, un proyecto que intenta popularizar todos los tipos de artes coreanas.
Por un lado las muchachas, los varones por el otro, todos juntos se colocan antifaces en la boca y empiezan a moverse al unísono, en clara coreografía. No obstante, es un ensayo; todavía no llega la hora en que actúen los mejores bailadores en Cuba de K-pop, un género musical de Corea del Sur que tiene enorme influencia de ritmos occidentales como la música electrónica, el hip hop, rap y rock, entre otros.
La gente se aglomera frente a la entrada de la nave cuatro. Los custodios ordenan a la muchedumbre segmentándola y dejándola pasar de poco a poco. “No se puede gritar”, advierten. “Trashear no es gritar” sonríe un visitante. “¡Qué maldad!”, “¡Pura maldad!”, se saludan dos amigos, un civil frente a un jedi de StarWar, inmerso por desgracia en el “lado oscuro”.
Maykol García Núñez es uno de los cinco idols que componen la banda 7DA (con pronunciación en inglés), de baile K-pop. Él usa gorra pero sus amigos lucen sus cabellos azules, verdes y amarillos, al mejor estilo sur-coreano.
En febrero del 2019 se cumplirá un año desde el debut de 7DA, aunque la banda lleva asociada mucho más tiempo al proyecto Art-Core.
Maykol aspira a ganar junto a sus compañeros el K-pop World Festival, la cumbre de las competiciones de baile para este género. No es imposible; ya un grupo cubano triunfó este año en el nivel regional y fue a disputar el premio mundial en Changwon, en la mismísima Corea del Sur. Limitless, se llama la banda.
Acaban las presentaciones y el público grita desaforado ante la aparición en el proscenio de cinco muchachas. Sin límite, como indica el nombre de su agrupación, rompieron con el mejor K-pop posible.
Si en la nave cuatro predomina el tempo acelerado de la música popular del lejano oriente, en la uno rige el compás del conferencista que, a capela, se deja acompañar por el cuchicheo de sus oyentes. En estos dos sitios se concentran las actividades de la Muñecón.
En camino de un local al otro, dejas al proyecto Dialfa hablando sobre la discriminación de la cultura friki por ser extranjerizante hasta interpretar las bellas rimas de una cantante coreana.
A Maykol y a 7DA le tocan bailar ahora. Las adolescentes se pegan al escenario. Una anciana que parece conocer a la banda también lo hace. “Ellos son muy buenos”, le asegura a su nieta, “el que está medio perdido es el de la gorra”. Los chicos bailan y el público aplaude y grita. Vítores que llegan hasta Maykol, quien ríe agitado.
“Alguna vez a ustedes les ha pasado esto de que… ¿si yo no hubiera dejado perdido la cartera?, o si no hubiera subido esa escalera… o si… qué hubiera pasado si… y en esto se basa la ucronía, o el retrofuturismo, o el steampunk…”, comienza la presentación de Yoel Salazar en la nave uno, de parte del proyecto Echando Humo, sobre el subgénero literario steampunk, una de las ramas de la ciencia ficción especulativa, donde su universo tiene la característica de que la tecnología de vapor continúa siendo la predominante –a pesar de ser futurista– y las modas y personajes imitan a los de la época victoriana en Inglaterra.

Mientras, desfilan los cosplays. Con vestimentas de Hinata (de la serie anime Naruto), del protagonista del videojuego Skyrim, o de Silvana, un avatar de World of Warcraft, se llega a una competición donde las palmadas deciden al ganador.

Lisandra Rodríguez Batista (Silvana), la vencedora, ofrece declaraciones a la prensa: “Mi personaje es muy polémico. En un principio fue buena, después la manipularon y se volvió mala. Ahora es lo peor de lo peor que hay en el mundo. Pero me gusta su historia, tiene una historia muy bonita”.
Esta convención continúa, todavía faltan talleres de dibujo, prácticas de baile, coloquios de historietistas y escritores cubanos, más cosplays…
Sin duda alguna, la “cultura friki” está creciendo en Cuba. Ni Melisandre, de Game of Thrones, sabrá si en el futuro estos encuentros de 200 personas crecerán hasta las medidas de la Comic-Con. Entonces; si eso sucediera, tal vez alguien se pregunte: ¿Qué hubiera ocurrido si…?
Comentarios
Dariel Prada: o usted está
Estimado lector: Le
En Camagüey hace 10 años se
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