El 4 de febrero del 2000 salió a la venta un videojuego de simulación de vida. Derivado del SimCity y distribuido por Maxis y Electronic Arts, esta última no le tenía mucha fe. Hoy que celebramos otro aniversario de Los Sims, podemos afirmar que se trata de un juego imprescindible tras un cuarto de siglo en la preferencia de los gamers.
El creador, Will Wright, perdió su casa durante la “tormenta de fuego” en Oakland, Estados Unidos (1991). La búsqueda de un nuevo hogar y hacerlo habitable influyó en su concepción del videojuego, al igual que el libro de diseño urbano “El Lenguaje de Patrones”, de Christopher Alexander, Sara Ishikawa y Murray Silverstein.
El videojuego originalmente se orientó hacia el diseño de casas por parte de los jugadores, pero cada vez más se interesó en el comportamiento humano. Terminó en un sandbox interminable que era una simulación de la realidad: controlando todos los aspectos de la vida de un sim y su familia.
Se mostró por primera vez en 1999, durante el E3. La demostración incluía una boda dentro del juego. Aunque EA no puso mucho esfuerzo en la promoción, captó la atención debido a que en las imágenes dos invitadas a la fiesta conversaban y terminaban besándose.
El primer título contenía poco más de 150 objetos para la creación de hogares. Tenía algunas limitaciones: los sims solo crecían de bebés a niños, no existían los fines de semana y no se podía morir por vejez, solo por accidentes. Fue el más vendido para ordenadores hasta 2004, cuando fue superado por Los Sims 2.
El nuevo juego presentó catorce ubicaciones, más de 400 edificios y opciones de diseño, 350 objetos nuevos y diez mil opciones de moda disponibles. En 2006, permitió a las personas crear una mascota por primera vez. La visualidad pasó a ser en 3D, se introdujo el sistema de crecimiento por las fases de la vida, y el ADN virtual, mejorando la herencia genética entre los personajes y añadiendo realismo al juego.
Con Los Sims 3, mejoró el sistema de creación de familias. La herramienta fue rediseñada para ofrecer un mayor nivel de detalle en los rasgos faciales y corporales, y se ampliaron las opciones de vestuario y peinados. Se mantuvo el crecimiento progresivo, y podemos movernos por los barrios sin pantallas de carga, mejorando la percepción de mundo abierto.
El último título hasta la fecha, Los Sims 4, fue el primero en el que el creador de la serie no participó. Desarrollado por el mismo equipo, tuvieron que prescindir del mundo abierto en aras de una jugabilidad más dinámica. Volvieron las pantallas de carga pero en cambio mejoraron los detalles de cada escenario.
La versión sigue recibiendo nuevo contenido. Este año ha recibido cuatro nuevas expansiones, algunas en colaboración con creadores de contenido. Además, muestra de su vínculo con la comunidad, la productora ha lanzado una colección por el 25 aniversario de Los Sims que incluye las dos primeras versiones del juego, con todas sus expansiones.
Pensábamos que para el aniversario de Los Sims llegaría la noticia de una nueva entrega del videojuego, pero la cuarta todavía tiene mucho recorrido. Electronic Arts no dejó pasar la celebración, pero una quinta parte del simulador de vida puede estar en sus planes.
Más que un videojuego
Por Sheryl Márquez Vega
Recuerdo la primera vez que jugué a Los Sims. Era un día cualquiera, en el año 2009, cuando la curiosidad me llevó a descubrir un mundo que cambiaría mi infancia para siempre. Tenía apenas seis o siete años cuando vi a mi prima jugar a Los Sims 2. Ella había comenzado su aventura con el primer videojuego, y con la segunda entrega de la saga me invitó a unirme al universo de las vidas virtuales.
Juntas podíamos pasar horas creando un sim. La emoción de elegir cada prenda, cada rasgo, era indescriptible. Nos sumergimos en un proceso que, aunque ajeno a mi corta edad, me permitía soñar con una vida que aún me quedaba lejana. Los Sims ofrecían un lienzo en blanco donde cada decisión contaba, donde cada elección era un paso hacia una vida imaginaria llena de posibilidades.
Pronto llegó la esperada entrega, Los Sims 3. Para mí, esta versión se convirtió en la favorita. La libertad que ofrecía era increíble. Recuerdo la primera vez que lo tuve en mis manos; la emoción de jugar junto a mis mejores amigas, Lily y Lisa, era palpable. Juntas creábamos avatares que, a veces, se parecían a nosotras, y otras veces eran pura fantasía. Elegíamos parejas, formábamos amistades con los vecinos, y cada partida se convertía en una historia única.
Tuve la suerte de contar con todas las expansiones, lo que multiplicó de forma exponencial las oportunidades de aventura. Podía viajar a lugares tan lejanos como Francia, China y Egipto, explorando culturas y paisajes que, en la realidad, parecían inalcanzables. Tenía la posibilidad de ser famosa, tener mascotas o incluso convertirme en bruja y crear pociones. Recuerdo especialmente la emoción de ver la nieve en el juego, un fenómeno que en Cuba jamás experimentaría. Y por supuesto, la idea de viajar al futuro me llenaba de asombro.
En Los Sims, con trabajo duro o pequeñas trampas -porque todos los que hemos jugado sabemos que la contraseña motherlode es un secreto a voces-, las posibilidades eran infinitas. Podía construir mansiones, tener carreras exitosas (como periodista muchas veces) o simplemente disfrutar de la vida cotidiana de mis sims. Cada partida era una nueva oportunidad para crear lo inimaginable, un refugio donde la realidad se desvanecía y solo quedaba la magia de la simulación.
Hoy, al recordar esos momentos me doy cuenta que Los Sims no solo fue un juego; fue una puerta a la creatividad, a la amistad y a la exploración de un mundo sin límites. A través de ellos, aprendí a soñar, a imaginar y a construir historias que, aunque virtuales, se sintieron profundamente reales. En cada sim que creé, en cada hogar que construí, dejé una parte de mi infancia, un legado de sueños que perduran en el tiempo.