Imagen generada en Microsoft Copilot
“Mens sana in corpore sano” es una frase del poeta romano Décimo Junio Juvenal escrita en una de sus “sátiras”, las cuales eran una especie de crítica social o artículo de opinión en verso. Su significado representa una filosofía de vida integral que postula la estrecha conexión e interdependencia entre el bienestar físico y mental.
Recientemente se ha incrementado la evidencia de cómo en la regulación de los procesos neurológicos pueden intervenir otras partes del cuerpo además de las que componen el Sistema Nervioso Central (SNC). Metafóricamente, se postula la existencia de un segundo cerebro, capaz de modular las emociones, estados de ánimo e incluso influir en la aparición de enfermedades mentales.
El intestino, guardián de nuestro bienestar físico y mental
El intestino actúa como un “segundo cerebro” debido a la presencia del sistema nervioso entérico (SNE), una red neuronal compleja localizada en las paredes del tracto gastrointestinal con más de cien millones de neuronas.
Este sistema tiene la capacidad autónoma de regular funciones digestivas críticas, como el movimiento de los alimentos, la secreción de jugos digestivos y la absorción de nutrientes, además de enviar señales directas a la corteza cerebral ubicada en la cabeza, mediante el nervio vago y otros canales neuroquímicos.
Una de las características más destacadas del segundo cerebro es su capacidad para producir neurotransmisores clave. Por ejemplo, aproximadamente el 90-95% de la serotonina, neurotransmisor vinculado a la regulación del estado de ánimo, la felicidad y la ansiedad, se produce en el intestino. También se producen otros mensajeros químicos como la dopamina, la cual se ha asociado a la motivación y al placer. Esta producción hace que la salud intestinal esté estrechamente vinculada con la salud emocional, explicando la relación entre trastornos digestivos y condiciones como la ansiedad y la depresión.
Estudios han evidenciado que las personas con trastornos emocionales presentan alteraciones en la sincronización entre la actividad cerebral y las ondas eléctricas del intestino, correlacionándose con mayores niveles de ansiedad, depresión y estrés. Además, la microbiota intestinal, que es el conjunto de microorganismos que habita en el intestino, juega un papel decisivo en esta comunicación.
La estabilidad mental está ligada a la integridad de nuestra microbiota intestinal
La microbiota, junto al cerebro y al intestino, conforma el eje cerebro-intestino-microbiota, un complejo sistema de comunicación bidireccional entre el sistema nervioso central y el aparato digestivo. Este eje integra señales nerviosas, inmunológicas, hormonales y metabólicas. La composición y equilibrio de la microbiota es esencial para mantener la permeabilidad intestinal y regular la liberación de neurotransmisores y citoquinas, lo que influye en el estado neuroinmunológico y neuroinflamatorio.

Cuando la microbiota se altera, estado conocido como disbiosis, debido a factores como el estrés crónico, la mala alimentación, el uso indiscriminado de antibióticos o trastornos del sueño, se genera un aumento de la permeabilidad intestinal que permite el paso de toxinas y citoquinas proinflamatorias al torrente sanguíneo, estimulando respuestas inflamatorias sistémicas y activación del eje hipotalámico-hipofisiario-adrenal, lo que puede favorecer la aparición de trastornos como la depresión, ansiedad, e incluso Parkinson y Alzheimer.
Además, la disbiosis afecta la función del SNE, pudiendo agravar los trastornos funcionales digestivos, como el síndrome de intestino irritable. Esto constituye una vía potencial por la que la microbiota influye en la función cerebral y puede contribuir al desarrollo o agravamiento de trastornos mentales como la depresión y la ansiedad.
Por todas estas razones, el cuidado del eje cerebro-intestino-microbiota es clave para mantener buenos indicadores de salud. Esto incluye:
- – Llevar una dieta balanceada y rica en frutas, verduras y fibra
- – Beber abundante agua
- – Evitar el exceso de café, alcohol y bebidas carbonatadas
- – Mantener una actividad física regular
- – Evitar el estrés sostenido
Además, actualmente se investigan y utilizan estrategias para modificar la microbiota intestinal y mejorar la salud digestiva y mental, como los prebióticos (alimentos que nutren las bacterias beneficiosas) y probióticos (microorganismos vivos que aportan beneficios).
Los probióticos, en particular, han mostrado beneficios en el tratamiento del síndrome del intestino irritable, la depresión, la ansiedad, el Parkinson y el Alzheimer, aunque los resultados varían según las cepas y las condiciones específicas.
En el caso del síndrome del intestino irritable, por ejemplo, se han usado con éxito especies como Bifidobacterium infantis para reducir los síntomas como el dolor abdominal y la distensión. Además, los probióticos pueden actuar sobre el sistema nervioso central a través de múltiples vías, modulando neurotransmisores como la serotonina y el GABA, y promoviendo efectos antiinflamatorios y neuroprotectoras.
Lo abordado demuestra que el sistema digestivo no solo cumple funciones digestivas sino que también regula emociones y estados mentales a través de su compleja red neuronal y su estrecho vínculo con el cerebro. Esta interrelación física y bioquímica redefine nuestra comprensión de la salud, poniendo de manifiesto que los trastornos considerados únicamente mentales tienen un inevitable componente fisiológico y metabólico. Por ello, abordar la salud intestinal y el equilibrio de la microbiota resulta fundamental para promover no solo el bienestar físico sino también la estabilidad emocional y mental.
Este conocimiento abre nuevas perspectivas terapéuticas integrales que combinan nutrición, psicología y medicina para tratar y prevenir enfermedades tanto mentales como digestivas, resaltando la importancia de un enfoque holístico que atienda el cuerpo y la mente en su totalidad.
Así, cuidar el segundo cerebro es cuidar la salud integral: mantener el intestino en equilibrio es clave para una mente sana, un estado de ánimo positivo y una mejor calidad de vida general. La ciencia actual nos invita a prestar atención a esta conexión íntima entre intestino y cerebro para favorecer una vida más plena y saludable.
Referencias Bibliográficas
Carabotti, M., Scirocco, A., Maselli, M. A., & Severi, C. (2015). The gut-brain axis: interactions between enteric microbiota, central and enteric nervous systems. Annals of gastroenterology, 28(2), 203–209.
Kim, N., Yun, M., Oh, Y. J., & Choi, H. J. (2018). Mind-altering with the gut: Modulation of the gut-brain axis with probiotics. Journal of microbiology (Seoul, Korea), 56(3), 172–182. https://doi.org/10.1007/s12275-018-8032-4 Loh, J. S., Mak, W. Q., Tan, L. K. S., Ng, C. X., Chan, H. H., Yeow, S. H., Foo, J. B., Ong, Y. S., How, C. W., & Khaw, K. Y. (2024). Microbiota–gut–brain axis and its therapeutic applications in neurodegenerative diseases. Signal Transduction and Targeted Therapy, 9(1), 37. https://doi.org/10.1038/s41392-024-01743-1
