Foto: tomada de https://illakunturtravel.com/
Verde, verde profundo, marrón borroso, senderos de agua, trillos marcados por las patas de un jaguar. Los bosques demandan en esta cumbre del clima. Siempre han sido protagonistas de la historia de este planeta, de su supervivencia, pero a veces se les ha visto como testigos silenciosos, belleza para postales turísticas; en estos días, en Belém, todos hablan de ellos.
El modo en que prosperó la idea del presidente Luis Inácio Lula da Silva de crear el Fondo Bosques Tropicales para Siempre (TFFF) ha sido la primera buena noticia de esta trigésima Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático: un total de 53 naciones, de ellas 34 con bosques tropicales, que suman el 90 por ciento de los bosques tropicales de lor países en desarrollo, ratificaron la Declaración de Lanzamiento.
A la par, se anunciaron más de 5500 millones de dólares para alimentar el Fondo, de los 125 mil millones previstos a mediano plazo. Estos se acumularán de las contribuciones de unos 25 mil millones en capital soberano de países patrocinadores y de otros cien mil millones de inversionistas institucionales.

Esta iniciativa busca contribuir a detener la deforestación mediante mecanismos de financiamiento predecible, escalable y basado en resultados, con el respaldo de naciones patrocinadoras, empresas y donaciones individuales. De alguna manera se quiere que se constituya un modelo de colaboración global entre inversiones públicas y privadas para impulsar estrategias permanentes de conservación. ¿Será esto posible? Ya veremos.
La idea es no solo salvar los llamados pulmones del planeta, sino dotarles de una perspectiva de justicia climática, pues el Fondo otorga valor a los servicios ecosistémicos que los bosques brindan y remunera su mantenimiento.
Su propósito es también respaldar la soberanía de los pueblos que los habitan, ya que debe destinar “al menos el 20 por ciento de los recursos a los pueblos indígenas y a las comunidades locales” y está previsto que tenga un sistema de gobernanza paritario entre los países forestales y los inversionistas.
Según el sitio oficial de la COP 30, “Noruega se comprometió a aportar 3 mil millones de dólares durante los próximos diez años, sujetos a criterios específicos; Francia indicó que podría invertir hasta 577 millones hasta 2030, según determinadas circunstancias; y Brasil e Indonesia reafirmaron sus compromisos de mil millones cada uno. Portugal anunció una aportación de 1 millón. Alemania ratificó en su totalidad el TFFF e informó que su compromiso financiero se discutiría entre el presidente Lula y el canciller Friedrich Merz”.
Como elementos novedosos, según las informaciones publicadas, “los pagos a los países se basarán en datos de teledetección por satélite que monitorean anualmente la cobertura forestal de forma transparente y con un bajo costo”.
Igualmente “la asignación de activos excluirá las inversiones que tengan un impacto ambiental significativo, como las que causan deforestación y emisiones de gases de efecto invernadero”.
No obstante, existen dudas alrededor de este recién nacido. Algunos consideran que la prima que recibirán los países que conserven sus bosques tropicales (cuatro dólares por hectárea al año) es baja, aunque también es cierto que habrá que pagar una multa de 140 dólares por cada hectárea destruida.
Además, subyacen temores -nada infundados- de que el TFFF pueda estar a merced de los vaivenes electorales y cambios de gobierno, incluso del propio Brasil.
Organizaciones indígenas y ecologistas han celebrado el lanzamiento del Fondo, pero insistieron en la necesidad de que ese 20 por ciento que irá directo a las comunidades no se pierda en los entresijos de las burocracias o se convierta “instrumento de disputa política”, como declaró el secretario ejecutivo de la Alianza Global de Comunidades Territoriales (GATC), Juan Carlos Jintiach.
Hace unos diez millones de años, el levantamiento de la cordillera de los Andes hizo que los ríos amazónicos que fluían hacia el Océano Pacífico cambiaran su rumbo, las aguas se acumularan y comenzaran hacerlo hacia el este. Así se formó esa gran cuenca llamada Amazonas.
Esos bosques, “revoltijo de carne con madera” y sustancia vegetal, no piden limosna sino justicia. El Fondo de Bosques Tropicales para Siempre constituye una promesa colectiva para que ello ocurra.






