Fotos: cortesía del Centro Martin Luther King
Corrieron por las calles del centro histórico de Belém: pescadores, campesinos, indígenas, activistas… Más de 200 personas de 45 países. Llegaron con sus banderas, sus carteles coloridos, vibrantes, diversos: por la Amazonía, por el derecho a la tierra, por la paz. Y hubo performance, teatro callejero, bailes de muchas partes, puños al aire y voces, las voces de la resistencia.
Venían a la cumbre del clima a ser parte de uno de sus espacios paralelos, el IV Encuentro Internacional de Comunidades Afectadas por Represas y la Crisis Climática, pero no solo a hablar contra ellas y su impacto, sino a denunciar cómo el agua, un derecho esencial, se ha convertido en mercancía detrás de muros de concreto sobre ríos, vidas y territorios.
Entre ellos, la socióloga santiaguera y educadora popular Marilín Peña Pérez, del Centro Martin Luther King, una de las integrantes de la delegación cubana al IV Encuentro, formada por el Movimiento CMLKRedes, MUBFRE y CubaSolar, que arribaron a Brasil representado al Capítulo MAR-Cuba.

Con ella conversé, vía digital, sobre cómo se entrelazan los impactos de las grandes represas con la vulnerabilidad climática de las comunidades rurales y originarias, y qué horizontes se para una energía verdaderamente democrática y comunitaria.
“Por la experiencia de articulación que tenemos con el Movimiento de Afectados por Represas (MAR), que no solo está en América Latina, sino también en Europa, África y en el continente asiático, realmente hay una vulnerabilidad muy grande en la construcción de represas, porque fundamentalmente están en manos de monopolios, de empresas privadas, que no tienen en su esencia el ser humano como el centro de la vida, sino la privatización del agua para el lucro, para producir energía que muchas veces no es para beneficio de esas comunidades ni les traen ningún desarrollo endógeno, sino que las fragmentan.
“Cuando esos proyectos llegan con su dinero y sus financiamientos, ofrecen empleos que son subvalorados, mal pagados y que muchas veces lo que generan son más daños que beneficios. Esas represas, en ocasiones, son construidas técnicamente sin tener en cuenta todos los requerimientos y terminan siendo para las comunidades una amenaza permanente a la vida, porque cuando una represa arrasa, las personas pierden toda su vida, todos sus cultivos, sus viviendas.
“Hay ejemplos muy claros, aquí mismo en Brasil, que es un país que tiene grandes represas, de pérdidas de vida de muchas personas, y no ha habido reparación de daño, ni indemnización de daño a esos afectados. Asimismo pasa en Colombia, pasa en México. Entonces la situación realmente no es la lucha contra la represa; en muchos casos es contra la privatización del agua, que es un derecho de las personas, que debería ser universal para todas las poblaciones y las comunidades.
“Y, por otra parte, es la lucha por lo que la represa genera en daños posibles y no en el propio desarrollo de las comunidades. Pensadas desde otra lógica pudieran tener beneficios para las comunidades, pero no es el caso. Aquí en Brasil, muchas represas, por ejemplo, producen energía, que sale de Brasil, que se vende y exporta, y esas comunidades no están beneficiadas”.
—¿Qué lecciones ha aprendido Cuba de su propia experiencia en gestión del agua y resiliencia frente a eventos climáticos extremos que puedan compartirse con comunidades afectadas por represas en otros países del Sur Global?
—Cuba tiene un sistema de prevención de riego y vulnerabilidades estudiado que ha evitado la muerte de cientos de personas ante eventos naturales y desastres. Es la experiencia que siempre compartimos y que todas estas organizaciones están queriendo conocer, interesadas en profundizar cómo el país logra que con huracanes como Melisa no haya habido un fallecido.
“Desde mi punto de vista, tiene que ver con todo el sistema de prevención, toda la incorporación de la ciencia, de la sabiduría popular, de la gente que ayuda desde muchos campos, de la interseccionalidad que hay en todo el trabajo de prevención. Y es algo por lo que las personas del MAR cada dos años visitan Cuba; para in situ conocer de la experiencia del país, no solo en la cuestión de la prevención de desastres, sino también en todo lo que hizo en la revolución energética, en todo lo que hizo para garantizar la energía y el agua como un derecho para todos, sin fines de lucro, no como una mercancía”.
—En un momento en que se discute sobre “transición energética justa”, ¿qué alternativas se presentan desde Cuba por los participantes en el IV Encuentro Internacional de Comunidades Afectadas por Represas y la Crisis Climática?
—Nosotros creemos que Cuba un proyecto social que en primer lugar garantizó la energía para toda la población o para gran parte de la población, porque falta un por ciento de población cubana todavía por tener acceso a la energía. Ahora estamos en ese tránsito hacia las energías renovables, en un momento de transición energética para eliminar los combustibles fósiles, que es también un objetivo de desarrollo de cara al 2030. Al respecto, desde el movimiento creemos que en el país debe generarse una discusión más participativa y amplia, que incluya a la ciudadanía, sobre esa política de transición energética que se está pensando.
“Creemos que tenemos que aprender muchísimo de experiencias que están trabajando el tema de las energías comunitarias, que implica a las comunidades en la producción de sus propias energías. Tiene que ver con la propuesta de CubaSolar y otras instituciones cubanas que hablan de la descentralización de la cuestión energética hacia lo local”.
En esta interacción que ha ocurrido en Belem, el Capítulo MAR-Cuba está aprendiendo otras lecturas de los procesos de transición energética. Para Marilín en el país hay muchos expertos trabajando, pero la información, el acceso a la información, el acceso de las comunidades donde se están montando, por ejemplo, los parques fotovoltaicos, “no es todo lo amplio ni fructífero que pudiera ser con métodos realmente participativos, realmente dialógicos.
“La historia de la evolución de la energía en Cuba habla de todo lo que ha hecho la Revolución en este campo, que no es menor y que fue un salto de calidad, pero ya es un derecho. Entonces ese derecho hay que defenderlo y hay que cualificarlo en el nuevo contexto”.
—¿Cómo puede el multilateralismo climático, en particular desde foros como este en Belém, fortalecer la voz de los pueblos afectados y asegurar que sus demandas se traduzcan en compromisos reales de financiamiento, reparación y autodeterminación?
—Es muy positivo que en este tipo de evento hayan estado presentes ministros de medio ambiente de varios países, como Venezuela y Colombia, parlamentarios brasileños, ministros de Brasil en varias de las mesas, articulados con su Movimento dos Atingidos por Barragens, que ha organizado este espacio, para intercambiar sobre políticas para enfrentar con reales ayudas financieras la reparación e indemnización por daños ante desastres causados por industrias o empresas extranjeras que han recibido licencias gubernamentales.

“Hoy se habla de políticas públicas para afectados por represas o desastres en países como Colombia, donde existe un protocolo y un cronograma para darle seguimiento y aquí en Brasil, donde hay una política nacional.
“Entonces es muy importante la lucha que han tenido en cada uno de los países para lograr que los gobiernos entiendan la necesidad imperiosa de tomar en cuenta a este grupo de personas ante la crisis climática, ante la realidad de que la situación va a empeorar la situación, porque lo que la genera no se va a eliminar de un golpe: el capitalismo va a seguir devorando y depredando, por tanto los efectos climáticos continuarán incrementándose.
“Ante eso le toca a los pueblos ponerse en pie de lucha para lograr que los gobiernos aprueben esas políticas que ayuden a las personas más afectadas a poder salir de esas grandes situaciones que genera el capitalismo como sistema que no pone en el centro de la vida al ser humano.”
La crisis climática no es solo ambiental, sino profundamente política y social. Detrás de cada represa, de cada decisión energética, hay vidas, derechos y futuros. En foros como el IV Encuentro Internacional de Comunidades Afectadas por Represas, se teje una resistencia global que exige no solo justicia climática, sino social: reparación, participación y autodeterminación. Porque mientras el capitalismo siga colocando el lucro por encima de la vida, será en la organización de los pueblos donde estén las alternativas reales para un mundo más justo, sostenible y humano.
