Aunque le han hecho la pregunta muchas veces —y ella misma se la ha planteado—, la doctora Ana María Cetto Kramis admite que no sabe con certeza qué la condujo al mundo de la ciencia. Lo cierto es que se adentró en él casi sin percatarse, como suele suceder cuando somos niños, guiada por esa innata curiosidad infantil.
De pequeña, a la científica mexicana le apasionaba observar materiales, desmenuzar sus texturas, formas, colores y durezas. “Pero no sabía que eso era Física. Lo supe ya mucho después”, confiesa.
Por fortuna, creció en el entorno idóneo para su afán de conocimientos. “Mis dos padres, europeos de origen, nos introdujeron en la racionalidad, pero al mismo tiempo en el ambiente artístico y humanístico. La mayoría de sus amistades eran artistas, algunos de ellos muy conocidos. Claro, nosotros no sabíamos en esa época que lo eran”.
En su casa había espacio para la creatividad y estímulos hacia el trabajo y el estudio. Algo que ella y sus dos hermanas disfrutaron y aprovecharon muchísimo.
“La mayor comenzó a estudiar Ciencias Políticas y la menor terminó Economía. Eso muestra la libertad que había en casa para escoger”. Relata que también su padre, arquitecto y alemán de nacimiento, inculcó mucha disciplina y orden. “Lo menciono porque son elementos importantes para la formación de la gente joven, que hacen mucha falta hoy en día. Son cosas que hay que recuperar, como para invitar a los padres a que piensen en qué ambiente están creciendo sus hijos”.
A la hora de definir sus estudios universitarios, primero pensó que iba a ser arquitecta, mas su propio padre la desaconsejó. Después su hermana mayor le prestó un catálogo de carreras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y se interesó por la Biología. “Siempre he tenido mucho contacto con la naturaleza, sobre todo con las plantas, más que con los animales.
“Pero el plan de carrera que se ofrecía entonces era poco atractivo, más bien descriptivo y eso para mí no era lo interesante”. También la atraía la Geología como ciencia, pero en la UNAM solo se ofrecía la carrera de ingeniero geólogo, de manera que se decantó por la Física.
Buscando respuestas más allá de los libros
Ya en la UNAM, Ana María Cetto se dio cuenta de que no se conformaba con las explicaciones que le ofrecían en los libros de texto y en las aulas. Tenía muchas preguntas, sobre todo cuando se trataba de Física Cuántica.
“Ahí de plano me parecía que las respuestas que nos estaban dando los maestros no eran del todo coherentes y congruentes con el resto de la Física y que había que estudiar más a fondo qué estaba pasando con la Mecánica Cuántica. Y ese ha sido uno de los conductores de mi investigación”.
Esa ansia por ampliar conocimientos, estela de aquella primigenia curiosidad infantil, fue quizás el motor que la condujo a convertirse en la primera mujer doctorada en Física de México. Sin embargo, después de 50 años de carrera, 25 libros publicados y cerca de 300 artículos científicos con su rúbrica, admite que sigue intentando responder algunas de las mismas preguntas que se hacía al comienzo de su trayectoria profesional.
“Todavía entender es un desafío. Siempre uno quiere ir más a fondo. Ya tenemos identificadas las causas de muchos fenómenos cuánticos que están dando lugar a aplicaciones importantes. Por ejemplo, sobre la estabilidad de la materia, que quisiéramos acabar de describirlo con mayor rigor, más matemáticamente”.
Pero hay otros retos más complejos en sus líneas de trabajo. La aceptación de nuevos descubrimientos por parte de otros expertos, sin ir más lejos, a veces resulta ser una pendiente sumamente empinada y difícil de escalar.
“Cuando hay cierto conocimiento establecido, digamos, la comunidad científica no quiere cuestionarlo y lo da por resuelto”. Según explica, el argumento suele ser: si la Mecánica Cuántica funciona, ¿para qué queremos ir más lejos? ¿por qué tenemos que perder el tiempo? Este razonamiento se extiende con facilidad a los árbitros y revistas especializadas que declinan y no publican artículos relacionados con estos temas.
“¿Por qué? Pues porque no tiene interés comercial, no está de moda. Lo que se quiere es desarrollar aplicaciones y productos, algo que dé más dinero a corto plazo”, asevera de manera crítica la doctora Cetto. Para ella, la solución a este obstáculo es dirigirse a los jóvenes.
“Damos cursos, no dejamos de hacerlo. También acabamos de escribir un nuevo libro de texto de Mecánica Cuántica porque, aunque hay muchos, te enseñan las matemáticas, los formalismos, pero no te dicen los porqués, no te dan las causas. Ya lo entregamos a una editorial de Inglaterra para que tenga una distribución amplia y llegue a otras partes del mundo”.
La investigadora mexicana sigue dispuesta a continuar aportando al conocimiento y la comprensión de los fenómenos cuánticos. “Es una labor, un esfuerzo de largo aliento, pero que vale la pena”, expresa mientras reconoce a muchos otros colegas que le han acompañado en ese camino. Entre ellos, en primer lugar, su esposo, el también científico Luis de la Peña.
“Hemos trabajado muy bien juntos, por muchos años ya, más de 50. Y sigue siendo un placer. No significa que pensemos igual. Pero nos entendemos bien, eso es lo importante. Nos complementamos.
“Él tiene una formación inicial de ingeniero y después se pasó a la Física Teórica. Yo también hice una Maestría en Biofísica, entonces tengo una formación más multidisciplinar por ese lado. Los dos tenemos intereses y compartimos preocupaciones de tipo político-social. Entonces hablamos de muchas cosas, no solamente de física y eso, naturalmente, lo hace más divertido”.
Para ella, un día sin que haya conseguido una nueva meta, por pequeña que sea, o transformado algo, es un día perdido. No busca siempre alcanzar grandes descubrimientos. Su impulso es más cercano, y se acompaña siempre de algo más terrenal, que puede ser tan sencillo como escuchar música cada jornada.
Y es que mientras estudiaba Física, asistía también al conservatorio, donde se formó en clarinete. “Es un instrumento muy celoso, que no le permite a uno que lo abandone”, bromea. Aunque hoy ya no lo toca, los acordes siguen siendo una necesidad cotidiana. “Sobre todo de concierto, clásica, aunque no es la única”.
Junto a la música, otra pasión silenciosa acompaña su rutina: la jardinería. Le gusta porque, al igual que la ciencia o el arte, permite crear, observar procesos, cuidar detalles. En ambas actividades encuentra no solo descanso, sino también la posibilidad de ese cambio diario que considera esencial para dar sentido a su vida.
Conocimiento sin muros: la apuesta global por una ciencia compartida
En 2022, la doctora Cetto fue nominada al Comité Directivo Mundial de Ciencia Abierta de la UNESCO y, en su primera sesión en 2023, fue elegida presidenta. Desde ahí encabeza los esfuerzos globales para garantizar que el conocimiento científico sea accesible, inclusivo y compartido a escala planetaria.
Ante estos méritos, se hace ineludible preguntar a la experta, ¿cuánto más se necesita trabajar en políticas que impulsen el desarrollo investigativo y expandan el concepto de la ciencia abierta?
“Bueno, es un proceso. Creo que vamos, en algún sentido, por el buen camino. Justamente, la recomendación de la UNESCO sobre la ciencia abierta creo que nos va marcando pautas. Y es muy bueno que se promueva su puesta en marcha, que se fomenten políticas nacionales de apertura científica.
“Pero para mí, la apertura de la ciencia no significa simplemente poner en acceso abierto las publicaciones. Se trata de muchísimo más. Principalmente, un acercamiento con los otros sectores de la sociedad y que la comunidad científica también reconozca que hay otras formas de conocimiento. Que se abra a ellas y dialoguen”, acota la doctora Cetto.
La investigadora mexicana argumenta que la academia sigue mirando con recelo y de manera distante a los saberes heredados de los llamados pueblos originarios. “No es algo de pasado o tradicional, va avanzado también y es un conocimiento vivo que nos permite entender mejor cómo funciona la naturaleza porque tienen un contacto más directo que el que podemos tener en las comunidades académicas. Recuperarlo nos puede ayudar a responder de manera adecuada a determinados fenómenos, incluso anticiparlos”.
Explica también la importancia de llegar, a través de la ciencia abierta, a la juventud y los sistemas educativos. En estos escenarios, puede transformarse en una herramienta para el desarrollo, que motive a encontrar caminos más constructivos y menos violentos.
“Otro sector de la sociedad al que se tiene que acercar la comunidad científica es el productivo. Lo vemos muy alejado, sobre todo en nuestros países porque estamos acostumbrados a importar los productos de la ciencia y la tecnología. En estos casos, la ciencia abierta puede facilitar este diálogo entre quienes creamos ciencia, y los que la aplican, desarrollan y se benefician de ella.”
Uno de los mecanismos claves para poder seguir incrementado el impacto de la ciencia, desde la perspectiva de la doctora Cetto, es la comunicación.
“Yo prefiero hablar de comunicación más que de divulgación. Tengo una visión algo crítica al respecto porque pienso que no se trata simplemente de difundir el conocimiento ya digerido, construido o hecho. Eso puede ser información. Creo que una de las características más valiosas del proceso científico es precisamente el que nos da herramientas para pensar diferente, de manera crítica y racional, para acercarnos al mundo de otras maneras y entender mejor la realidad.

“Por eso, me parece un componente importante para la educación y la formación del individuo más en general. Cuando comunico algo en ciencia, procuro hacerlo con ese espíritu. Enfatizando en que es un proceso en el que todos nos podamos involucrar”.
Otra intención de la ciencia abierta es la de reducir la brecha científica que separa a los países del norte de las naciones del sur.
“Yo diría que es una aspiración nuestra, pero también depende de factores externos”, enfatiza la doctora Cetto. “Porque esta brecha no es un fallo que se origina en el sistema científico, sino síntoma y consecuencia de un problema sistémico más general con raíces históricas, que se ha agravado con el proceso de globalización y la expansión de un capitalismo con nuevas facetas cada vez más complejas y menos humanas, que también ha penetrado en el mundo de la ciencia”.
La experta ejemplifica con el mundo de las editoriales científicas, que cada vez más se convierten en un enorme negocio cuyas sedes, naturalmente, radican en los países más ricos y desarrollados, pero emplean mano de obra barata, aprovechándose de países más pobres, y que nos cobran tarifas exorbitantes por publicar el producto de nuestro trabajo. “Eso no va a favor de cerrar brechas, sino todo lo contrario”, sentencia la física mexicana.
Pero esto puede cambiar. “Hay muchas tensiones y es importante tomar parte activa en el cambio. Luchar por que la ciencia no se convierta en el negocio de unos cuantos. Que se extiendan los beneficios de la actividad científica a toda la población. Ha sido muy importante hacer alianzas con colegas de otras partes del mundo, que piensan de manera similar y buscan también abrir el acceso a la ciencia y potenciar la creación y difusión de nuevo conocimiento. Ahí la UNESCO ha resultado una aliada. Lograr la apertura de la ciencia tiene algo de utópico. Pero como dijo Eduardo Galeano, para eso sirven las utopías: marcan un camino y por ahí vamos avanzando.
La mirada en la ciencia desde sus consecuencias
La doctora Cetto también ha dedicado buena parte de su carrera a impulsar la cooperación científica internacional. Como presidenta del consejo de las Conferencias Pugwash, formó parte del equipo que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1995, en reconocimiento a su labor contra las armas nucleares.

Entre 2003 y 2010, ocupó un cargo de alto nivel en el Organismo Internacional de Energía Atómica, donde coordinó programas de cooperación técnica. Durante ese periodo, la organización recibió el Premio Nobel de la Paz por su trabajo en la no proliferación nuclear, reconocimiento que compartió con el entonces director general, Mohamed El-Baradei.
Esta labor evidencia que una de las grandes preocupaciones de esta científica mexicana es la formación y concientización de los científicos acerca de las implicaciones sociales y políticas de sus trabajos.
“La historia nos ha enseñado que una buena parte de los esfuerzos de la Física se han ido por caminos no deseados. Y eso nos obliga a asumir un sentido de responsabilidad y de siempre preguntarnos para qué y para quién realmente trabajamos”.
Por otro lado, en 2002, se convirtió en la primera latinoamericana en ocupar el cargo de secretaria general del Consejo Internacional para la Ciencia. También fue una de las fundadoras y vicepresidenta de la Organización del Tercer Mundo para la Mujer en la Ciencia, una iniciativa clave para visibilizar y apoyar a científicas en países en desarrollo.
En un ámbito históricamente dominado por hombres, la Dra. Cetto no niega los obstáculos, pero los enfrenta con una mirada práctica y el compromiso por transformar su entorno. “Lo que me importa es contribuir a lograr un impacto en la sociedad, no tanto en mi persona”, dice. Consciente de que otras mujeres han vivido barreras más duras, ha hecho de esa conciencia una motivación para abrir espacios y apoyar a quienes vienen detrás.
Asegura que la presencia femenina en la ciencia es hoy más visible que en décadas pasadas, como en su entorno más cercano, el Instituto de Física de la UNAM. Ella misma fue primera en dirigir la Facultad de Ciencias, y desde entonces, otras han ocupado ese cargo.
Con su visión no busca replicar modelos, sino proponer otros. Para la Dra. Cetto, no se trata de ocupar los mismos espacios. En su lugar, tata de transformar, participar, mostrar el legado histórico de científicas olvidadas y seguir abriendo caminos.
Distinciones vs. causas y principios
Este 2025, la doctora Cetto ha sido reconocida con la Medalla Tate, otorgada por el American Institute of Physics. Un galardón a sus “sobresalientes contribuciones a la Física, la divulgación científica y la cooperación en todo el mundo, incluyendo la transformación del acceso abierto”, refiere la organización en su página web.
Más allá de sentirse agasajada con el lauro, la científica apunta que nunca trazó su carrera con la mira puesta en premios o en distinciones. Su impulso vino siempre del afán por entender, por cambiar estructuras que consideraba incompletas o injustas, como la falta de verdadera representación en organismos internacionales. Aun sabiendo que muchas de esas labores no se traducían en publicaciones o prestigio académico, persistió.
Al mismo tiempo, aunque ha dedicado su vida a la ciencia y la docencia, la doctora Cetto no se coloca en el papel de guía infalible. Más bien, se reconoce como parte de un diálogo constante con los estudiantes, cuyas inquietudes y visiones del mundo muchas veces escapan a su comprensión, del mismo modo en que aún se le escapan ciertos misterios de la mecánica cuántica. Aun así, disfruta el reto y apuesta por el intercambio de experiencias.
No le interesa dar consejos. Prefiere compartir reflexiones, abrir espacio para que los jóvenes encuentren su propia forma de habitar y transformar el mundo, uno muy distinto al que le tocó vivir a ella. Su llamado es simple pero potente: trabajar, crear, cuestionar, construir algo mejor.