Durante estos años ha sido decisivo el aporte del centro en la calibración y certificación del equipamiento para las mediciones radiométricas, preparación y certificación de fuentes radiactivas y determinación de trazas radiactivas
El 30 aniversario del Centro de Isótopos (CENTIS) se celebró con un recorrido reflexivo por la historia de la institución, a cargo de su director general, René Leyva Montaña, quien en la conferencia inaugural reconoció que estos años han estado marcados por la persistencia de una idea que ha guiado al centro desde su origen, “contribuir al beneficio de nuestro pueblo por medio de las aplicaciones de las sustancias radiactivas en distintas áreas, principalmente en la salud”.
Antes de 1995, la producción y manejo de radionúclidos se realizaba en el Centro de Estudios Aplicados al Desarrollo Nuclear (CEADEN), pero el crecimiento del inventario de sustancias radiactivas durante el auge biotecnológico del país hizo evidente la necesidad de un centro especializado.
“Pronto se reconoció que en las instalaciones existentes no era posible continuar el manejo de un inventario cada vez mayor de radionúclidos”, afirmó Leyva Montaña, y señaló que aquello llevó a la decisión de construir un centro con capacidades “de ciclo completo: investigación-desarrollo, producción y comercialización”.

La inauguración oficial de CENTIS, el 14 de diciembre de 1995, marcó el inicio de un período particularmente exigente, en el que la institución debió enfrentar simultáneamente los procesos de licenciamiento radiológico y sanitario, el escalado productivo y la adopción rigurosa de Buenas Prácticas de Fabricación.
Leyva Montaña reconoció que en aquel momento “no estábamos preparados” para la compleja estructura regulatoria que exige la producción de radiofármacos, pero subrayó el vínculo estratégico con el Centro Nacional de Seguridad Nuclear, que permitió avanzar por etapas en el licenciamiento radiológico. Con el tiempo, la colaboración estrecha con el Centro Estatal para el Control de Medicamentos fue perfilando el tránsito hacia una cultura sólida de calidad, documentación y control de procesos.
Tras años de desarrollo, CENTIS alcanzó un nivel de madurez técnica y organizativa visible en la operación de instalaciones mayores para la producción de Yodo-131 y generadores de Molibdeno-99/Tecnecio-99m, en la creación de áreas limpias para formulaciones liofilizadas, y en la puesta en marcha de servicios de determinación de analitos, metrología de radionúclidos y estudios preclínicos.
El centro logró cerrar el ciclo completo de diseño, producción y validación clínica de radiofármacos, consolidado posteriormente con la creación del Departamento de Investigaciones Clínicas. La formación de personal especializado es también un pilar esencial. El director general del centro destacó la capacitación de técnicos, obreros calificados y especialistas en física, radioquímica y biología, lo que permitió sostener la operación de instalaciones avanzadas y garantizar la continuidad del conocimiento.

El CENTIS también ha logrado consolidar importantes alianzas con instituciones de Hungría, Alemania, Bélgica y Rusia. También resulta importante el vínculo con el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
“El OIEA ocupa un lugar señalado al financiar de manera sistemática proyectos bien directamente o a través de los Arreglos Regionales Cooperativos para América Latina”, afirmó Leyva Montaña, quien subrayó que esta colaboración ha sido clave para el desarrollo tecnológico del centro. También reconoció también el acompañamiento permanente de instituciones nacionales, universidades, organismos reguladores y entidades del polo científico, que han sido actores fundamentales en el progreso de CENTIS.
En un contexto mundial donde las enfermedades cardiovasculares, el cáncer, las patologías neurodegenerativas y el resurgimiento de enfermedades infecciosas siguen impulsando la demanda de tecnologías de diagnóstico por imagen, como la SPECT y la PET, se proyecta que el mercado de radiofármacos crezca de 6800 millones de dólares en 2024 a más de 14 mil millones en 2034.
Esta tendencia subraya la creciente importancia estratégica de los radionúclidos y los compuestos marcados en el ámbito médico. Se espera que el tecnecio-99m mantenga su dominio en el mercado, con una participación estimada del 47 por ciento, mientras que la oncología continuará siendo la principal área de aplicación. Aunque estas cifras reflejan en parte los intereses comerciales de grandes compañías, representan también un indicador claro de la estabilidad y la rentabilidad del sector a largo plazo.
En el marco del 30º aniversario de la fundación del CENTIS, investigadores, profesionales y científicos de Cuba, Alemania, Hungría, México y Chile se han reunido en La Habana para celebrar el VI Seminario Internacional y el VI Taller Nacional sobre el uso y desarrollo de productos isotópicos para la salud.
El programa conjunto de estos eventos aborda temas esenciales para la medicina nuclear, como el uso actual y futuro del Yodo-131, la producción y distribución del 18F-FDG, y el papel decisivo de los generadores de 99mTc —cuya fabricación nacional garantiza la continuidad del diagnóstico SPECT en Cuba—.
Un área destacada del encuentro es la radioterapia metabólica, disciplina en la que Cuba ha obtenido resultados favorables en el tratamiento de afecciones como el cáncer de tiroides, el hipertiroidismo y el dolor óseo metastásico.
La historia de la medicina nuclear en la Isla no es solo un capítulo de la ciencia local, sino un relato de pioneros, hitos continentales y una proyección internacional que convirtió a Cuba en un referente formativo para la región. Sus orígenes se remontan a un momento en que el mundo aún exploraba las aplicaciones pacíficas de la energía atómica.

Las primeras aplicaciones llegaron en 1944, con prácticas a nivel particular. Sin embargo, el impulso definitivo llegó con la figura de Zoilo Marinello, quien, tras formarse en un hospital de Boston, Estados Unidos, trasplantó el conocimiento y sentó las bases para el desarrollo hospitalario y científico de la especialidad en la Isla.
Bajo su liderazgo, Cuba alcanzó un hito médico trascendental: en 1946, apenas años cuatro después de que se realizara en Estados Unidos, se llevó a cabo el primer tratamiento de un cáncer de tiroides en el país. Este procedimiento, un “teranóstico” (que combina diagnóstico y terapia con un mismo radiofármaco), marcó el verdadero punto de partida de la especialidad en suelo cubano.
La trayectoria posterior estaría marcada por logros que afianzaron el liderazgo regional. El Dr. Juan Perfecto Oliva González, especialista de segundo grado en Oncología y Medicina Nuclear destacó que Cuba se convirtió en “el país de América Latina que más inmunogammagrafías realizó y el que más aplicó anticuerpos monoclonales de producción propia” en la región.

Pero quizás el legado más perdurable fue su rol como centro formador. La Isla organizó cursos para toda Latinoamérica a través del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), atrayendo a profesionales de todo el continente. De sus instalaciones, como el Instituto Oncológico, salieron entrenados especialistas que luego alcanzarían liderazgo mundial
La medicina nuclear cubana se consolidó creando una red de centros de excelencia. Además de instituciones capitalinas como el Hospital “Hermanos Ameijeiras” y el Centro de Investigaciones Clínicas, la especialidad se extendió a provincias como Santiago de Cuba, Holguín, Santa Clara y Camagüey.
La colaboración internacional fue clave. Experiencias como el intercambio con Alemania permitieron introducir y desarrollar técnicas avanzadas, como la cardiología nuclear, traída directamente desde centros de excelencia alemanes, demostrando una voluntad constante de integración al conocimiento global.
La historia de la medicina nuclear en Cuba es la de una especialidad que, surgida en los albores de la era atómica, logró consolidarse no solo en la aplicación clínica, sino en la investigación, producción local de radiofármacos y, sobre todo, en la formación de capital humano. Un modelo que, desde una isla del Caribe, irradió conocimiento a toda América Latina, consolidando un legado donde el átomo se puso al servicio de la salud y la cooperación.
