En 1986 comenzaron a publicarse en la revista Juventud Técnica cuentos breves de ciencia ficción escritos por autores cubanos. Estas historias eran ganadoras de un concurso anual de relatos cortos del género, organizado por dicha publicación, a partir del año 1985. Aquel fue el primer certamen de su tipo en el país —ya existía el David de ciencia ficción, pero premiaba noveletas o colecciones de cuentos—, y hoy, casi cuarenta años después, aún sigue activo.
Por aquel entonces no pasaba por mi mente la idea de escribir ficción. Recién graduado de la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana, trabajaba cada día desde el amanecer hasta altas horas de la noche en el entonces acabado de inaugurar Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, y no tenía tiempo para otra cosa que no fuera la biotecnología, la inmunología y los anticuerpos monoclonales.
Sin embargo, como lector asiduo de ciencia ficción desde la infancia, nunca dejé de comprar todo lo que se publicaba en el país del género, así que asumí con agrado esa nueva opción de mis historias favoritas, por primera vez dentro de una revista periódica, cuyos objetivos eran sobre todo la divulgación de la ciencia dentro de los jóvenes cubanos.
No conozco los detalles de cómo surgió el concurso; se ha escrito que Alí Salazar y Ricardo Potts estuvieron relacionados con sus inicios[1]. Y no andaban desencaminados Salazar y Potts al insertar la ciencia ficción en una revista como Juventud Técnica, pues una historia de ciencia ficción, cuando se escribe con rigor, puede ser más eficaz divulgadora de las ideas científicas que cientos de áridos ensayos divulgativos, o de artículos académicos que jamás llegan a ser leídos por legos.
El concurso nació en una década de mayor flexibilidad, cuando habíamos superado en buena medida el llamado quinquenio gris ( 1971- 1975) , durante el cual cualquier obra relacionada con la ciencia ficción o la fantasía fuera tachada como escapista y apartada sin contemplaciones de cualquier oportunidad editorial. Sin embargo, todavía imperaba en el país la mirada optimista del futuro como condición sine qua non para publicar ciencia ficción.
Esta visión optimista del futuro la heredamos de la ciencia ficción soviética, cuyas obras prevalecían en las librerías cubanas, como La nebulosa de Andrómeda, del soviético Iván Efremov, en la que se describe una sociedad comunista futura, a la que, según algunos ideólogos, llegaríamos en unas pocas décadas.
Por otra parte, las pocas obras de la ciencia ficción anglosajona que se publicaron en el país eran raras muestras de utopías, como El año 2000, de Edward Bellamy; distopías que criticaban los valores de las sociedades capitalistas de consumo, como Mercaderes del espacio, de Frederick Pohl y Cyril Kornblut o Fahrenheit 451 y Crónicas marcianas, de Ray Bradbury, el poeta de la ciencia ficción. O un par de libros del profesor Isaac Asimov que, si bien no describía un futuro comunista, mantuvo siempre una actitud positivista con respecto a la ciencia y las posibilidades del ser humano.

Esta realidad editorial se reflejó de algún modo en los primeros cuentos ganadores y menciones del concurso de ciencia ficción de JT, muchos de los cuales fueron recogidos en dos antologías de la época: Recurso extremo[2], de Alí Salazar y Justo Vasco, en 1988, con 18 cuentos y Astronomía se escribe con G[3], de Alí Salazar, en 1989, con 20 relatos. Puedo entender las ansias de estos colegas para recoger en un volumen las historias presentadas en estos concursos. No obstante, publicar esas antologías con tan poco tiempo, con una base de cuentos muy limitada, fue una estrategia demasiado precipitada y optimista, y comprometió la calidad de ambas.
Los que hemos sido jurados de concursos de este tipo sabemos que solo el diez por ciento de los cuentos que se reciben son salvables, ya que participan muchos aficionados que no han adquirido la maestría narrativa necesaria para crear una buena historia de ciencia ficción. Y es que para escribir buena ciencia ficción es necesario combinar ambas cosas: una adecuada comprensión de la parte científica y destreza narrativa. Es todo un reto tener que introducir en un relato breve un worlbuilding novedoso muy alejado de la realidad que conocemos, y al mismo tiempo contar una historia que sea atractiva para el lector.
Los cuentos que se escribían en los ochenta podían ubicarse en su mayoría dentro de la categoría definida por Yoss como “Marcianos en el platanal de Bartolo”, donde extraterrestres de diferente índole caían en Cuba y se sucedían todo tipo de historias humorísticas, por lo general muy ingenuas y con un éxito muy variable. Según Yoss, estos relatos conformaron el concepto de Ciencia Ricción, término que usaríamos más tarde para agrupar la ciencia ficción de trasfondo humorístico en la antología homónima[4].
No obstante, visto desde una perspectiva positiva, la ciencia ficción cubana recibió una dosis importante de popularidad con la aparición de este concurso y su permanencia durante todos estos años. Cientos de autores se vieron publicados en esta revista por primera vez y el concurso se convirtió en una meta casi obligada para los escritores cubanos amantes de este género.
En mi caso, que comencé a escribir en 2005, ganar este concurso fue una de mis primeras metas luego de los años de aprendizaje inicial. Lo lograría, por fortuna, en mi primera participación, o tal vez no con tanta fortuna, ya que el no hacerlo hubiese sido un acicate para continuar escribiendo ese tipo de historias breves.
Entre los autores destacados que han recibido premios en estas cuatro décadas encontramos a los cubanos Bruno Henríquez, Roberto Estrada, los hermanos Ricardo y Alberto García Fumero, Eduardo del Llano, Raúl Aguiar, Yoss, Eric Mota, Anabel Enríquez, Elaine Vilar, Eric Flores y Jesús Minsal, Raúl Piad, Alex Padrón o el ecuatoriano Jorge Valentín Miño.

La tercera antología, conformada por cuentos premiados en el concurso JT, salió a la luz en 2012 con el título de Tiempo cero[5], que coincide con uno de los cuentos premiados de Elaine Vilar Madruga.
Esta colección de cuarenta y tres cuentos abarcó un intervalo de quince años (1996-2010), mucho mayor que sus predecesoras y, por tanto, la seleccionadora, Iramis Alonso Porro, directora de Juventud Técnica, optó por incluir solo textos premiados, lo cual permitió alcanzar un nivel de calidad muy superior.
Ya en este siglo los autores cubanos tenemos una mayor libertad de opciones al desarrollar nuestros relatos, además, el acceso a libros electrónicos de una gran cantidad de maestros del género que nunca se publicaron en Cuba, ha dotado a los nuevos autores de una mayor riqueza de posibilidades para imaginar sus mundos.
Han pasado otros 15 años después de Tiempo cero, así que esperamos que Abril nos regale dentro de poco una cuarta antología con un nivel de calidad comparable.
La revista ha atravesado por dificultades a causa de la crisis de papel y las limitaciones con el combustible. En buena medida, fue obligada a pasar al formato virtual, pero el concurso permaneció. Otros certámenes de cuentos breves de ciencia ficción y fantasía se han generado en los últimos quince años: el Oscar Hurtado, que organiza nuestro taller literario Espacio Abierto, y el Mabuya, conducido por el grupo de divulgación Dialfa-Hermes; juntos tratamos de incentivar la práctica de estos géneros en el país en estos momentos tan difíciles, porque la sociedad que pierde la capacidad de soñar está condenada a perpetuar su infortunio.
Pero el precursor de todos, el concurso más longevo de este género en Cuba, sigue siendo el de JT.
Cada año los nuevos talentos que aman la ciencia ficción prueban sus fuerzas enviando al certamen su historia corta de no más de tres cuartillas. No lo hacen por el estímulo económico, que no es demasiado atractivo, por desgracia, sino por el placer de escribir ese tipo de historias, de ver su nombre por primera vez publicado en una revista de alcance nacional, y de seguir los pasos de otros escritores que admiran; por ganarse una especie de boleto de admisión a la comunidad literaria de la ciencia ficción y fantasía cubanas, que, por cierto, es bastante unida.

En cada edición, los nombres de al menos seis jóvenes escritores aparecen en las páginas virtuales de Juventud Técnica y los lectores pueden disfrutar de otros tantos nuevos relatos de este género. Eso es también una pequeña contribución para que nuestro pueblo desarrolle un pensamiento científico, lo cual es cada vez más perentorio ante el auge preocupante que han experimentado en los últimos años las corrientes seudocientíficas, el misticismo y el oscurantismo.
En nombre de escritores y lectores, quiero agradecer a los fundadores y a los que han trabajado y aún lo hacen –muchas veces de forma anónima– para mantener vivo durante 40 años este hermoso concurso.
Bibliografía consultada
[1] Yoss. Crónicas del mañana: antología por los 50 años de la ciencia ficción cubana. Editorial Letras Cubanas, 2008.
[2] Salazar, A y Vasco, J. Recurso extremo, Editora Abril, 1988.
[3] Salazar, A. Astronomía se escribe con G, Editora Abril, 1989.
[4] Duarte, CA. y Yoss. Ciencia Ricción: antología de cuentos cubanos de ciencia ficción humorística, Editorial Gente Nueva, 2013
[5] Alonso, I. Tiempo 0, Editora Abril, 2012