Por Iramis Alonso Porro y Toni Pradas. (Con el apoyo y colaboración del Dr. C. Ernesto Estévez Rams.)
Reflejo tácito de estos tiempos, el mundo de las ciencias –como mismo el de la economía y las finanzas, las industrias o cualquier otro sector decisivo para el desarrollo– no podía escapar del maleficio de ser frenado y alejado por un creciente abismo que separa a ricos y pobres.
Convencionalmente se repite que es la división Norte-Sur. Dicho a secas, evoca a una separación meramente geográfica. Sin embargo, sabemos todos, semejante grieta acosa el desarrollo sustentable de muchos, generalmente los del Sur, condenados a mantener un ritmo de crecimiento mínimo, incluso involutivo, mientras el compás del progreso de otros, los menos, se dispara. Por ello, por inevitables estertores de la Humanidad, se tornó impostergable crear una institución internacional que paliara esa divergencia entre naciones agraciadas y desgraciadas.
Así, un día de 1983, nació la Academia Mundial de Ciencias para el Avance de la Ciencia en los Países en Desarrollo, una sociedad basada en el mérito, conformada por un millar de investigadores en unos 70 países.
Científicos de relevancia, liderados por el Premio Nobel Abdus Salam, de Pakistán, acunaron esta idea reivindicadora y se trazaron la ambición de promover la capacidad científica y la excelencia para el desarrollo sustentable en el Sur. El bajo nivel de investigación en estas naciones entonces, como mismo hoy, no reflejaba con exactitud el portento de sus protagonistas ni sus potencialidades para dar respuestas a las demandas y urgencias de progreso en sus sociedades. Se correspondía, eso sí, con las agonías provocadas por la falta crónica de fondos y escuálidos incentivos.
Cotidianamente mejor citada como Academia Mundial de Ciencias (en inglés: The World Academy of Sciences o TWAS), fue, es, la estrategia cooperativa que eligieron los padres fundadores y su objetivo principal se mantiene inalterable: desde su sede institucional en los edificios del Centro Internacional de Física Teórica (ICTP) en Trieste, Italia, hasta en claustros de decenas de universidades y laboratorios e instituciones del llamado Sur Global, ahora bajo los designios de su nuevo director ejecutivo, el doctor Marcelo Knobel, a partir de diciembre de 2024.
El profesor Knobel es físico brasileño, académico experimentado y firme defensor de la comunicación científica y la educación superior, con galones de respeto ganados desde la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), uno de los centros públicos de altos estudios del estado de São Paulo, Brasil.
Amplio conocedor de los entresijos de la ciencia, del espíritu renovador en los centros de investigación y universitarios, y de las tendencias del pensamiento y del conocimiento, se erige Knobel como una fuente ineludible para JT, que se honra al entrevistarle para el público cubano.
—En el encuentro de la TWAS en Río de Janeiro (su reunión y conferencia generales en 2025) fueron abordadas ciertas tendencias negativas para el avance de las ciencias en naciones menos favorecidas económicamente, como son el efecto devastador de las guerras y las hambrunas sobre instituciones e investigadores; a lo cual se unen otras como la fuga de cerebros y el entorpecimiento del intercambio Norte-Sur. ¿Qué alternativas tienen los países en desarrollo para resistir y revertir tal situación, teniendo en cuenta que en gran medida las ciencias tienen gran peso en sus aspiraciones de progreso?
—El progreso científico es, en efecto, un esfuerzo global, pero la distribución de recursos y oportunidades sigue siendo profundamente desigual. La ciencia no es un lujo, sino el motor fundamental del desarrollo social y económico, la base sobre la cual podemos construir sociedades más justas, prósperas y resilientes. Ante las adversidades que mencionas, que van desde conflictos devastadores hasta la persistente “fuga de cerebros”, los países en desarrollo tienen la oportunidad y la necesidad de fortalecer sus lazos. La colaboración Sur-Sur y la diplomacia científica no son meros conceptos, sino herramientas estratégicas de suma importancia.
“Esto implica unir fuerzas para abordar desafíos comunes, como la seguridad alimentaria, la salud pública y el cambio climático, aprendiendo de las experiencias de cada uno e intercambiando datos y conocimientos. Invertir en ciencia y tecnología, incluso en tiempos de crisis, es una inversión en el futuro, una apuesta por la soberanía y el progreso sostenible”.
—En época de grandes avances en las tecnologías de las comunicaciones, paradójicamente parece disminuir el interés por la verdad científica en muchos sectores. A la vez, se observan intenciones de sustituir el conocimiento acumulado y, en su lugar, el florecimiento de las pseudociencias y la reducción del pensamiento crítico, incluso aupados con la implementación de políticas públicas. ¿Cuáles son las estrategias de la TWAS, así como de la comunidad científica mundial, para que la humanidad no sea presa de un nuevo medioevo?
—Vivimos una era de dualidades. Por un lado, presenciamos un crecimiento exponencial en la producción de datos y un avance sin precedentes en campos que van desde la astrofísica hasta la biología molecular. La computación cuántica está redefiniendo nuestra comprensión del mundo, y la inteligencia artificial se ha vuelto una herramienta cotidiana. Sin embargo, esta creciente complejidad, sumada a un flujo incesante de información, ha creado un terreno fértil para la desinformación y las pseudociencias, que a menudo se utilizan para promover agendas particulares e, incluso, como armas en conflictos.
“La alfabetización científica no ha logrado seguir el ritmo de esta avalancha. Como comunidad científica, tenemos la responsabilidad de no solo generar conocimiento, sino también de comunicarlo de manera efectiva. En TWAS, estamos abordando este desafío de frente. Organizamos talleres y conferencias que no solo sirven como foros para el intercambio científico, sino también incluyen capacitación en comunicación científica. Estamos trabajando en el lanzamiento de un Programa de Comunicación Científica diseñado para equipar a los científicos con las herramientas necesarias para dialogar con el público, influir en las políticas y colaborar eficazmente con los medios de comunicación. Creemos que cerrar esta brecha entre la ciencia y la sociedad es fundamental para defender el pensamiento crítico y el valor de la verdad científica”.

—A propósito de la reciente COP 30, celebrada en Belém, Brasil, los desafíos al medioambiente parecen estar más enraizados y hasta pudieran juzgarse como más profundos y negativos. ¿Puede la ciencia obtener nuevas soluciones para cada enfrentamiento, que sumen a la concienciación el atractivo económico a fin de, digamos, revertir el calentamiento global de manera relativamente rápida?
—La lucha contra el cambio climático es una batalla que no se puede ganar sin la ciencia. Son los científicos quienes proporcionan el conocimiento riguroso y basado en evidencia, necesario para diseñar e implementar políticas efectivas. Sin embargo, la ciencia por sí sola no es suficiente. Necesitamos una adopción decidida de este conocimiento por parte de los responsables políticos y una colaboración estrecha con el sector privado para desarrollar soluciones que no solo sean efectivas desde el punto de vista ambiental, sino también económicamente viables y socialmente justas.
“La ciencia puede y debe ofrecer soluciones innovadoras, no solo en el ámbito de las energías renovables, sino también en áreas como la agricultura sostenible, la economía circular y la captura de carbono. Pero para que estas soluciones sean atractivas económicamente y se implementen a gran escala, se requiere un enfoque interdisciplinario que integre las ciencias naturales con las ciencias sociales y económicas.
“Además, no podemos ignorar el valioso conocimiento de los pueblos indígenas y originarios, que a menudo albergan soluciones climáticamente inteligentes y adaptadas a los ecosistemas locales. Podemos superar este desafío existencial solo si trabajamos juntos, uniendo el rigor científico, la voluntad política, la innovación empresarial y la sabiduría ancestral”.
—Luego de 42 años de fundada la TWAS, ¿la brecha de innovación entre países ricos y pobres se ha acortado? ¿Cuál es el impacto de la Academia en el posible incremento de la investigación en naciones con menos recursos económicos y profesionales en la ciencia?
—Desde su fundación en 1983, TWAS ha sido testigo de una transformación significativa en el panorama científico mundial. Si bien la brecha de innovación entre los países ricos y pobres persiste, es innegable que se ha reducido en muchos aspectos. Naciones que en la década de 1980 apenas comenzaban a construir sus ecosistemas de investigación, como China, Brasil e India, hoy albergan instituciones de clase mundial y son líderes en diversos campos científicos.
“Durante estas cuatro décadas, TWAS ha tenido el privilegio de colaborar con una amplia gama de socios para fomentar la prosperidad sostenible a través de la investigación, la educación, la política y la diplomacia. El apoyo constante del gobierno italiano ha sido fundamental para nuestras operaciones. El impacto tangible de nuestro trabajo se refleja en las vidas y carreras de miles de científicos del Sur Global”.
—Siendo brasileño, su nombramiento como director general de la TWAS lleva una mirada desde el sur latinoamericano con sus similitudes, pero también con sus particularidades. ¿Dónde usted cree que radican las fortalezas y las vulnerabilidades al desarrollo de la ciencia en Latinoamérica y cómo debemos abordarlas?
—América Latina es una región de una riqueza y una diversidad extraordinarias, y esto se refleja en su ciencia. Nuestras fortalezas radican en nuestra biodiversidad única, que ofrece un laboratorio natural para la investigación en áreas como la biotecnología y la farmacología. Tenemos una sólida tradición en campos como la medicina tropical, la agronomía y las ciencias sociales. Y, sobre todo, contamos con un capital humano de enorme talento y resiliencia.

“Sin embargo, también enfrentamos vulnerabilidades significativas. La financiación para la investigación y la educación superior sigue siendo insuficiente y a menudo inestable, sujeta a los vaivenes políticos y económicos. La `fuga de cerebros´ continúa siendo una sangría de talento que nos priva de nuestros mejores investigadores. El acceso a oportunidades de formación de vanguardia y a redes internacionales es limitado para muchos. Y la barrera del idioma, con el predominio del inglés en la publicación científica, sigue siendo un obstáculo.
“Para abordar estas vulnerabilidades, necesitamos un compromiso renovado con la inversión a largo plazo en ciencia y tecnología. Debemos crear programas a medida que apoyen a las instituciones locales y fomenten la colaboración regional. Es fundamental fortalecer las redes de investigación dentro de América Latina y con otras regiones del Sur Global. Y debemos trabajar para crear un entorno científico más inclusivo y equitativo, donde el idioma no sea una barrera y donde el talento pueda florecer sin importar el origen”.
—¿Cómo valora usted el desarrollo y aporte cubano a la ciencia dentro de la TWAS, y que impacto ha tenido la Isla en el desarrollo de otras naciones menos aventajadas científicamente? ¿Qué opinión tiene sobre la actividad de los científicos cubanos miembros de la TWAS?
—Cuba ha desempeñado un papel vital y ejemplar en el panorama científico mundial, y en TWAS nos enorgullece nuestra larga y fructífera asociación con el país. Esta colaboración se manifiesta no solo en la presencia de 12 miembros de la Academia, cinco de las cuales son mujeres, sino también en el nombramiento de nuestra actual secretaria general, la profesora Lilliam Álvarez Díaz, una distinguida científica, cuyo liderazgo es una inspiración.
“El impacto de Cuba va más allá de sus fronteras. La Isla ha sido un faro de solidaridad científica, compartiendo sus conocimientos y formando a profesionales de otras naciones en desarrollo, especialmente en el campo de la salud. Los programas de TWAS han apoyado a un amplio espectro de investigadores cubanos en todas las etapas de sus carreras. La participación cubana también ha sido destacada en el Programa de Asociaciones TWAS-Unesco y en nuestras iniciativas de diplomacia científica.
—Ganador del premio José Reis a la divulgación científica, usted es un conocido autor y activista por la ciencia. ¿Cómo se estructura y comporta la divulgación de la ciencia en Brasil? ¿En qué estado se halla esta divulgación en el Sur y en particular en Latinoamérica?
—América Latina es un hervidero de talento y pasión por la comunicación científica. En toda la región encontramos divulgadores, periodistas y educadores que realizan un trabajo extraordinario, a menudo con recursos limitados.
“Sin embargo, para que la comunicación científica se convierta en una parte integral de nuestra cultura, es fundamental que la integremos plenamente en los planes de estudio de la educación superior, formando a las nuevas generaciones de científicos no solo como investigadores, sino también como comunicadores.


“Debemos ofrecer oportunidades de formación específicas para aquellos interesados en este campo y, al mismo tiempo, llevar la ciencia a las redacciones, equipando a los periodistas con las herramientas y el conocimiento necesarios para un periodismo científico riguroso y atractivo. La divulgación científica no es un apéndice de la investigación, sino una parte esencial del contrato social de la ciencia”.
—En un contexto asaltado por las redes sociales, donde prima la lectura corta, la búsqueda del sensacionalismo y el impacto mediático, la adicción a los memes… ¿Podemos, usando los medios digitales y las redes sociales, impulsar una continua alfabetización científica de nuestras poblaciones y, en especial, crear en los jóvenes la pasión por la ciencia? ¿Podemos pensar, con el apoyo de la TWAS, en un evento regional de integración para la divulgación de la ciencia?
—Las redes sociales son un arma de doble filo. Ofrecen una oportunidad sin precedentes para llegar a millones de personas de forma instantánea, pero sus algoritmos a menudo premian el sensacionalismo por encima de la precisión. No podemos darnos el lujo de ignorar estas plataformas; debemos aprender a usarlas de manera estratégica y responsable para promover la alfabetización científica.
“Esto implica crear contenido que sea, a la vez, riguroso y atractivo, que despierte la curiosidad y fomente el pensamiento crítico. Debemos experimentar con nuevos formatos, desde videos cortos y podcasts hasta infografías interactivas y, sí, incluso memes inteligentes. En la TWAS, estamos comprometidos a expandir nuestros esfuerzos en este ámbito.
“La idea de un evento regional de integración para la divulgación de la ciencia en América Latina es excelente y cuenta con todo mi apoyo. Un encuentro de este tipo podría ser un catalizador para el intercambio de buenas prácticas, la creación de redes de colaboración y el desarrollo de proyectos conjuntos. Desde la TWAS, estaríamos encantados de explorar las posibilidades de apoyar una iniciativa tan necesaria y prometedora”.
—La enseñanza superior pública existe bajo la tensión permanente de su sostenibilidad y es asediada por recortes presupuestarios, pérdida de autonomía, privatización, entre otros factores. ¿Avanza la educación superior en Latinoamérica? ¿Cuáles son las mayores amenazas? ¿Qué se ha hecho y se puede hacer a nivel de integración regional para fortalecer la educación superior en nuestros países?
—La educación superior en América Latina avanza, sin duda, pero lo hace en un campo de batalla. Hemos logrado expandir el acceso a la universidad de manera significativa en las últimas décadas, democratizando oportunidades que antes estaban reservadas para una élite. Nuestras universidades son centros de pensamiento crítico y producción de conocimiento, a menudo con un fuerte compromiso social. Sin embargo, este avance se ve constantemente amenazado.
“Las mayores amenazas son la inestabilidad financiera, con recortes presupuestarios que ahogan la investigación y la docencia; la erosión de la autonomía universitaria, con injerencias políticas que socavan la libertad académica; y la creciente presión por la privatización, que concibe la educación como una mercancía y no como un derecho. Estos no son fenómenos exclusivos de nuestra región, lo que indica una tendencia global preocupante.
“A nivel de integración regional, se han dado pasos importantes, como los programas de movilidad estudiantil y académica y las redes de investigación. Pero podemos y debemos hacer más. Necesitamos crear un espacio latinoamericano de educación superior más cohesionado, con sistemas de reconocimiento de títulos más ágiles, programas de doctorado regionales y proyectos de investigación conjuntos a gran escala. Debemos defender colectivamente la autonomía universitaria y abogar por una financiación pública adecuada y sostenible. La universidad pública es un bien común que debemos proteger y fortalecer entre todos”.
—El pensamiento neoliberal provocó, en la educación superior, fenómenos negativos en cuanto a recortes curriculares, simplificación de la formación de los estudiantes, instrumentalización reductora de la enseñanza superior y privatización de los conocimientos generados en las universidades. Veinte años después, ¿cuál es el impacto de estos procesos en los programas formadores en ciencia?
—Los modelos económicos imperantes moldean inevitablemente todos los sectores de la sociedad, y la ciencia no es una excepción. La presión por la empleabilidad y la relevancia inmediata, a menudo impulsada por una visión neoliberal, ha tenido un impacto ambivalente en la formación científica. Ha fomentado una mayor conexión entre la universidad y el sector productivo, lo cual es positivo. Garantizar que una carrera científica sea no solo intelectualmente gratificante, sino también una vía para el bienestar personal y la contribución a la comunidad, es esencial.
“Sin embargo, esta visión a menudo ha llevado a una instrumentalización de la ciencia, priorizando la investigación aplicada con resultados a corto plazo, en detrimento de las ciencias básicas.
“En cuanto a los currículos, enfrentamos el reto constante de actualizarlos para que respondan a las necesidades específicas de nuestros países y, al mismo tiempo, estén en sintonía con los avances globales. La calidad de la formación de nuestros estudiantes de ciencia es, en general, alta, como lo demuestra su éxito cuando emigran a centros de investigación en el Norte.
“El principal reto es retener ese talento, ofreciéndoles oportunidades atractivas en sus países de origen. Necesitamos un enfoque equilibrado, que valore tanto la investigación fundamental como la aplicada, que fomente la interdisciplinariedad y que forme científicos con una sólida conciencia social y un compromiso con el desarrollo de sus comunidades”.
—Usted ha visitado Cuba en varias ocasiones, participado en eventos científicos en la Isla, impartido conferencias y tiene amigos de larga data en ella. Nuestra revista se dirige fundamentalmente a los jóvenes cubanos, ¿que usted les diría a esos jóvenes que hoy constituyen el futuro de la ciencia en Cuba?
—He tenido el privilegio de visitar Cuba en varias ocasiones y siempre me ha impresionado profundamente la calidad humana y científica de su gente. A los jóvenes cubanos que hoy se forman como científicos, les diría que tienen en sus manos un legado extraordinario y una responsabilidad inmensa.
“Vivimos en una época de desafíos existenciales: la pérdida de biodiversidad, las pandemias, el cambio climático. Para superar estas crisis, el mundo necesita desesperadamente del ingenio, la creatividad y la dedicación de una nueva generación de científicos. Ustedes son esa generación. Su curiosidad, su compromiso y su pasión por el conocimiento son esenciales para construir un futuro más resiliente, equitativo y sostenible, no solo para Cuba, sino para toda la humanidad.
“Sé que enfrentan dificultades y obstáculos, pero también que poseen una capacidad de resiliencia y una vocación de servicio que son un ejemplo para todos. No pierdan nunca la pasión por descubrir, por preguntar, por desafiar lo establecido. El futuro de la ciencia cubana, y una parte importante del futuro de la ciencia mundial, está en sus manos. Confío plenamente en su capacidad para llevar esa antorcha con honor y brillantez.
“Espero con gran ilusión mi próxima visita a esa hermosa Isla, cuna de grandes científicos y de un pueblo admirable”.
Este texto reconoce además a los 16 científicos cubanos miembros de la TWAS:
- Manuel Limonta,
- Luis Herrera,
- Lila Castellanos,
- Tania Crombet,
- Hugo Pérez,
- Lilliam Álvarez,
- Vicente Vérez,
- Guadalupe Guzmán,
- Gerardo Guillén,
- Yailé Caballero,
- Rafael Bello,
- Vladimir Besada,
- Ernesto Altshuler,
- Dagmar García,
- Daniel García
- Yuslín González (joven afiliada TWAS).
