Philip K. Dick./Foto: tomada de El Salto Diario
El 16 de diciembre de 1928, en Chicago, nació el místico sabio de la ciencia ficción: Philip K. Dick. Uno de esos escritores atormentados cuya obra, plagada de conspiraciones y dudas sobre el límite de lo real, es un verdadero reflejo de sus ideas y creencias. Posee la rara virtud de ser conocido más por su trabajo que su nombre: muchas de las películas que recuerdas como clásicos están basadas, directa o indirectamente, en cuentos o novelas de Philip.
Aunque quizás su nombre no te resulte tan conocido como otros, seguramente has visto Blade Runner, Minority Report, El Show de Truman, o has escuchado sobre El hombre en el castillo, una de las catedrales de la ucronía. Hoy es el segundo viernes del mes y, en vez de recomendar un clásico del género, hablaremos sobre el padre de muchos.
El loco sabio
Durante su breve vida (murió a los 53 años), Philip K. Dick fue autor de más de treinta novelas y cien cuentos. “Conspiranoico” sobre todas las cosas, su obra aborda sociología, metafísica y política, donde los monopolios, tecnologías, gobiernos autoritarios y estados alterados de consciencia nos llevan a la pregunta que pareció atormentarlo desde la cuna hasta la tumba: ¿qué es la realidad?
En su obra tardía, se manifiesta también la enfermedad mental, la experimentación con sustancias y la obsesión con la teología, abordando sus temas favoritos con una profundidad y misticismo que nos hacen preguntarnos quién es más delirante, el personaje o el autor. Cualquiera que vea sus conferencias o entrevistas de la época conocerá la respuesta: Philip estaba más loco que su obra y eso era mucho decir.
Sus cronistas más fieles reconocen tres grandes etapas: la política, que abarca desde sus primeras obras hasta 1961; la metafísica, hasta 1970; y la mesiánica, hasta su temprana muerte producto del abuso a largo plazo de esas mismas sustancias de las que escribía. Sus protagonistas tienen una característica muy interesante. A decir de Ursula K. LeGuin, “no hay héroes en los libros de Dick, pero hay actos heroicos”. En palabras más simples: era un maestro en meter a la persona común y corriente, más bien mediocre, en un buen lío, y dejarla salir (o no) mediante su propia capacidad.
El autor invisible detrás de tus películas favoritas

La mejor manera que encontré de mencionarles obras de Philip es a través del cine. A medida que fui leyéndome sus novelas y cuentos, me maravillaba la cantidad de películas que estaban basadas, directa o indirectamente, en él. Un ejemplo muy conocido es Blade Runner (1982) y Blade Runner 2049 (2017), basada en su novela “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” de 1968. También Total Recall (1990, 2012) y Minority Report (2002, 2015); Impostor (2001) y Paycheck (2003), basadas en cuentos homónimos de 1966, 1956 y 1953.
Lo que sí no vi venir fue que esa obra maestra llamada El show de Truman (1998), estuviera libremente inspirada en su novela Tiempo desarticulado (1959). O que Next (2007), ese polémico fracaso de recaudación, esté basada en ese cuento mucho más complejo y brillante que es “El hombre dorado” (1954). En esa lista incluyo The Adjustment Bureau (2011), pues la película tiene una trama mucho más extendida que el cuento homónimo de 1954. Se nota su influencia en The Matrix y en Inception. Y diga lo que diga Alejandro Amenábar, Abre los ojos (1997) tiene demasiado de Ubik (1969) como para ser casualidad.
Dentro de su obra más destacada, esa que hay que leerse, sin excusas ni pretextos, yo incluiría al menos dos de sus novelas: El hombre en el castillo y Ubik. La primera, de 1962, es la ucronía por excelencia. Esa que te encuentras en todas las listas de lo que debes leerte. No es la primera, pero sí una de las más importantes. Su premisa es muy sencilla: las fuerzas del Eje ganaron la Segunda Guerra Mundial y se repartieron el mundo a su manera. Los Estados Unidos están divididos en tres grandes trozos: un Este nazi, un Oeste japonés, y un centro autónomo.
La novela tiene un elenco coral con personajes en cada área de influencia de este nuevo mundo. Todos tienen en común haber leído un libro ficticio que cuenta una tercera línea temporal en que el Eje perdió, pero el mundo sigue sin ser como lo que el lector conoce, convirtiéndose así en una ucronía dentro de otra.
La novela maneja líneas argumentales como una guerra fría y un posible ataque nuclear a Japón, lo que nos lleva a pensar que, por más que el mundo cambie, algunas cosas están predestinadas. El propio Dick reconoce que usó el libro del I Ching para escribirlo y fue una de las primeras veces que dejó clara la “loca” premisa que lo acompañaría por el resto de su obra: no inventaba, existían muchas realidades y a él le había tocado verlas. Esta novela ganó un Hugo, cosa que no nos extraña en lo absoluto.
Y luego está mi favorita, Ubik, de 1969. Vuelve a explorar la idea de las realidades alternativas conviviendo una dentro de la otra y una filosofía muy particular sobre la vida después de la muerte. En la novela, la criogenia ha llegado a tal nivel de desarrollo que puede conservarse el cuerpo y la conciencia de los difuntos, a los que se puede “conectar” cada cierto tiempo con los vivos para hacerles consultas o actualizarlos sobre la “vida real”. Diferentes pistas llevan a entender que, durante el tiempo en que están desconectadas de la realidad, estas conciencias viven en su propio universo, donde hacen toda una vida. Lo que no saben es que no es un mundo para cada cual, sino un gran universo que relaciona a todas esas almas en “pausa”, con sus propios problemas, conspiraciones y necesidades.
Todo el tiempo, Philip juega con el lector. ¿Quién está realmente muerto? ¿Hasta qué punto la realidad es material, si las alucinaciones pueden sentirse perfectamente sólidas? ¿Qué pasa con estas conciencias cuando cesa su tiempo de estar artificialmente atadas al cuerpo? ¿Y si todo es un sueño? ¿Qué tal si todas las alucinaciones, señales, visiones o epifanías que hemos tenido a lo largo de nuestra historia no son más que intentos de los “vivos” por hacer contacto? Es un libro excelente, cuyos giros dan gratas sorpresas y vale mucho la pena leer.
En fin, este diciembre los invito a acercarse a la obra de Philip K. Dick, un loco sabio, un paranoico místico que en algún momento perdió el contacto con la realidad sin dejar de escribir como un grande. De hecho, sobre todo tras su muerte, muchos críticos lo sacaron del “gueto” de la ciencia ficción y lo catalogaron como uno de los mejores escritores del siglo XX americano, sin apellidos y sin peros, lo cual es un señor logro. Si quieres ciencia ficción inspiradora, profunda y filosófica, tienes que leerte a este autor.
