Este mito romántico se encuentra muy extendido entre la población, hasta convertirse en un icono de la industria petrolera y un promisorio símbolo de la riqueza recién descubierta. De tal suerte, algunos piensan que cuando se descubre un yacimiento es inevitable, que el petróleo salga con la fuerza explosiva de un manantial por la boca del caño.
En el imaginario popular, este fenómeno, de producirse, debía ser celebrado por todos con grandes muestras de alegría. Por eso, no es extraño escuchar, incluso de personas relacionadas con la industria, exclamar con esperanza: “¡estoy loco por ver el chorro salir por la boca del pozo!”.
En efecto, los reventones ocurrían en los momentos iniciales de la industria, a finales del siglo XIX o principios del siglo XX, cuando las herramientas eran básicas, faltaba tecnología y se carecía de los instrumentos y métodos para controlar los pozos. Los perforadores trabajaban con la incertidumbre constante de una indeseable explosión.
Desde siempre, los productores de petróleo se preocuparon por eliminar estos derrames, sobre todo a partir de estimaciones económicas, pues se perdía mucho material. Además, estos reventones representaban un enorme peligro de incendio en los cuales, eventualmente, se perdía todo el equipo y se dificultaba la operación de control. Por último, lo que era más grave: las potenciales lesiones a la dotación que podía, incluso, llevar a percances fatales. A causa de estos, murieron trabajadores, se destruyeron equipos y se cubrió el paisaje con millones de barriles de petróleo, toda una catástrofe medioambiental.
A pesar de su aureola sentimental, los reventones de petróleo eran extremadamente peligrosos y derrochadores. La perforación de pozos en la actualidad se realiza con todos los elementos y precauciones para evitar que se derrame un solo litro de petróleo. De tal suerte, las surgencias incontroladas de petróleo, aunque persisten, son cada vez más y más raras.
Algunos reventones históricos
Entre los primeros se encuentra el pozo Little & Merrick, en el noroeste de Pensilvania, Estados Unidos, que comenzó a brotar petróleo el 17 de abril de 1861. El espectáculo de la fuente de petróleo fluyendo a un caudal de unos tres mil barriles diarios había ya atraído a unos 150 espectadores cuando el pozo estalló en llamas, arrojando una lluvia de fuego sobre el gentío empapado de petróleo: 30 personas murieron.
Otros pozos manantiales famosos en esta misma región fueron el Phillips #2 con cuatro mil barriles diarios en septiembre de 1861 y el pozo Woodford de tres mil barriles diarios en diciembre de 1861. El pozo Lucas en Spindletop, Beaumont, Texas, EE. UU., fluyó en su punto máximo a cien mil barriles por día, en 1901. El pozo triplicó la producción petrolera estadounidense de la noche a la mañana y marcó el inicio de la industria en el estado de Texas.

Otro de los derrames de gran magnitud ocurrió el 15 de marzo de 1910, en el campo petrolífero Midway-Sunset, en el condado de Kern, California. El pozo entró en erupción y fluyó durante 18 meses antes de que fuera controlado y tapado. Para entonces, se habían derramado nueve millones de barriles de petróleo, creando un lago lo suficientemente grande como para que la gente pudiera navegar en balsas.
El mayor de la historia de estos grifones sin control fue el pozo Cerro Azul 4, en la Faja de Oro de Tampico, México, el cual explotó en febrero de 1916. En realidad, nunca se ha podido conocer el volumen de su producción, porque el crudo corrió por el terreno hasta un arroyo cercano. Se perdió una enorme cantidad a pesar de que se construyeron varias represas para almacenarlo, como es natural, con grandes pérdidas.
Los estimados de rendimiento diario varían entre 135 mil y 260 mil barriles, lo que era, aproximadamente, el 25 por ciento de toda la producción mundial. El pozo Barroso 2, en Cabimas, Venezuela, en diciembre de 1922, fluyó a un ritmo de alrededor de 100 mil barriles diarios marcando el inicio de la gran industria petrolera en el hermano país (ver foto inicial).
En tiempos recientes, la mayor erupción de petróleo de un pozo, en este caso submarino, ocurrió el 20 de abril de 2010, en el campo petrolífero Macondo, en el Golfo de México. El derrame provocó la explosión y posterior hundimiento de la plataforma móvil de perforación marina Deepwater Horizon, una de las más modernas y mejor equipadas del mundo. Si bien se desconoce el volumen exacto del crudo derramado, las mejores estimaciones son de unos 4,9 millones de barriles al medio marino, antes de que el caño fuera finalmente sellado.
Toda la tecnología en función de prevenir y evitar el reventón
Desde hace mucho tiempo la perforación se hace controlando el petróleo, gas o agua fósil presentes en la formación geológica y de esta forma evitar su entrada incontrolable de en el espacio del caño. La presión hidrostática que ejerce la columna de fluido de perforación contra las paredes del pozo, evita que se produzcan estos reventones. Este líquido, llamado lodo de perforación o simplemente lodo, es una mezcla de decenas de agentes químicos en agua o aceite.
El lodo de perforación cumple, además, otras muchas funciones en el proceso de perforación, como son: remover y transportar los recortes de roca, enfriar y lubricar la barrena y la sarta de perforación, formar una barrera en la pared del pozo para evitar inestabilidad, transmitir información de los sensores cerca de la barrena, mover motores de fondo, y proporcionar flotabilidad a la sarta de perforación, entre otras.
La presión que ejerce el fluido de perforación sobre las capas subterráneas tiene que ser lo más exacta posible. Un defecto provoca la entrada incontrolable de líquido, pero un exceso también debe ser evitado, so peligro de inducción de fracturas y con ellas las pérdidas de circulación.
La tecnología de control de los pozos incluye el establecimiento de varias barreras de seguridad, las cuales se diseñan desde el proceso de planificación del pozo. La información geológica permite predecir la presión de los fluidos en la capa y otros peligros que se contrarrestan con un programa detallado de medidas técnicas. Se hace un énfasis especial en la calificación de los perforadores y de toda la tripulación del equipo, porque un mal manejo puede provocar un brote. Entre los errores más frecuentes están: el efecto de embolo al sacar rápidamente la tubería, mal manejo de la densidad del fluido de perforación, pérdidas de circulación inducidas, la contaminación del lodo con gas y el llenado insuficiente del caño cuando se cambian los tubos.
Es importante conocer cuáles son las señales que pueden avisar sobre la posibilidad de un golpe de presión. Entre otras, se encuentran:
- – Incrementos en la velocidad de penetración.
- – Reducción del peso de la tubería de perforación.
- – Cambios en la presión de las bombas del fluido de perforación.
- – Cambios en la tasa de retorno del fluido de perforación (por exceso o por defecto).
- – Contenido de gas o petróleo en el fluido de perforación.
- – Presencia de gas libre.
Cuando ya se han probado todas las medidas de control, pero se mantiene la situación de erupción inminente, la última barrera es el preventor de reventones. Un preventor de reventones (Blow Out Preventor – BOP, en inglés) es un complejo dispositivo que consiste básicamente en una o varias válvulas de cierre apiladas, que se instalan en la cabeza de un pozo para sellar definitivamente el caño en contados minutos, cuando se accionen. Entre los principales elementos del preventor se encuentran las válvulas anulares o de cizalla, líneas hidráulicas, módulos de control, acumuladores hidráulicos y tuberías.

Los derrames en pozos petroleros son cada vez menos, pero continúan sucediendo. En especial, los ocurridos en el mar clasifican como grandes tragedias medioambientales. Cada derrame es una advertencia de los peligros que enfrenta la sociedad. El estudio de estas catástrofes demuestra que, a pesar de los avances tecnológicos y de las regulaciones más estrictas, el factor humano es siempre el detonante de los accidentes.