Fotos: Rosmery Pineda Mirabal, enviada especial
China es una experiencia inolvidable: un viaje fugaz, pero con más de 50 horas de trayecto entre autos, avión y tren bala.

Beijing; el destino final: la provincia de Shanxi y sus 33 millones de habitantes y la estancia en la ciudad de Taiyuan: un piso 11.
China: una alteración del tamaño de las cosas, semáforos por doquier, miles de autos en Beijing, embotellamiento constante, edificios enormes, edificios gigantescos, jardineras perfectamente cuidadas y vibrantes, sauces antiguos, clima fresco, banderas rojas, luces, luces y luces… Palitos chinos en todas las mesas, mesas giratorias, sopas con wantón, picante, té de hierbas, pato pekinés, dumplings, baos dulces, fruta del dragón.


Horas contadas, puntualidad, precaución, instinto de periodista científica activado, fotógrafa a tiempo completo, inglés españolizado con su toque mandarín(a), un equipo pequeño y querido en su justa medida, mi pedacito de Cuba, doce horas de diferencia: una sonrisa ante lo nuevo… la felicidad como un acto efímero.

El tren bala
Descubrir la estación antes que el tren. Gente, gente de todo tipo, de cualquier lugar. Ruido de terminal, tickets, equipaje, cola ligera, boletos digitales, pantallas lumínicas, alfabeto y direcciones, asientos llenos, puertos de cargas para teléfonos móviles, checking, QR, escaleras eléctricas hasta el suelo, asfalto duro, raíles a ambos lados.


Tren bala. Transporte público. Clases sociales. Asientos de dos pares. Pasajeros sentados. Pasillo despejado. Agua y una cajita sorpresa como garantía. Dentro de la cajita dátiles, un dulce y una salchicha. Operadores de viaje. Barra de velocidad en ascenso. Calma dentro y 302 kilómetros fuera. Un abrir y cerrar de ojos. Sin metáfora. Edificios en movimiento, luces, carteles, señales, ciudades en cuestiones de segundo. Ráfaga visual. Dos horas y diecinueve minutos de viaje. Última parada. Taiyuan. 22:20 pm hora de China. Noche. Cansancio. El viaje desde Cuba casi a punto de terminar.
Banderas rojas

Ciudad pulcra, cielo celeste grisáceo, claridad sobre sus calles. Avenidas de hasta diez sendas. En el extremo derecho, motos y bicicletas. Banderas cada un metro, quizá menos. Medida a ojo y cristal de por medio. El símbolo nacional espléndido en toda plaza, calle, carretera. Otro aniversario de la fundación de la República Popular China el 1ro de octubre. Una secuencia fija: lámpara, bandera, lámpara, bandera, lámpara… Un vestido con lentejuelas. Una noche volcánica con estrellas amarillas. Una oda que recorre al gigante asiático. Un intento por ganarle a la maravillosa muralla.
Shanxi
Aproximadamente 12 mil 650 kilómetros de distancia con relación a La Habana. El otro lado del mundo. La mística de Verne. Dos hemisferios distintos. Olor a pueblo y no a capital. Oeste de las montañas.

Bienvenida cálida. Nombres en español, traducción al chino. Viceversa. La historia de una provincia resumida en diez minutos de presentación. Orígenes de las primeras civilizaciones que habitaron el país, ciudad grande, río Amarillo y cobija de tres patrimonios de la humanidad. El evento más importante del año (para Shanxi) a un día de suceder. Cuba, país de honor. La colaboración a futuro. El futuro en las manos. Las opciones, las apuestas, el reto, el riesgo, el abrazo, la reciprocidad, los convenios. Shanxi dispuesta a extender sus manos como lo haría siempre un buen amigo.







Carrusel: Texto: Carla Gutiérrez Mouriz. Diseño: Leonid Prado