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Pasajes del Toa (3) (1989)

Miguel Alfonso Sandelis
03 octubre 2025 | 1 |

La reedición del Toa en la segunda guerrilla de verano, al igual que la primera, tendría también como previa una subida al Turquino en la primera semana y una estancia en la ciudad de Santiago de Cuba. Aunque se navegaría el mismo tramo que el año anterior, es decir, desde Totenemos hasta Mal Nombre, todo no sería igual.

Teníamos la experiencia de los cinco que repetíamos y, a su vez el reto de que, en vez de 11, éramos 23, lo cual estiraría más la flotilla malnombrista a lo largo del río, traería más ponches, y también más riesgos. Del total, 14 éramos hombres, 9 muchachas, y 21 estudiantes o graduados de la Cujae.

El río también había cambiado. Una reciente crecida lo había ensuciado, lo cual impedía ver las piedras en el fondo, presagiando una mayor complejidad en el descenso de los rápidos.

En mi caso, llegaba al Toa con dos complicados antecedentes: un esguince en el pie izquierdo bajando el Turquino y un extraño dolor en la cadera izquierda, que resurgió en la estancia en Santiago y que después supe era un tumor maligno. Pero ambos problemas, después de un día de reposo mientras el grupo recorría la ciudad, dejaron de dar señales al llegar al río, como si la perspectiva de otra gran aventura navegando el Toa hubieran sido su cura, al menos en la guerrilla.

Los siguientes pasajes dan luces de la segunda navegación de Mal Nombre por el Toa.

Un médico habanero en Paulino

Domingo 6 de agosto de 1989

Parados en la Vía Mulata a la altura de un lugar conocido como Paulino, podíamos ver el Toa corriendo bajo el puente de Vega del Toro, y también su color terroso.

Nos adentramos en el camino del monte y descendimos hasta el caserío de Paulino. Allí hicimos un alto, descansando en una nave techada y sin paredes, que se levantaba junto a un secadero de café.

Al continuar, vimos en una casa del médico de la familia, a un médico de La Habana y conversamos un rato con él. El joven galeno estaba haciendo el servicio social en aquel lugar tan apartado, lo cual era de una gran ayuda para aquella comunidad y al mismo tiempo servía a la formación del médico, no solo como especialista, sino humanamente.

Robo en Totenemos

Con la tropa esparcida, fuimos llegando a Totenemos. El cruce del Toa en el lugar resultó ser más complacido que el año anterior, pues el río tenía un nivel mayor y su color carmelita no dejaba ver el fondo. Por ello, lo más conveniente era recurrir al tronco que atravesaba la corriente, y eso hicimos todos.

Subimos el trillo que lleva a los secaderos y, ya arriba, comenzamos la acampada en los propios secaderos, los cuales le ofrecían bastante espacio a los 23 que éramos, a diferencia de la despulpadora que habíamos cogido como morada el año anterior. La única desventaja era la falta de techo. El lugar casi no había cambiado. Lo único nuevo notable era un bohío levantado en la orilla opuesta, cerca del arroyo.

Al caer la tarde, comenzamos a cocinar en la caseta techada que servía de cocina. Sacamos arroz y carnes en latas, buscamos leña y encendimos la candela. Antes del oscurecer, la comida estaba lista y la repartimos en la misma cocina.

Después de llenarnos, seguimos haciendo “media” en los secaderos, en lo que la noche se asomaba. Dos muchachos de unos 13 o 14 años, se sentaron al borde de uno de los secaderos y compartieron con nosotros parte de la tarde y la noche, viendo todo lo que hacíamos. Finalmente, los muchachos se fueron y nos acostamos sobre las balsas infladas, dejando a nuestro alrededor un buen reguero de cosas.

Lunes 7 de agosto de 1989

La noche se fue aparentemente tranquila, pero al amanecer comenzamos a notar que nos faltaban cosas. El Chocky era el más afectado, pues le habían robado casi todo el dinero. No había dudas, los dos muchachos observaron detenidamente nuestras pertenencias la tarde anterior y aprovecharon la madrugada para vestirse de ladronzuelos y hacernos un atraco.

Para colmo de descaro, los muchachos vivían en el bohío de la otra orilla y hacia allá fuimos armados de machetes. Salió el hombre de la casa, es decir, el padre de los muchachos, y después de descargarle en palabras toda nuestra ira y acusación hacia los muchachos, el hombre dijo que se habían ido, pero que ellos no habían sido. Mi hermano estaba más que insultado y tuve que calmarlo. Pero cualquier intento de solución del robo implicaba perder al menos un día de guerrilla, porque, o nos quedábamos allí a la espera o nos llevábamos al padre para la policía en Bernardo, para acusarlo.

Decidimos volver a los secaderos para continuar con nuestros planes. Allí hicimos una “ponina” para darle dinero al Chocky y, aunque se negó en un principio, no tenía argumentos para mantenerse en esa posición, pues no le alcanzaba el dinero para regresar a La Habana.

Los primeros ponches y la primera Princesa

Iniciando la navegación en Totenemos, Pedrito estrenó la casilla de los ponches. No obstante, el título de ponchado se lo llevaría Argelito, a quien le apodamos “El Lija” por la cantidad de veces que vio cómo se desinflaba su balsa.

En uno de los primeros rápidos, Elién se dio cuenta que a su balsa le faltaba aire y en medio del chorrero le dijo al Chocky, con la mayor naturalidad del mundo: “Ínflame la balsa”. Por supuesto que el Chocky siguió de largo, porque quién rayos se va parar en medio de un chorro que te impulsa a bajar sin freno.

Aquel espíritu comodón de Elién sirvió para que comenzáramos a llamarla “La Princesa”. Ese “título nobiliario”, otorgado por primera vez en Mal Nombre, luego se convirtió en una tradición, pues al terminar cada guerrilla de verano se selecciona al Príncipe o a la Princesa. Y fue Elién quien lo estrenó.

Los “rollos” de un fotógrafo

El Oso (mi hermano) llevó una cámara para guardar en fotos a color los lugares más impresionantes del Toa. Pero el gran reto lo tenía en la protección de la cámara, del agua. Para ello inventó todo un sistema de nylon y amarres, que impedía que el agua se filtrara hasta la cámara. Pero la operación llevaba un complicado protocolo. Cada vez que iba a tirar una foto, tenía que sacar la cámara, zafar no sé cuántos amarres y desenrollar no sé cuántas vueltas del nylon para llegar a la cámara. Luego de tirar la foto, tenía que hacer la operación a la inversa. Pero hoy se guardan imágenes muy interesantes de aquel Toa del 89 gracias a la paciencia del Oso. Un ejemplo de ello es una secuencia de siete fotos, de una tirada mía por varios rápidos en serie.

El paso por las Cuchillas y la “noticia” de Luz

Llegamos a “Las Cuchillas” y nos detuvimos en la orilla derecha para organizar el paso del primer chorrero. Algunos avanzaron sobre las grandes rocas de la derecha y se ubicaron en la “Ele” del final del chorrero. Lanzamos las balsas y estas comenzaron a bajar, pero la de Alejandro –el hermano del Chocky- se trabó en el intermedio, por lo que tuvo que cruzar a la otra orilla para rescatarla. Fue toda una odisea el avance de Alejandro por los farallones, para llegar a la “majadera” balsa y destrabarla.

Después de la Ele, seguimos bordeando la orilla derecha para sobrepasar el salto de dos metros que le sigue. Algunos nos tiramos por el rápido que continúa y después entramos en la segunda secuencia de Las Cuchillas. Tirando las balsas, esquivamos el chorrero que termina en la otra Ele y el salto final de unos cuatro metros. Con las balsas agrupadas en la poceta final de la segunda secuencia, la gente se fue tirando para recoger su balsa.

Al tocarle el turno a Luz del Alba, con una tranquilidad pasmosa, nos dijo que no sabía nadar. ¡A esa hora, terminando Las Cuchillas, Luz nos venía con la historia de que no sabía nadar! Con cuidado, la ayudamos a llegar a la balsa. Después continuó Luz navegando como si el Toa fuera el río más tranquilo de Cuba.

En el Gran Salto del Toa

Seguimos hasta detenernos a unos metros del Gran Salto. Agrupamos las balsas en la orilla derecha, zafamos las mochilas y desinflamos nuestros “navíos”. Luego nos deleitamos con la visión del salto. Mi hermano, Ulises y el Chocky pasaron a la otra orilla y el Oso se dio gusto tirándole fotos al salto. Mientras, Alexis y yo aclaramos a machete el camino de la derecha.

Pasadas las tres de la tarde llegamos al otro lado del Salto. En lo que bajaba la gente, Argelito entró en el Toa y se sumergió bajo un salto de algo más de un metro de altura, que se abalanzaba sobre una piedra. Los demás nos quedamos a la expectativa porque Argelito no salía. Allí estuvo un buen rato, pues el agua, al caer, formaba una cortina que dejaba pasar el aire a su interior. Al rato salió con una cara de pícaro. Otros más lo imitamos, tentados por la curiosidad.

Cosas de una acampada… y del hambre

Tras una larga recta, al doblar a la derecha, la extensa playa que se nos mostró nos invitó a acampar a la diestra, justo frente al bello salto de la aguada que tiene unos 40 metros de altura.

Al fondo de la playa, entre la maleza, se alzaba un vara en tierra, que se nos prestaba como techo. Iniciamos la acampada con la exprimidera de la ropa mojada. Estando en esa operación, Barbón comenzó un debate con las mujeres del grupo, principalmente con Marlén y con Adriana. El tema eran las parejas y, dentro de ellas, los mari-novios, es decir, los ajuntados sin casarse. Barbón tiene la característica de discutir y discutir, provocando a los demás, sin que a uno le quede claro cuál es su posición.

A la par de la exprimidera y el debate, sacamos toda la comida para ver cuál se había mojado, y para seleccionar el arroz y las latas de la comida de esa tarde. Vimos unos nylon de hojuelas de maíz a los que se les había colado el agua adentro, pero el hambre pudo más que el cuidado de no comer las hojuelas mojadas por el agua sucia del río. No obstante, el agua para tomar la cogimos de la aguada del salto, que se mantenía limpia.

Desde Totenemos habíamos cargado unos plátanos para cocinar. Al salir de la cocina la primera tanda de plátanos hervidos, les quitamos las cáscaras. Manolo, al verlas, se embulló a probarlas, echándoles un poco de sal. Otros más lo imitamos y el resultado de su iniciativa fue que las cáscaras de plátano hervidas volaron, implantándose así una costumbre malnombrista que ha llegado hasta nuestros días.

Con la tarde muriendo, se repartió la comida, y luego la mayoría fue al vara en tierra, buscando techo para dormir. Mi hermano armó su hamaca junto al vara en tierra y se tiró un nylon por encima.

Martes 8 de agosto de 1989

El rápido de los cuatro nombres

Después de pasar dos buenos rápidos, llegó un tercero con ciertas complicaciones. Allí el agua baja en chorro, dejando la derecha como mejor opción, pero más adelante la corriente gira a la izquierda peligrosamente. Comenzamos a tirarnos con éxito, pero al llegar el Chardo, se trabó en el medio del rápido. Celina llegó detrás y se enredó con el Chardo entre el torrente. Luego le siguieron otros, formándose una gran barahúnda. Como conclusión, decidimos llamarle al lugar “El rápido del Chardo”. En años posteriores aquel rápido tomó también los nombres de Yara, Laura y Pedro, pues los susodichos malnombristas tampoco la pasaron nada bien cuando descendieron por él.

Otra más del Chardo

Seguimos la navegación por aguas más tranquilas, pero ya en la tarde, el Chardo volvió a hacer de las suyas. Fue en un rápido que bajaba pegado a la orilla derecha del río. Había un tronco atravesado sobre la corriente y, al verlo, me agaché sobre mi balsa y logré pasarle por debajo. Rebasado el trance, le avisé a mi hermano, quien venía cerca de mí. Él también se agachó, pero el Chardo no. El resultado fue que la balsa del Chardo continuó la navegación, mientras su dueño se incrustaba contra el tronco, como tantas veces se ha visto en los muñequitos.

Mal Nombre otra vez en Mal Nombre

Avanzada la tarde hicimos un alto en el cocal previo a Mal Nombre, pero sin suerte de encontrar cocos a mano. Luego pasamos junto a arroyo Mal Nombre y terminamos acampando después de las cuatro frente a la casa de Melquíades, para concluir la navegación en la guerrilla. El hambre a esa hora era indescriptible. El “mareíto” del Toa se expandió entre los malnombristas.

Allí estaban Melquíades, su esposa, el bohío y el vara en tierra que otra vez acogería a los malnombristas. La cocina estuvo algo tarde, pero segura, para aplacar la hambruna de la tropa. De noche nos acotejamos en el vara en tierra cargado de libros en su interior, como muestra de la profesión de maestro que ejercía Melquíades.

Miércoles 9 de agosto de 1989

De la loma de La Patata a Quibiján, a Baracoa

La mañana de la jornada se nos fue en el desayuno y la caminata de unos cuatro kilómetros hasta la base de La Patata. Iniciamos la subida de la loma, después de cargar agua en el arroyo. Pronto la tropa se estiró y Celina comenzó a quedarse detrás. La rubia de piel bien blanca se puso colorada y pedía los descansos con bastante frecuencia.

Al fin llegamos a la cima y tomamos un buen descanso. Luego de que Celina se repusiera, iniciamos la bajada de La Patata. Pronto los meniscos de Janet comenzaron a darle quehacer. Pasamos una aguada, seguimos por un valle alto y más adelante iniciamos una fuerte bajada rumbo al río Barbudo. Ya en ese tramo, Janet casi no podía caminar, por lo que Manolo la tuvo que cargar en hombros para llevarla así hasta el Barbudo.

El baño en el río repuso fuerzas. El Chardo, técnico del aeropuerto, aprovechó para hablar de aviones en pleno baño. Pero al rato el tema derivó en el monotema (nombre dado a los debates políticos en Mal Nombre), formándose dos dúos en el “combate”; por un lado, Manolo y Barbón; por el otro, mi hermano y yo.

Terminó el debate, cruzamos el Toa y comenzamos la corta pero fuerte subida de la ladera. Janet la fue venciendo a paso de tortuga. Ya arriba, en la bodega de la curva de la Vía Mulata, hicimos las delicias, pues compramos unas compotas búlgaras y unos panes (cosas de aquellos años antes del Período Especial), para conformar una sorpresiva merienda. Luego caminamos hasta Quibiján y le partimos directo a la cafetería, donde unos coquitos sufrieron un ataque malnombrista. Al rato cogimos una guarandinga que nos llevó hasta Baracoa, a donde llegamos pasadas las seis de la tarde, terminando así el segundo periplo malnombrista por el río más caudaloso y enigmático de Cuba.

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Comentarios

    Noelia 05/10/2025

    Estuve esperando toda la semana por esta publicación. Muy emocionantes historias. Gracias por contar luces y sombras. Es como haber hecho el recorrido con ustedes!!!