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Fidel y la ciencia

Redacción JT
19 diciembre 2025 | 0 |

Por Dr. C. Jorge Berlanga Acosta./Foto: Rafael Martínez Arias


A propósito de la ley de ciencia que hoy se trae a este parlamento deseo compartir capítulos del prolongado y pasional lazo entre Fidel y las ciencias, sus contribuciones personales y el consecuente impacto para el bien de todos.

El que les habla es uno de los tantos Fidelistas agradecidos que siente orgullo y admiración, por quien consciente de la importancia de la educación y de la cultura como sustanciales pilares para un sistema de ciencia, inspiró y condujo el suceso cultural más estrepitoso de nuestro país – la campaña de alfabetización. Y como continuidad, en medio de la batalla de ideas municipalizó la universidad, y hasta hizo que en todos los estanquillos del país se pusieran a la venta tabloides con obras clásicas de la literatura cubana y universal.

Siento admiración y orgullo por quien indicó la creación en 1962 de la Academia de Ciencias de Cuba – heredera de la academia de ciencias médicas, físicas y naturales, así como la subsiguiente constitución en 1994 del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente. Fidel, fue infatigable predicador del cuidado de eco sistemas, del medio ambiente, y se adelantó y alertó sobre las nefastas consecuencias del cambio climático que hoy padecemos.

En 1963 inspiró y apoyó el surgimiento del ICIDCA, y tras este, una amplia estela de centros e institutos de investigación de la agricultura y otras ramas que incluyeron Cibernética y Computación, Información Científica, Zoología, Suelos, Geofísica y Astronomía, Investigaciones Técnicas Aplicadas, y el Instituto de Investigaciones Fundamentales de la Agricultura Tropical. Dentro de esta pléyade también se encontraba el Instituto de Meteorología – una de sus prioridades, al que aportó su energía y recursos tecnológicos.

El que en 1964 nuestro país librara una batalla frontal contra bandidos de toda laya en el Escambray y otros sitios de nuestra geografía, no desvirtuó a Fidel de su tesón científico. En ese momento fue el más aplicado alumno del curso impartido por su invitado personal, el científico francés Andre Voisin, creador del sistema de pastoreo rotacional intensivo. Fidel se apasionó y estudió sobre la genética vacuna, la salud y la alimentación animal, así como por la obtención de razas hibridas resistentes al trópico. Igualmente se empeñó en el estudio de variedades genéticas de cultivos para hacerlos más resistentes a enfermedades, o sencillamente hacerlos más productivos.

Por inspiración suya surge el CENIC en 1965, la incubadora de numerosos centros científicos que posteriormente debutaron, y que tanto de bien han aportado – entre estos el CENSA, C-NEURO, CIE, el Centro de Ozonoterapia, etc, etc. Siento admiración por aquel primer ministro del gobierno revolucionario que en 1967 indicó al comandante Machado Ventura la creación de los institutos nacionales de salud con fines investigativos, asistenciales, y docentes, – entre otros, Cardiología, Oncología y Radiobiología, Neurocirugía, Endocrinología, Gastroenterología, Nefrología, Inmunología y Hematología. Huelga hablar de las contribuciones a la ciencia y a la salud aportados por estos centros en casi 60 años.  

Siento orgullo y admiración por el hombre que en un año realizó 348 visitas al instituto Finlay, cuando el surgimiento de la vacuna anti-meningocóccica se encontraba en pleno apogeo. El hombre que concibió, prácticamente diseño, e inauguró en 1986 el cardio-centro pediátrico del William Soler con fines asistenciales, pero también científicos, y docentes. Este centro fue uno de sus amores al que visitó en más de cien ocasiones.

Admiro al gran estadista que el 30 de noviembre de 1989, al inaugurar el hospital pediátrico Juan Manuel Márquez, anunciaba al mundo que ya Cuba disponía del Factor de Crecimiento Epidérmico-hr, para cicatrizar quemados – y para el que vaticinó un futuro paralelo en otras enfermedades.

Siento orgullo y admiración por el visionario que en 1980 creó el Frente Biológico, antecedente del Polo Científico, y consecuentemente de BCF. Por su impaciencia, empeño y permanente acompañamiento se crearon numerosos centros investigación, cuyos frutos resultan tan cotidianos, que pueden parecer transparentes, o pasar inadvertidos. Hoy, cada paciente oncológico que reciba la vacuna contra el cáncer, un monoclonal, o el Heberferón – también fruto de su vaticinio; o un paciente infartado que reciba SK-r, un neonato con membrana hialina al que se le administre Surfacén, o aquel que sufra de Vitíligo y reciba Melagenina… En todas estas epopeyas cotidianas, sencillamente está Fidel como primer autor.

Más recientemente, si en este país fue posible salvar de la muerte a miles de sus hijos gracias a las vacunas contra el SARS-Cov 2, en gran medida fue por la existencia de una masa de investigadores medularmente comprometidos, algunos oriundos de la generación primigenia, y los más jóvenes, como fieles herederos de su legado, llevan su nombre escrito en el corazón.

Y es que el mérito de Fidel no se limita a la creación de laboratorios, universidades, e institutos, ni al rescate de la inteligencia, ni a la siembra de oportunidades como expresara aquel 15 de enero de 1960 -, sino más bien a la edificación de una política nacional de desarrollo de la ciencia, sustentada en sublimes valores éticos y humanistas –exhortándonos – y cito, no hay derecho a regatear horas de esfuerzo, cuando la vida de muchas personas puede depender del trabajo que estamos haciendo.– así expresó hace ya casi 40 años al inaugurar el CIGB.

De este modo surgió el concepto de la consagración. Fidel nos convocó a la unidad e integración interinstitucional, al sano trabajo en equipo, al despojo de fanfarrias, vanidades y sordideces; y fue el creador del concepto de ciclo cerrado en la ciencia. Para Fidel la creación del sistema de ciencia en Cuba fue una batalla de ideas más. A propósito – antes de la Revolución existieron grandes hombres de ciencia, Finlay – por solo mencionar a uno, que bien pudo merecer el premio Nobel de medicina, pues tuvo el mérito de inaugurar el paradigma de la participación de un vector/hospedero en la etiopatogenia de una enfermedad. Irónicamente, sobre su inédito hallazgo cayó la sombra del plagio y el escamoteo carroñero.  

La educación, la cultura, y la ciencia resultan consustanciales a su propia existencia. Sencillamente Fidel no concebía la ciencia sin el consecuente beneficio humano y social, creando desde la base misma estructuras como el Fórum de Ciencia y Técnica, las Brigadas Técnicas Juveniles, la red de Joven Clubs de computación.

Su interés por la computación es tan raigal como la misma CID 201 surgida en 1970, y no se detuvo hasta inaugurar la prestigiosa UCI en el 2002.  Sus ideas y aportes son múltiples en diferentes ramas del saber. No obstante, la mayor de sus genialidades personales corresponde al campo de las ciencias sociales y humanísticas. Su impronta es acicate cotidiano, y sus ecos trascenderán los tiempos más allá de su centenario.  

En las postrimerías de su vida permaneció consagrado al estudio de las plantas proteicas y sus derivados para la alimentación animal y humana – legando un enjundioso prontuario acerca de la agrotécnia de estos cultivos y sus bondades nutricionales.  Un elocuente testimonio de su amor por la ciencia ocurrió en febrero del 2015, cuando fue visitado en su casa por los cinco héroes. A la pregunta de uno de ellos a Fidel- acerca de lo que deberían hacer estando ya asentados en la Patria su respuesta fue lapidaria: ¡Sean científicos!

No me perdonaría en este minuto omitir los nombres y el recuerdo de valiosos compañeros que al lado del comandante en jefe consagraron su vida a la creación científica para el bien de Cuba y cualquier otro confín: la Dra. Rosa Elena Simeón, y el Dr. Jose Miyar Barrueco (Chomi) – su leal escudero y amigo. Mi recuerdo también al Dr. Jose Ramón Balaguer quien, desde su posición de ministro de salud pública impulsó la introducción de resultados de la biotecnología en la práctica médica.  

Como diría Ignacio Ramonet -y cito –Pocos hombres han conocido la gloria de entrar vivos en la leyenda y en la historia. Fidel es uno de ellos.

Concluyo retomando una simple pero conmovedora expresión del General de Ejército, en una visita suya en el 2018 a la escuela especial Solidaridad con Panamá: Cuando veo cosas así, admiro más a Fidel.

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