Para José Ramón García la sección Ideas Prácticas fue uno de los encargos que desempeñó con más entrega durante sus años de trabajo en Juventud Técnica. Llegó a la revista muy joven, recién graduado de Periodismo, cuando la publicación ya tenía una década de fundada, y rápidamente empatizó con los trabajos para el apartado dedicado a los innovadores.
“Ideas Prácticas surgió desde inicios de la revista. Lo atendían varias personas, como Rubén González del Pino, y se nutría de muchas colaboraciones. Cuando Rubén se fue, a pesar de que yo me ocupaba de sectores como Salud Pública, el INDER, la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores (ANIR) y el sector cultural, asumí compilar los trabajos que entraban para la sección y empecé a vincularme más activamente” recuerda.
Para él, a pesar de que estuviera inmerso en varias investigaciones a la vez, el ambiente de trabajo y la acogida de los lectores siempre lo motivaron a tener varias propuestas en la tinta de Ideas Prácticas.

Hubo varias secciones de este corte, pero cada una con sus características. “Constrúyalo Ustedse nutría de trabajos extensos, apoyados con varios gráficos y esquemas; Hágalo Asíincluíapropuestas sencillas que no excedían media cuartilla. Un trabajo de Ideas Prácticas podía ser bastante amplio, con planos y diagramas, cuando se trataba de una entrevista a un innovador o investigador destacado de las Brigadas Técnicas Juveniles (BTJ) o de los centros de desarrollo. Pusimos en práctica otro apartado llamado Soluciones,que era realizado por el diseñador Carlos Masvidal, donde prácticamente no se colocaba texto porque la ilustración hablaba por sí sola”, explica mientras hojea uno de los trabajos de Soluciones, que luego se imprimió en un libro de Ideas Prácticas.
Múltiples ediciones impresas compilaron durante cerca de seis años, selecciones de estos espacios, publicadas primero en JT, que guiaban a los lectores a solucionar problemáticas cotidianas y más complejas.
Con algunos ejemplares a mano, cuenta que, para él, Ideas Prácticas en su momento, era la razón de ser de Juventud Técnica, “porque el objetivo era aclararles dudas a los lectores o que también pudieran hacer los trabajos que compartíamos”.
Como recoge el prólogo de la edición publicada en 2004, escrito por José Ramón García, en esos textos se puede encontrar desde cómo hacer un toldo portátil, o un catre para la etapa preescolar de niñas y niños, hasta reparar pilas de bronce o, incluso, elaborar cercas peerles, entre otras propuestas.
Para quien también se considera un innovador, muchas de las propuestas surgían de lluvias de ideas entre el equipo de trabajo de la revista, consultas en la biblioteca o miradas a otras publicaciones como Mecánica Popular o la revista Sputnik, rememora.
“A veces los innovadores o los lectores escribían a la revista para compartir las ideas que tenían. Entonces yo iba a sus casas para testimoniar los proyectos junto a los fotógrafos Eduardo Cubas y Brígido Díaz. Los creadores de lo que se publicaba eran cualquier persona que tuviera ideas, talento o chispa, sin importar si eran o no especializados en el tema, o aquellos que habían resuelto un problema y querían compartir la solución”.
José Ramón recuerda que cuando algún lector tenía muchas dudas sobre un artículo publicado en la sección, él lo ponía en contacto con el innovador, con el consentimiento de este último y luego era una alegría recibir las opiniones de ambas partes motivadas con el trabajo. Aunque siempre había algunos que generaron mucha demanda o polémica.
“El detector de metales me lo pidieron durante casi dos años seguidos, lo publicábamos y nos lo pedían volver a publicar. Esos números que lo contenían tuvieron mucha demanda. Yo les preguntaba a quienes escribían el porqué de la demanda y me decían que querían encontrar tuberías de cobre en sus casas u objetos perdidos. Eso fue una idea que vi en una revista extranjera, pero llevaba muchos implementos de transistores y otros detalles; le pedí entonces a un amigo ingeniero y colaborador de las secciones que me ayudara a adaptarlo a una maleta pequeña y portátil de fácil uso, sin esperar que tuviera tanto impacto”, relata entre risas.
Otra de las obras relevantes vinculadas a JT es el volumen Y sin embargo, ciencia, publicado por Casa Editora Abril en 1999, donde José Ramón y otros periodistas compilaron 30 entrevistas a personalidades que han dejado huella en el quehacer científico cubano.
Pero la creatividad de José Ramón trascendía los espacios impresos, pues al poco tiempo de llegar, propuso al director de JT en ese momento, Homero Alfonso, hacer una convocatoria a los coleccionistas de la revista para que solicitaran los números que faltaban en sus colecciones, los cuales se les enviaban por correo postal al precio que los compraban en los estanquillos, una iniciativa para distribuir muchos ejemplares almacenados por años y evitar que se echaran a perder.

“Fue tanta la convocatoria que me pusieron una secretaria para organizar paquetes y recoger pedidos. Había personas que mandaban listados con 10 o con 60 números que querían; así, poco a poco, se vació el almacén y las revistas se salvaron del deterioro”, celebra.
Es difícil separar a José Ramón García de las secciones prácticas. Incluso años después de retirarse de la revista y del periodismo, continúa aplicando los conocimientos de lo que publicaba en su día a día como carpintero restaurador, casi que, al oírle hablar con los libros en la mano, los diagramas cobran vida propia en la voz de quien los atesora con tanto cariño.