Fotos: Christian Suárez Castro
Zarandea varias veces a la muerte para que nuestro encuentro no se postergue demasiado en el tiempo. Debe estar vivo la próxima semana, pero insiste en su vejez con naturalidad como quien tiene entendido el proceso de la vida sin ningún tipo de supersticiones. Lo confirmaré luego, cuando la conversación fluya en un ritmo ascendente marcado por el decursar de los años.
Germán Fernández Burguet camina por el pasillo del Centro de Capacitación del MINTUR para las provincias de La Habana, Artemisa y Mayabeque, ubicado en el complejo comercial del Hotel Comodoro, en el municipio capitalino de Playa. Lleva una camisa a rayas, pantalón de mezclilla y zapatos de color marrón. Su vestimenta roza lo formal, sin ser aburrida.
Iremos hacia una de las aulas donde ahora imparte clases de Comunicación y allí, dentro de cuatro paredes, comenzará la entrevista sacando de su bolso unos viejos papeles. Esos legajos vienen siendo la constancia de su primer trabajo y la más obvia coincidencia entre nosotros. Y es que a pesar de las varias generaciones que nos separan, siendo jóvenes ambos escribimos para la revista de divulgación científica Juventud Técnica.
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Durante los años 1965 y 1966, en Cuba, la creación de medios de prensa y publicaciones mensuales, como revistas y boletines, estaba en pleno apogeo. Por aquel entonces, las Brigadas Técnicas Juveniles (BTJ), recién creadas, realizaron una actividad en su sede principal en la intersección de J y 17 en el Vedado de La Habana. Germán asistió por petición de un amigo y supo sobre dicho movimiento y la propuesta de crear un instrumento para la divulgación científica de la época.
En uno de los papeles que me muestra, con información a ambos lados y sin fecha de emisión, consta el siguiente texto: “Este movimiento es orientado por la UJC Nacional. Como órgano oficial del mismo se imprime la revista ‘Juventud Técnica’. Creemos que aquellos compañeros que deseen colaborar con esta publicación deben conocer de ella lo que exponemos como sigue (…)”.
Le continuaban de manera escrita sus objetivos y las características de la revista, además de una serie de indicaciones que debían cumplirse a la hora de redactar. Al final, el cierre era una frase en mayúsculas sostenidas: “HACER LA REVOLUCIÓN TÉCNICA”.
Esta carta, dirigida a los futuros colaboradores de JT, la debe haber recibido Germán en ese encuentro, aunque no lo recuerda con exactitud, pero sí asegura haber enviado su artículo número uno tras conocer todos estos detalles.
“El primer trabajo de prensa nacional que publiqué fue en la página de ciencia y técnica que tenían las BTJ en el periódico Juventud Rebelde, encargada a Arnaldo Coro Antich. Después fue que vieron la luz los números de JT, en los que ya se imprimía mi nombre como redactor”.
Periodista de vocación
Estos espacios del movimiento estaban dirigidos a los jóvenes menores de 30 años de los diferentes niveles (universitario, técnico y obrero calificado), que aprovecharon la oportunidad de contar sus investigaciones en la prensa. En el caso de Germán sucedió algo similar, aunque él no era ingeniero, como aparece escrito en el artículo “Hija de su tiempo”, publicado en el número especial por el 45 aniversario de Juventud Técnica. Según explica, esta confusión se debe a un comentario hecho por su colega periodista Bruno Enríquez.
Germán estudió tres años la licenciatura en Química, y terminó graduándose en Educación para la especialidad de Química, la que llegó a ejercer rato después hasta convertirse en asesor nacional de esta materia en la Facultad del Curso Secundario de Superación Obrera del Ministerio de Educación y trabajar en el departamento de medios de enseñanza del Instituto Central de Ciencias Pedagógicas.
“En Juventud Técnica mi encargo era la sección ¿Conoce usted este elemento?, una propuesta destinada a que los jóvenes conocieran la tabla periódica. La sección la inició el compañero José Blanco Prieto, quien sí era licenciado en dicha ciencia, y posteriormente yo la continué durante diez años. La asumí siendo una sección gráfica y, con el tiempo, osciló entre las ilustraciones y escritura”, rememora.
La cifra de la cantidad de redactores-técnicos en un principio no la recuerda, aún así menciona algunas personas que dentro de la revista fueron entrañables para él, como el presidente de las BTJ y creador de JT: José Ramón López; además de su primer director Jesús Álvarez y el joven redactor Francisco Ramírez Sánchez, uno de sus más cercanos compañeros.
Según cuenta, con este último también compartía como fotógrafo: “Ramírez y yo teníamos una cámara con la que hacíamos las fotos para los trabajos del mes. Luego nos auxiliábamos de la Agencia Prensa Latina e íbamos hasta su sede para recogerlas”.
Todos ellos formaban parte de aquella dinámica cotidiana, de ese “colectivo noble y de mucha experiencia, principalmente, en las partes de redacción y diseño”, que hoy conserva sus créditos en “el manchón” de los antiguos ejemplares.
Entre novatadas y deseos de hacer, en momentos de profunda efervescencia revolucionaria, el primer trabajo de Germán sí cumplió con la expectativa de sentirse realizado, sobre todo porque estar en el entramado público le permitió relacionarse con muchas personalidades del país, con “los generales de la ciencia y la técnica”, como él mismo los llama.
“Yo empecé en la revista con 18 o 19 años. Era un niño prácticamente, un muchachón. Pero un muchachón con ganas de hacer. Estaba en ese momento de la juventud en que hay que aprovechar la edad porque si no, después, viene la sedimentación, donde piensas un poco más las cosas porque estás madurando, algo así como la curva de la vida. Si vamos al marketing, después de la curva de la vida de un producto –no es que nosotros seamos un producto, somos seres sociales– comienza el declive. Entonces es necesario aprovechar los momentos”, dice.
Salir de JT, sin que JT saliera de él
Dejó de trabajar en la revista porque le pagaban muy poco (o prácticamente nada) y comenzó entonces su labor en el sistema de educación. “Fue breve el tiempo que estuve como trabajador en JT, lo que figuraba como tal porque seguía colaborando e iba con frecuencia a la sede. Antes la redacción tenía algo que ataba y no te dejaba ir”.

Afirma que aún así daba gusto pertenecer al colectivo. Es entonces cuando menciona al famoso Consejo Científico-Técnico Asesor, en donde “estaba lo más valioso y brillante de la ciencia en este país”, un grupo de expertos y académicos que los visitaba con asiduidad para revisar los trabajos. Ello garantizaba que “nunca tuviéramos problemas desde el punto de vista técnico o político”.
Tanto de redactor como de colaborador, Germán asegura haber vivido “todos los gobiernos de la revista hasta finales del siglo” y haber aprovechado la mayoría de las oportunidades que JT le propició. No siendo igual ahora, cuando el trajín diario apenas le alcanza para leer los nuevos números que se venden a través de la tienda online de la Editora Abril. “Estoy más apartado porque tengo otras responsabilidades, como impartir cinco asignaturas aquí”. Y cuando dice “aquí” hace referencia al lugar donde hablamos un lunes de mayo de 2025.
De redactor a director
Después que Homero Alfonso, director de JT por varios años, pasara a trabajar en la Editora, propone a Germán como su sustituto, quien ocupa el cargo durante casi un año y medio: desde marzo de 1989 hasta julio de 1990.
Como mismo había sido antes, “la dinámica productiva era sencilla dada la buena relación que caracterizaba al equipo. Nos sentábamos y hablábamos de temas con los de diseño y ahí surgían las ideas. En esa etapa, yo escuchaba mucho lo que decía el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Así fue como se hicieron los trabajos de la zeolita y el del terraceo, tratando de que el artículo central estuviera en consonancia con lo que decía Fidel”.
En su opinión, uno de los mayores méritos que atesora asumiendo el cargo de director fue el número 265 de la revista, dedicado al centenario de La Edad de Oro.

Como contraparte a lo anterior, desprende cierta molestia al pensar en la ausencia de una publicación original y me advierte varias veces aquello de que “nunca Juventud Técnica trató de parecerse a ‘Mecánica Popular’ . La gente decía que era su sustituta y eso ni siquiera estuvo en las ideas. Lo nuestro era hacer una revista con características propias”.
No ha terminado de argumentar, solo hace una pausa y continúa hasta sentirse complacido consigo mismo: “La revista, aunque le duela a muchas personas, es –o era– una de las revistas más buscada. Primero, porque tenía las ‘soluciones prácticas’, el ‘Hágalo así’, el ‘Constrúyalo usted’… Y, después, porque se comenzó a publicar sobre las antenas de televisión y en cada número de JT salía un nuevo diseño de antena”.
“La revista se imprimía todos los meses, se llevaba a las BTJ y luego se vendía en los estanquillos. Nosotros calculábamos los lectores por lo que se quedaba sin vender y generalmente JT desaparecía muy rápido de los estantes. Yo creo que la gente la perseguía tanto por esa serie de cosas, porque el pueblo cubano es inventor, es un pueblo cacharrero”.
A mediados de 1990, Germán cesa sus funciones en la revista y comienza a dirigir la publicitaria Coral, de Cubanacán. Alrededor de esa misma fecha, JT desaparece a consecuencia del Periodo Especial.
El largo camino de la ciencia
En casi seis décadas de trabajo, que no suceden en un abrir y cerrar de ojos, Germán ha tenido la suerte de apreciar el camino de la ciencia en Cuba y el de nuestra revista Juventud Técnica, ya sea como periodista o como lector. Por ende, sus palabras adquieren el doble de valor cuando aconseja un periodismo científico más profundo y comprometido con la verdad.
“Para hablar de ciencia y técnica lo primero y más importante es estar preparado; lo segundo es respetar al otro. Si tú eres hacedor de pirulíes, no puedes entrometerte con el hacedor de maní garapiñado; esta pudiese parecer una comparación muy simplista, pero la idea es demostrar que estamos hablando de dos cosas diferentes, con dinámicas diferentes en su proceso de creación y en su resultado final”.
Además, destaca otra idea: “hay que tener ese `ángel´, esa forma natural de lograr que la gente entienda cuando le estás contando algo. Y por supuesto, una constante en el tema de la información, saber discernir entre qué es negocio, qué es ciencia y qué es técnica”.
A su modo de ver, las nuevas generaciones interesadas en hacer este tipo de periodismo en las líneas de la revista, tienen pendiente el compromiso de estrechar los vínculos con sus fundadores para que el comienzo no les sea tan lejano.
“No es que imitemos lo que se hacía en aquella época, ‘se debe cambiar todo lo que deba ser cambiado’, sino lograr que se conozca su génesis. Porque no ha sido fácil mantener 60 años de revista y, sin embargo, ahí está Juventud Técnica”.