Foto: Tomada del sitio web del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola
Por Iramis Alonso Porro
¿Qué mundo queremos dejar a las próximas generaciones? Esta no es solo una pregunta poética, sino urgente y concreta en medio de una crisis climática que ya quema ciudades, seca ríos, desplaza comunidades y pone en jaque los límites físicos de este planeta que habitamos, el único que por ahora es capaz de acoger al homo sapiens.
Las cumbres del clima, como la que está ocurriendo en la ciudad de Belém do Pará, en Brasil, no son ya solo reuniones técnicas entre diplomáticos y expertos negociadores, sino espacios para que la humanidad reflexione sobre asuntos fundamentales para la supervivencia: ¿cómo reducir las emisiones sin profundizar las desigualdades? ¿quién paga por los daños que ya no se pueden evitar? Y en medio de todas ellas, inevitablemente, emerge la cuestión de la energía: ¿cómo garantizar que la transición a energías limpias sea justa para quienes menos tienen, pero más sufren?
Consciente de esa gran responsabilidad, en el peor de los contextos posibles, con un sistema electroenergético envejecido, incapaz de responder a la demanda de energía para sostener tanto el desarrollo económico como la reproducción de lo individual y social, un pequeño grupo de directivos y expertos del Ministerio de Energía y Minas de la República de Cuba, junto a empresarios del sector y académicos vinculados al área de las fuentes renovables de energía, arribaron a Belém para desde sus respectivas visiones y experticias, con un enfoque de complementación, apurar la búsqueda de alternativas tecnológicas, organizativas y financieras con vistas a acelerar los procesos de transición energética en el archipiélago cubano.
“Estamos aquí en Belém porque es evidente que hay una conexión básica entre transición energética y cambio climático”, apunta la ingeniera Mayte Mazorra González, Directora de Ciencia, Tecnología, Innovación y Medio Ambiente del MINEM, punto focal de cambio climático para el sector energético.
“La Contribución Nacionalmente Determinada, que lidera los temas del Plan de Enfrentamiento al Cambio Climático, plantea un 24 por ciento de penetración de las fuentes renovables de energía para el 2030. Pero adicional a este compromiso, estamos introduciendo el tema mercado de carbono y la posibilidad de obtener lo que se llama financiación climática. Para ello es imprescindible dinamizar las alianzas, y construir nuevas”.
Una figura clave en este proceso es Elaine Moreno Carnet, responsable de la arquitectura financiera para la transición energética del Ministerio de Energía y Minas.
“Nuestra presencia comienza en darle continuidad a un grupo de relaciones que habíamos empezado con actores de la cooperación internacional e inversores que se dan cita aquí. Con ese objetivo hemos tenido encuentros importantes con bancos de desarrollo, agencias de cooperación, inversores privados y otras entidades, para evaluar acciones que de conjunto pudiéramos hacer para implementar la transición energética en cada uno de sus ejes.
“Por tanto, hemos trabajado desde los mercados de carbono, asociados, por ejemplo, a la energía solar fotovoltaica que hoy se instala en Cuba, hasta todo lo que tiene que ver con la innovación financiera en términos de cadenas de valor de la energía.
“Adicionalmente, en este contexto, hemos considerado un enfoque diferente a los subsidios en términos de incentivos locales y desarrollo para la introducción de fuentes renovables de energía en todos los sectores desde el lado del consumo, las localidades, las empresas. Y también en asuntos asociados a los microcréditos para fomentar las empresas de servicios energéticos y otras múltiples herramientas de innovación financiera que estamos en función de poder implementar en Cuba”.
Específicamente en la construcción de toda esa arquitectura financiera, el papel del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha sido muy relevante en materia de asistencia técnica. Y la COP 30 se constituyó en un espacio para profundizar ese vínculo, luego del diálogo con Lyes Ferrouki, líder regional del equipo de Medioambiente y Energía del PNUD para América Latina y el Caribe.

Con él se conversó sobre nuevas opciones a explorar para financiamiento a la transición energética. “Toda vez que Cuba, precisamente en el sector financiero, se encuentra desconectada de las innovaciones más importantes porque estamos fuera del sistema financiero internacional como resultado del bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos hacia nuestro país, las diferentes agencias, programas y organizaciones de la cooperación internacional son fuente para poder acceder a ese conocimiento”, valora Elaine Moreno.
Otra de las áreas que se está empezando a explorar en cuanto a captación de recursos financieros se encuentra en el ámbito de la adaptación a los efectos del cambio climático.
La dirección de ciencia del MINEM, asegura Mayte Mazorra, es consciente que el sistema electroenergético nacional requiere tener la capacidad de ser resiliente ante fenómenos climáticos extremos o ante los cambios que supone, por ejemplo, la introducción de nuevas tecnologías. Resulta imprescindible tener un sistema electroenergético resiliente, adaptable, con personas que tengan capacidad para asumir también el uso de esas tecnologías. Porque el cambio no es solo tecnológico, sino también cultural.
El sector académico y el empresarial han estado acompañando este actuar desde la política pública. Como dice la propia Elaine Moreno, “todas estas iniciativas que comentamos, después tienen en la empresa su realización, porque es donde se ejecutan y donde van a tener continuidad como negocio”.
En paralelo el sector científico y académico tienen que entrar a estos procesos cuando las iniciativas requieran de una indagación científica, un estudio para adaptarlas a determinados contextos o tecnologías y luego de evaluación de los resultados.
La Dra. Lídice Vaillant Roca, directora del Laboratorio de Fotovoltaica del Instituto de Ciencias y Tecnologías Materiales y de la Facultad de Física de la Universidad de La Habana, tiene muy clara esa misión, pero va más allá. Para ella, el ejercicio de concebir para esta COP 30 una misión conjunta y diversa es el primer resultado intrínseco: compartir la experiencia profesional desde la óptica o desde la visión de cada uno de los participantes y de esa manera ya enriquecer el intercambio profesional.
“Para un investigador participar de conjunto con la entidad responsable de hacer la política pública y al mismo tiempo con las entidades responsables de obtener valor de los procesos tecnológicos, que serían las empresas, obliga a salir de los espacios puramente académicos e interactuar con estos profesionales y por lo tanto encontrar un nuevo consenso o una nueva visión compartida. Eso es extremadamente importante porque uno de los grandes desafíos de la transición energética es que se requiere de esa interconexión entre el desarrollo de la política pública, el desarrollo de los marcos regulatorios y las tecnologías. O sea, las tres cosas tienen que ir de la mano”.
Las tecnologías, comenta Vaillant, suelen avanzar mucho más rápido, porque pueden estar perfectamente maduras, avanzadas, listas para ser aplicadas, pero si los marcos regulatorios no están habilitados o la política pública no se ha desarrollado o no se ha implementado, muy difícilmente las tecnologías pueden avanzar y penetrar.
“Este es un escenario donde hay una componente social, la del financiamiento que ya se mencionaba, la tecnológica, y por supuesto también la componente política. Adquirir la capacidad de salirte de tu espacio, de tu zona habitual de trabajo y ver y entender estos procesos desde esas múltiples aristas, les da mayor posibilidad de ser transferidos eficientemente a un escenario real y esa es una experiencia muy interesante para conectarla con nuestra realidad, necesitada de urgencias.
“En definitiva, esta conjunción de responsabilidades, intercambios y experiencias tiene un grandísimo valor para que una vez que retornemos cada cual desde sus espacios pueda desarrollar su labor de una manera un poco más íntegra.
“Luego, además, desde aquí uno puede percatarse que las comunidades que suelen trabajar en el enfrentamiento al cambio climático, no necesariamente están conectadas con las que trabajamos en el desarrollo de tecnologías de fuentes renovables de energía. Y creo que es esencial interconectarnos con esa otra comunidad y ver cómo la crisis energética que tiene el país conecta con esos escenarios de cambio climático”.
La empresa toma la palabra
Amílcar Fierro Ruiz, director general del Centro de Investigaciones del Petróleo (CEINPET), tiene claro que la transición energética no puede ser posible si no se aterriza el sector empresarial que es la base de la economía del país.
Además del ambicioso programa nacional basado en fuentes renovables de energía, principalmente los sistemas fotovoltaicos, Fierro Ruiz revela que en el CEINPET se está pensando en una especie de transición interna, para implementar posteriormente en todo sistema empresarial una serie de proyectos como es la búsqueda de hidrógeno blanco bajo la superficie con posibilidades reales de existencia en Cuba.
“Estamos trabajando también con el gas natural. No todo el que hoy producimos podemos recopilarlo porque realmente es muy costoso, pero pudiera tener determinadas utilidades a pequeña escala.
“Por demás, hay una tendencia en el mundo a que las petroleras no solo trabajen en fuentes renovables de energía, sino en disminuir su impacto ambiental, ya sea el del gas que emana de los pozos o los derrames de hidrocarburos, que también se dan en nuestro país.
“Con estas modalidades en nuestra cartera, hemos tenido contacto con distintas asociaciones, empresas y países presentes aquí en la COP 30, para evaluar en qué punto estamos y cuáles serían los próximos pasos a ejecutar desde el sistema empresarial. Por supuesto, desde la investigación, no copiando, sino adecuando a nuestro escenario en Cuba”.
La participación de los jóvenes es esencial en este enfoque que proyecta Amílcar Ferro. “Cuando uno habla de transición energética dentro de una industria petrolera puede parecer una contradicción, por lo tanto, es una idea que estamos llevando adelante con jóvenes recién graduados, a los que reorientamos el perfil. Involucrarse con un mundo nuevo, con una ciencia todavía en desarrollo puede ser muy provechoso para ellos”.
De redes, colegas y perspectivas
De los tantos intercambios que la delegación del MINEM tuvo con expertos de diversos lugares del mundo, el que ocurrió con Renovables 21, una red global que tiene como objetivo impulsar la transición energética en el mundo, marcó pauta.
“Es realmente una red muy prestigiosa que genera interacción y debate entre muchos expertos, y que promueve el desarrollo de una economía basada en fuentes renovables de energía”, comenta la Dra. C. Lídice Vaillant.
Un valor añadido es que como presidente de la red está Ramón Méndez Galain, ex secretario de Energía de Uruguay entre 2008 y 2015, la persona que lideró la transición energética de ese país y lo llevó a transitar de una crisis energética a más de un 90 por ciento de fuentes renovables de energía en la matriz eléctrica en el transcurso de ocho años, un buen ejemplo para mirar.

De la interacción con otras instituciones como la Alianza Solar Internacional o la Agencia Internacional de Fuentes Renovables de Energía, han salido ideas relacionadas, por ejemplo, con retomar el uso de biocombustibles, como el alcohol, que pudiera ser interesante de cara a la revitalización del sector de la biomasa cañera en Cuba.
En medio de un planeta que arde y se inunda al mismo tiempo, la transición energética no es una opción tecnológica o una meta ambiental, sino un acto de justicia intergeneracional y geopolítica. La participación de Cuba en la COP30 en Belém no solo refleja la urgencia de un país en crisis energética por actualizar su matriz, sino también su apuesta por una transformación que sea inclusiva, soberana y profundamente conectada con la ciencia.
Lo que se intenta gestar en estos espacios no es solo un cambio de fuentes de energía, sino una reinvención del modelo de desarrollo. Porque, al final, la energía limpia no sirve de mucho si no alimenta también la equidad, la dignidad y el derecho a heredar un mundo habitable.
