La acumulación de basura en las calles en el Consejo Popular Los Sitios, en Centro Habana, se debe a la alta actividad comercial, con dos bodegas, una carnicería, 11 cafeterías y un agromercado, sumado al tránsito constante de personas.
El conglomerado que forman las calles Campanario, San Nicolás, Manrique, Reina, Estrella y Maloja tiene alta densidad poblacional: más de 12 mil habitantes en 836 viviendas, muchas condiciones de hacinamiento y deterioro constructivo. Además, el servicio de recolección de residuos es insuficiente, con solo dos puntos de disposición final.

El Proyecto de Desarrollo Local “El Batazo”, financiado por el Fondo Nacional de Medio Ambiente, trabaja desde hace seis meses en la gestión sostenible de residuos en esa zona de la capital. Su objetivo es integrar a 45 recicladores informales, reducir las 12 toneladas anuales de CO₂ generadas por los desechos mal gestionados y fomentar microempresas locales de reciclaje.
Aunque enfrenta desafíos como la falta de coordinación entre instituciones y la carencia de tecnología adecuada, el proyecto ha logrado algo que es esencial: la participación activa de la comunidad. La experiencia se ha replicado en tres localidades más: Cerro, Guanabo y Cotorro, una muestra de que incluso en entornos urbanos complejos, es posible avanzar hacia un manejo más sostenible de los residuos.

La Dra. C. Odalys Goicoechea Cardoso, directora general de Medio Ambiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de Cuba y asesora de “El Batazo”, explica que en los últimos 50 años se ha triplicado el uso de materias primas a nivel global, impulsado por patrones de consumo que elevan la demanda a niveles sin precedentes.
De no tomarse medidas inmediatas, dice, se prevé un aumento del 60 por ciento en la extracción de recursos naturales para el año 2060. Paralelamente, la generación de residuos sólidos urbanos podría crecer de 2100 millones de toneladas en 2023 a 3800 millones en 2050, con graves impactos sobre la diversidad biológica, el clima y la calidad ambiental.
Los residuos sólidos urbanos provienen de diversas fuentes: viviendas (domésticos), instituciones públicas y privadas, comercios, centros de salud (no peligrosos), áreas verdes y vías públicas. En algunos países también incluyen residuos industriales y de manejo especial, siempre que no sean peligrosos.
La gestión integral de estos residuos sigue un proceso secuencial que comienza con su generación, seguido del procesamiento en origen donde los ciudadanos separan y almacenan temporalmente los desechos. Luego, mediante recolección y transporte especializado, los residuos llegan a centros de tratamiento, donde se valorizan mediante reciclaje, compostaje o generación de energía. Finalmente, los que no pueden aprovecharse se disponen en rellenos sanitarios diseñados para minimizar el impacto ambiental. Este ciclo requiere tanto infraestructura adecuada como participación ciudadana.
Existen marcadas diferencias entre países desarrollados y en desarrollo. Mientras en los primeros la generación per cápita alcanza 4,54 kg/día con tasas de reciclaje del 30-70 por ciento, en los segundos es de apenas 0,11 kg/día con reciclaje inferior al 40 por ciento. En América Latina y el Caribe se generan 0,97 kg/habitante/día, con un 70 por ciento en disposición controlada y solo cuatro por ciento de reciclaje de reciclaje.
A pesar de las diferencias, hay similitudes globales: los RSU son gestionados por autoridades locales con alto costo (4-20 por ciento del presupuesto municipal), existen marcos regulatorios, sistemas de cobro por servicio y esfuerzos por formalizar recicladores. Además, siempre están presentes plásticos (7-12 por ciento) y residuos peligrosos (1-5 por ciento).
La Constitución de la República de Cuba, en su Artículo 75, establece que todas las personas tienen derecho a disfrutar de un medio ambiente sano y equilibrado. Sin embargo, no existe un sistema integral que permita recuperar el valor de los recursos contenidos en los residuos, mejorar las condiciones higiénico-sanitarias o reducir los impactos sociales asociados, opina Goicoechea.
Entre las causas destacan: falta de enfoque circular, baja recuperación de recursos, dependencia de vertederos a cielo abierto, limitaciones tecnológicas y financieras, descoordinación institucional, insuficiente responsabilidad extendida al productor, capacitación inadecuada del personal, cambios en patrones de consumo que aumentan los volúmenes, escasez de sitios para disposición final, marco regulatorio insuficiente, baja conciencia social y escasa aplicación de soluciones científicas e innovadoras.
Esta situación demanda transformar la gestión de residuos en Cuba, incorporando principios de economía circular, a partir de mejorar la coordinación institucional, fortalecer las capacidades técnicas y promover la participación ciudadana y empresarial en la búsqueda de soluciones sostenibles.
Bajo esta visión surge “El Batazo”, explica Lenin Abreu Molina, presidente del Proyecto de Desarrollo Local, quien destaca que esta iniciativa nace con mucho esfuerzo y que ha ido ganando fuerza poco a poco.
El proyecto cuenta con la asesoría del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) y es el primer PDL en contar con el financiamiento del Fondo Nacional de Medio Ambiente.

También trabajan de forma muy estrecha con la Universidad de la Habana. La Dra.C. Silvia Miriam Pell del Río, profesora titular y jefa de la comisión nacional de ciclo corto “Gestión Integral de Residuos” colabora con las mesas de trabajo y con una de las líneas de trabajo del proyecto vinculada a la capacitación de los trabajadores del proyecto, las instituciones (MYPIMES, emprendedores y centros de trabajo), así como con líderes de los barrios, presidentes del CDR, jefes de circunscripción, trabajadores sociales y delegados.
“Empezamos con la recolección de basura puerta a puerta en cuatro manzanas, pero hoy ya estamos en ocho, con apoyo financiero del Estado”, destaca Lenin, fundador y presidente del PDL.
La iniciativa tiene un centro de clasificación donde se separa plástico, metal, madera y residuos orgánicos para compostaje y la comunidad trae sus desechos ya clasificados.
También se ha convertido en una fuente de empleo para personas en situación de vulnerabilidad, sobre todo jóvenes que antes vivían en la calle. “Para ellos, esto no es solo un trabajo, sino una oportunidad de reintegración”, menciona Lenin.

Jorge Hernández Fraga, presidente del Consejo Popular “Los Sitios” considera que ya se observan cambios: calles más limpias, menor incidencia de plagas y una comunidad de vecinos comprometida. “No esperaba una respuesta tan rápida y positiva. Esto demuestra que, cuando la comunidad se une, la transformación es posible.”