En el Caribe primitivo, hace más de 159 millones de años, nadaban criaturas marinas que hoy nos parecen sacadas de una novela de ciencia ficción. Entre ellas, un fósil hallado en 1939, bautizado provisionalmente como Ichthyosaurus torrei, ha desafiado a la ciencia durante décadas. ¿Qué animal se oculta tras este nombre perdido en el tiempo?
El fósil fue descubierto por la paleontóloga cubana América Ana Cuervo en la localidad de Laguna de Piedras, en Viñales, y descrito por primera vez por ella y su colega Ricardo de la Torre, en 1939. Su aspecto –un cráneo incompleto con dientes cónicos y orbitas grandes– sugirió afinidad con los ictiosaurios, reptiles marinos con forma de pez que dominaron los mares del Jurásico. Fue nombrado entonces como una especie nueva, Ichthyosaurus torrei, en honor al naturalista Carlos de la Torre.
No obstante, con el paso del tiempo surgieron dudas. La complejidad del fósil hizo que los investigadores lo interpretaran, sucesivamente, como un reptil marino indeterminado, luego como un plesiosaurio, y más adelante como un cocodrilo marino.
Tras estas aproximaciones en 2006 el paleontólogo cubano Manuel Iturralde-Vinent y la argentina Zulma Gasparini, volvieron a proponer su identificación original como ictiosaurio, reconociendo que el fósil requería un estudio mucho más exhaustivo. Sin embargo, ninguna investigación detallada se materializó y, con el tiempo, el fósil desapareció, dejando únicamente unas pocas fotografías y un escaneo digital de baja resolución realizado en 2003.
¿Qué era realmente Ichthyosaurus torrei?
A pesar de su pérdida física, un equipo internacional de paleontólogos –entre ellos investigadores de Cuba, Estados Unidos, Alemania y Reino Unido– se dio a la tarea de reexaminar el caso. Por suerte, uno de los autores del nuevo estudio, Yasmani Ceballos Izquierdo, había examinado y fotografiado el fósil antes de que se extraviara. Basándose en esas imágenes, en el modelo 3D disponible y en las publicaciones anteriores, el equipo llevó a cabo el primer análisis detallado del ejemplar casi 20 años después de su última revisión.

El estudio recién publicado en la prestigiosa revista Historical Biology, reunió reconocidos especialistas como el paleontólogo Mark Young, experto en cocodrilos del Jurásico, y Sven Sachs, una autoridad internacional en reptiles marinos.
“Estuvimos más de una década examinando la evidencia disponible y no nos poníamos de acuerdo”, recuerda Ceballos. “Al principio pensamos que era un cocodrilo, luego volvimos a considerar que podía ser un ictiosaurio. Consultamos a otros paleontólogos fuera del equipo, y sus opiniones también estaban divididas. Lo curioso es que comenzamos a escribir el artículo sin saber con certeza qué tipo de animal teníamos entre manos”.
Las conclusiones son reveladoras: Ichthyosaurus torrei no era un cocodrilo marino ni un plesiosaurio. “Varias características del cráneo, como la forma de las órbitas, la estructura de los huesos frontales, las narinas alargadas y los dientes cónicos y lisos, coinciden con los ictiosaurios, un grupo de reptiles adaptados a la vida marina con formas similares a los delfines modernos” explica Johanset Orihuela, coautor del estudio.
Sin embargo, lo más interesante es que es muy poco probable que realmente pertenezca al género Ichthyosaurus, exclusivo del Jurásico Inferior. “Más bien, parece representar una forma primitiva de ictiosaurio del grupo de los oftalmosáuridos, que habitaron los mares del Oxfordiano (Jurásico Superior) en el Caribe” señala Lázaro William Viñola, también coautor de la investigación.
¿Y ahora qué?
El estudio no solo resuelve un viejo enigma paleontológico, sino que también revaloriza la riqueza fósil de la Formación Jagua en el occidente cubano. “Esta formación geológica, que aflora en zonas como Viñales, ha producido fósiles de peces, de reptiles marinos, de pterosaurios y hasta un hueso de dinosaurio, conformando un ecosistema del Jurásico de gran valor científico” destaca Lázaro.
Además, el caso de Ichthyosaurus torrei subraya la importancia de la documentación, la conservación museológica y las tecnologías digitales en la paleontología moderna. “Aun cuando el ejemplar se ha perdido, los datos generados décadas atrás permiten rescatar su historia y ubicarlo, con mayor certeza, en el árbol de la vida”, afirma Ernesto Aranda, curador del Museo Nacional de Historia Natural de Cuba.

Ichthyosaurus torrei queda, por el momento, como un nomen dubium, es decir, un nombre científico dudoso, pero representa el cráneo de ictiosaurio más completo encontrado hasta ahora en Cuba, y uno de los pocos conocidos en toda la región del Caribe.
“Este ictiosaurio es un poco más antiguo que el esqueleto parcial recientemente descubierto en la cueva de Cuajaní, pero ambos abren nuevas posibilidades para comprender la evolución y dispersión de estos reptiles en el antiguo mar Caribe. Quizás algún día, concluye Ceballos, otro cráneo emerja de las rocas de Viñales y nos permita completar el rompecabezas de este fósil que, aunque físicamente perdido, ha sido rescatado del olvido por la ciencia”.