Por M. Sc. Yarina Amoroso Fernández, presidenta de la Sociedad cubana de Derecho de Informática de la Unión de Juristas de Cuba
Una lectura de la relación Inteligencia Artificial y Ética, que reconoce la conexión e incidencia de los procesos informacionales y computacionales en curso, tomando como base del análisis la Teoría de la Complejidad, es la visión que nos ofrece el profesor Carlos Eduardo Maldonado, en su libro “Inteligencia Artificial y Ética”, el cual también nos propone una tesis para pensar.
Desde la introducción deja dicho: “Los desarrollos en inteligencia artificial son quizás la expresión más aguda o radical de los vertiginosos ritmos de la investigación, y sus aplicaciones, en ciencia y tecnología; que no es sino de una de las facetas de los ritmos acelerados que vivimos, hoy por hoy. La historia es apasionante. La inteligencia artificial es la expresión puntual de un profundo cambio, al mismo tiempo científico y tecnológico, por tanto, social y cultural, en marcha. Su impronta cultural consiste en el hecho de que está modificando, de un extremo al otro, todas las formas como la sociedad se concibe a sí misma y se está haciendo posible a sí misma, tanto como los procesos productivos o de trabajo.”
Maldonado, es categórico al expresar que “la inteligencia artificial se encuentra exactamente en el centro de las guerras de quinta generación. Estas consisten en el control de las mentes –de los enemigos, de los adversarios, reales o potenciales-. Las guerras de quinta generación ya no tienden necesariamente a eliminar al enemigo, sino a conquistar su mente y, además, y acaso muy principalmente, las mentes de todos aquellos que potencialmente pudieran aliarse con el enemigo. En este contexto, las guerras de información desempeñan un papel crucial (fake news)…”
El texto propone un recorrido desde los orígenes de la inteligencia artificial hasta los temas de ética que le son propios y que rodean su desarrollo y aplicación en la sociedad actual.
De manera amena, y sin dejar de ser un análisis profundo, deja claro que la intersección entre la inteligencia artificial y la ética plantea un desafío trascendental, ya que la IA no solo tiene el potencial de mejorar significativamente nuestra calidad de vida, sino que también plantea dilemas éticos que deben ser abordados de manera cuidadosa y reflexiva.
Identifica como uno de los principales temas éticos el de la toma de decisiones automatizadas. Los algoritmos de IA pueden influir en decisiones críticas en campos como la salud, la justicia, el empleo y más, lo que plantea interrogantes sobre la transparencia, imparcialidad y responsabilidad en la toma de decisiones por esta vía.
Como otro aspecto ético crucial señala el de la privacidad y la protección de datos. Afirma que con la recopilación masiva de datos personales para entrenar algoritmos de IA, surge la necesidad de garantizar la seguridad y privacidad de la información de los individuos, así como de establecer límites éticos claros sobre el uso de estos datos.
Además, la IA plantea dilemas éticos en torno a la responsabilidad y la rendición de cuentas.
Por la profundidad de sus planteamientos, en la propuesta del profesor Maldonado se revelan claves hermenéuticas para responder a las interrogantes que ya pasan a ser las preguntas clásicas al abordar estos temas: ¿Quién es responsable ante un error cometido por un algoritmo de IA? ¿Cómo se puede garantizar la transparencia y la explicabilidad de las decisiones tomadas por sistemas automatizados?
En respuesta a estos desafíos éticos, diversas organizaciones como la UNESCO, los Estados, académicos y empresas están trabajando en el desarrollo de marcos éticos y principios para guiar el uso responsable de la inteligencia artificial. La ética en esta área implica la necesidad de garantizar la equidad, la transparencia, la rendición de cuentas y la participación de múltiples partes interesadas en el proceso de desarrollo y aplicación de la IA.
En coincidencia con Maldonado, este es un tema medular en el debate actual sobre la tecnología y su impacto en la sociedad. Abordar los desafíos éticos de la IA no es solo una cuestión de cumplir con regulaciones y normativas, sino de establecer reglas que guíen su desarrollo e implementación en armonía con los valores y los derechos humanos.
Comparto también con Maldonado que solo a través de un enfoque ético riguroso y reflexivo, podemos asegurar que la inteligencia artificial contribuya de manera positiva y equitativa al progreso de la humanidad en su conjunto. Se requiere invertir todos los esfuerzos en formación de capacidades y contribuir a forjar una cultura alrededor de estos temas tanto en desarrolladores como en usuarios.