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La militancia es también imaginar

Redacción JT
04 abril 2024 | 2 |

Y todo lo que parecía imposible
…fue posible

Fidel

Por Josué Benavides/Imagen: Obra Pasado imperfecto (2020)/Ernesto Rancaño

En una conversación reciente, una estudiante (y compañera) de Biología me decía que entre sus deseos estaba participar en una cura del cáncer que fuera cubana, al tiempo que tener equipos de cómputo que le facilitase estudiar y dinero para salir en la noche con sus amistades. En el fondo, ¿qué tienen de común estos deseos aparentemente distintos? Uno relacionado con el ámbito científico-tecnológico y otro con el “social”. ¿Qué los une?

Sin querer dejar una fórmula académica, me atrevo a decir que uno de los trasfondos de estos deseos es la necesidad de caminar hacia un horizonte de mayor libertad. Ella imaginó un escenario de mayor libertad. Sin lugar a duda, un mundo (y un país) en el que las enfermedades más mortíferas y frecuentes puedan ser erradicadas, es más libre. Sin lugar a dudas, un mundo en el que se tenga la capacidad de divertirse y salir con las amistades sin demasiadas preocupaciones, es un mundo de mayor libertad. Y la libertad, que ha sido una de las banderas de nuestro país, se conquista con lucha organizada, es decir, con militancia.

¿Está una científica imposibilitada de pensar, imaginar o proyectarse en el ámbito político-social? ¿Está imposibilitada de soñar dentro o fuera de su ámbito? Es evidente que no. La realidad (la vida) la atraviesa como un todo. Ella (la científica) no se divide para por momentos solo participar del campo de la ciencia o la política; ella más bien actúa en todos al mismo tiempo, porque su desempeño en la Universidad está en parte condicionado por lo que le falte en su vida personal. Sus relaciones fuera del laboratorio están condicionadas al mismo tiempo por la forma en la que le llegan a la población los adelantos científico tecnológicos, por ejemplo, una posible cura contra el cáncer.

Ante esta realidad, en la que no se puede evadir ser copartícipe de las distintas esferas de la sociedad, podríamos preguntarnos ¿Cuál es el carácter militante de las personas del campo de la ciencia? O para ser más específicos ¿En qué puede consistir la militancia de una persona joven del campo de la ciencia en un país subdesarrollado como Cuba, que a su vez está inmerso en un proyecto socialista?

Lejos de los tópicos comunes de que el personal científico labora por puro amor al descubrimiento, me interesa posicionarme en la concepción de que las investigaciones científicas, los adelantos tecnológicos o los paradigmas del conocimiento, responden a un contexto bastante bien definido, que condiciona a su vez el deseo e intereses de quienes investigan. Esté o no el científico consciente de esta realidad, el pensamiento científico se abre camino para respaldar o contraponerse a cierto “orden de cosas”.

Para poner un ejemplo: llegar a vacunar a la inmensa mayoría de la población cubana contra la covid-19 y sus variantes, no fue fruto solo de tener excelentes hombres y mujeres de ciencia, inteligentes y con pensamiento crítico e indagador. Era impensable hace mucho tiempo concebir un país tan pobre económicamente y con la capacidad de alcanzar estos resultados. Esta realidad fue posible también debido a una política que propició sembrar y desarrollar la inteligencia, fomentar la indagación y el pensamiento crítico en amplias capas del pueblo y organizar a esos hombres y mujeres de ciencia a fin de coordinar esfuerzos para obtener grandes resultados. Eso es política, y de ella participaron también hombres y mujeres de ciencia.

Es decir, organizar los procesos en los cuales se desenvuelven quienes hacen ciencia tiene tanto valor como la propia capacidad que ellos tienen de destacarse en su medio. Organizar es una cuestión militante, porque parte del entendimiento de las dinámicas propias del gremio para implementar estrategias que hagan más viables la aplicación efectiva de los resultados de la ciencia y los adelantos tecnológicos. Militar fue entonces lo que décadas atrás hizo un grupo de personas cuando pensó, diseñó, organizó y construyó los andamios que permitieron llegar a la altura actual del conocimiento, procederes y potencial científico cubanos.

¿Y son capaces de militar quienes no ocupan una posición en la toma de decisiones, o quienes no son visibles en el empuje organizador? En mi opinión, sí. Es un error asumir sin miramientos la concepción que ubica en el centro de la política revolucionaria a quienes dirigen, solo por el hecho de haber asumido la dirigencia o el papel de organizadores. No debemos olvidar que una guía no tiene ningún sentido si no hay a quién guiar, si no hay quien tenga la predisposición de ser guiado. Por tanto hay un reconocimiento mutuo entre el guiado y la guía. Ellos asumen un mismo horizonte.

Militan desde sus posiciones quienes hacen un trabajo de hormiga en laboratorios y grupos de investigación y quienes consolidan el acervo científico de colegas, discípulos y maestros; militan quienes promueven constantemente poner la ciencia en lengua diaria; militan quienes se preocupan por el devenir y asimilación de sus producciones científicas; militan quienes batallan para hacer de sus centros lugares donde se puede construir comunidad, en el que se involucre personal científico y no científico; militan quienes se preocupan por su propia superación profesional y quienes desde su ciencia producen imaginarios en los que quepan las grandes mayorías.

¿Para qué queremos la ciencia y el desarrollo tecnológico sino para conquistar mayores libertades? No todo en una persona del mundo de la ciencia es mérito propio. Una parte importante de los estudios, recursos básicos, equipamiento tecnológico y reconocimiento social de los científicos, es producida por las personas más humildes de este país (que, a su vez, son la mayoría). Por tanto, es justo, y hasta deseable, devolver en alguna medida lo que ese sector del pueblo ha construido silenciosamente (a veces sin saberlo). Por eso abogo por hacer de la ciencia una herramienta para el desarrollo, no solo humano, sino para la mayoría de los seres humanos.

Vale la pena, por ejemplo, imaginar un país en el que la mayor parte de su matriz energética sea a base de fuentes renovables de energía, como mismo hacen otros países industrializados, pero esta vez sin estar involucrado en la explotación de los países pobres. Vale la pena imaginar un país donde la llamada Inteligencia Artificial sea utilizada para el aprendizaje masivo del acumulado histórico de la humanidad, o para reducir drásticamente los procesos burocráticos que sufrimos.

A tono con los imaginarios, los revolucionarios de la actualidad necesitamos producir una ciencia ficción propia, pues la ciencia ficción es la semilla de lo que es posible. Un país donde el adelanto científico-tecnológico contribuya a sacar a las personas del trabajo asalariado, a repartir cada vez mejor lo producido por todos, o sea, a construir una comunidad. Esto no solo es una cuestión militante, sino que puede ser un impulso para satisfacer deseos personales y colectivos.

Considero que no deberíamos referirnos más a los “científicos revolucionarios”, como tal. Somos, más bien, revolucionarios que nos desempeñamos en el campo de la ciencia. Está claro que asumir esta dualidad conlleva sacrificios, al mismo tiempo que implica la satisfacción de un deseo; pero no es exclusivamente un sacrificio por la Revolución ni un puro deseo al descubrimiento y al estudio.  Esta dualidad es posible porque existe la posibilidad, en Cuba, de que las personas encontremos una coincidencia entre intereses personales y necesidades del pueblo, un alineamiento entre interés individual e interés de país. Es una de las tantas brechas de libertad que hemos construido. Para que esa brecha sea sostenible en el tiempo, hay que trabajar para ensancharla; conservarla (simple resistencia) es un error estratégico. De ahí la importancia de desatar imaginarios cada vez más incluyentes, desarrollar infraestructura y trazar políticas que los hagan viables.

La difícil situación actual nos hace entender cada vez más una relación menos excluyente entre ciencia y militancia. Hacemos ciencia como un acto político de servir al pueblo (y servirnos a nosotros mismos) y militamos en la política (científica o no) para ampliar la posibilidad de hacer cada vez más ciencia. Un día tendremos una vacuna cubana contra el cáncer como mi compañera sueña, mas luego ella (y todos) tendrá otros deseos por los cuales seguir imaginando y militando.

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Comentarios

    Pedro Pablo Recio Molina 10/04/2024

    Hay que considerar sin dudas la remuneración económica de estos hombres de ciencia bien merecida pero no son los únicos Recuerdo que para formarlos como tal muchos fueron los DOCENTES que en ello intervinieron y su remuneración económica ni remotamente es similar

    Odalys Barrabia 10/04/2024

    muy interesante articulo, visto desde la perspectiva de.un joven cientifico y comprometido con la Revolucion, fue bueno q el programa confilo lo socializara, me motivo para leerlo