Por Eliseo Francisco Abreu Hernández
Mi padre es un héroe, y por eso le dieron un viaje a la luna. Madre lo anuncia con una sonrisa, pero yo la conozco y sus ojos marchitos me dicen que estuvo llorando. Será porque la luna es solo para héroes y ni ella ni yo somos héroes.
Cuando mi padre estaba viajábamos juntos, nos divertíamos más, íbamos a la playa. Me enseñaba cómo dar golpes y patadas para vencer al enemigo, o caminábamos por el bosque hasta el río donde pescábamos peces de escamas doradas.
Me aprieto contra ella, como cuando estuve a punto de caer de la escalera, sobre los vidrios. En aquella ocasión me dijo muy alterada, con los ojos turbios como cuando me ve jugar a la guerra con mis amiguitos: ¡Qué diría tu padre si te encuentra herido cuando regrese hee!, qué le digo. Se fue desinflando con la violencia de la frase, me mira con ojos cariñosos e intensamente azules. Pone su dedo en mi nariz como cuando quiere que aprenda algo y me dice: por favor ya tengo un hombre en la guerra, no quiero perder a otro. Sus ojos son del color de la mañana.
Entonces recuerdo que yo rompí las botellas con el tirapiedras como papá me enseño, pero no recogí los vidrios, fui corriendo a tomar agua y celebrar que las había roto todas al primer tiro, papá va a estar orgulloso cuando se lo cuente y vea que mi puntería ha mejorado de verdad, que puedo ser tan buen soldado como él.
Ya tengo 10 años, cuando comience el curso podré ir a la escuela de cadetes, tener mi uniforme nuevo. Entonces podré aspirar a ser un héroe y viajar a la luna y divertirme de lo lindo. Le guardé muchas frutas a papá estas vacaciones, para cuando viniera de permiso, las he tenido que cambiar porque se pudren y el no llega, hoy le llevaré las que más le gusta. He pensado en un plan para entregársela en la ceremonia, antes de su partida a la luna con sus amigos: un soldado siempre tiene un plan, siempre sabe qué hacer me diría con su voz ronca y firme si estuviera aquí.
Mi madre, está preciosa con su traje negro, un poco pálida tal vez, las flores blancas en sus manos resaltan como joyas. Hay filas y filas de butacas y gente vestida igual que ella, pero ella es la más bonita con su mirada azul. Hay música, todos atienden a una pantalla gigantesca que muestra todo el aeropuerto y una enorme nave del ejército al final de la pista. Un señor con espejuelos en la pantalla habla de los héroes y el esfuerzo en las batallas. Yo solo quiero ver a mi padre y darle el plátano que escondo bajo la camisa, por eso me impaciento como si tuviera alfileres pinchándome el cuerpo, me cuesta trabajo obedecer a la mano tibia de mi madre.
Por fin los héroes son anunciados, oigo el nombre de mi padre, descubro que no podré darle ni besos ni abrazos, solo el temblor de la mano de mi madre cuando comienza el desfile de capsulas con los héroes dormidos en su interior, me pregunto por qué no despierta y me mira y sonríe para nosotros, entonces suena un himno y todos se ponen de pie y hacen el saludo que mi padre me enseño. Mi madre tiembla. Sé que se esconde para llorar, cada vez que recibe una carta con los sellos del ejército y piensa que estoy dormido. Los niños no deben ver llorar a sus madres.
Veo niños de mi escuela tan frustrados como yo de no poder besar a sus padres antes de que partan a su descanso. Hay música de nuevo, rugir de motores, una a una las capsulas van saliendo disparadas al astro brillante, dejando atrás un bello reguero de colores como fuegos artificiales en una noche de fiesta.
Mi madre dice que a veces los héroes se divierten tanto en la luna que olvidan regresar. Mi padre me quiere de verdad, sé que volverá a pesar de las cosas bonitas que tenga por allá. Hay niños que van a la escuela con sus padres a los que les falta un brazo o una pierna, o son ciegos, pero dicen que esos no son héroes.
Hoy comienzan las clases y tengo mi uniforme nuevo, me gustan sus botones dorados, los galones en el cuello y el escudo de la gorra, como le corresponde al hijo de un héroe. Algunas señoras me lanzan miradas condescendientes y tristes, llevan otros niños vestidos como yo. En el aula la maestra trata de hablar de nuestros padres como si los hubiera conocido. Yo observo por la ventana un gran telescopio que sobresale del techo del salón de profesores y se me va ocurriendo un plan. Me concentro en la voz ronca y poderosa de mi padre y las palabras que me diría: un soldado debe ser tenaz, moverse con sigilo. Pero precisamente ahora la maestra quiere que le escriba una composición sobre mi madre.
Saludos al colectivo
hoy entro a la pagina buscando articulos de electronica y proyectos practicos que en ediciones anteriores eran frecuentes en la revistas x ejemplo solicite la busqueda del no 100 y se pierde dice no found asi lo intente con otras solo salen 6 o 7 revistas recientes que por cierto no me gusta su formato muy para especialistas no para el neofito que le intersa las tecnicas PD tengo m60 años y siempre seguia la revista desde lo primeros numeros con mi padre