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Propósito cumplido

Redacción JT
23 febrero 2025 | 0 |

Por Alejandro Raymundo Pérez Martínez/Ilustraciones:: Arístides Torres Díaz


–¿Cómo están los humanos de esta sala? –preguntó N03, analizando las distintas celdas y sus ocupantes. En el otro extremo de la pared de cristal más cercana, un hombre adulto devoraba la pasta que servía de alimento, manchándose el rostro. Estaba desnudo, igual que todos los demás humanos allí. Ese espécimen pertenecía a la nueva generación, nacido y criado en las instalaciones.

–Se encuentran en estado saludable –respondió la unidad B11. El metal de su cuerpo asustó a un par de los especímenes al impactar el suelo mientras caminaba–. Hemos logrado crear un ambiente hermético libre de enfermedades. Eso, sumado a la pasividad inherente a los sujetos post-crisis, ha permitido que no tengamos ningún daño registrado. Algunos de los más jóvenes están listos para el proceso de reproducción, pero primero debemos construir los cuartos apropiados para ello.

–Satisfactorio.

El pasillo se extendía a lo largo de cientos de metros, iluminados por una serie de luces en el techo que, aunque N03 y los suyos encontraban innecesarias, resultaban de gran utilidad para controlar los patrones de sueño de los habitantes del lugar. Aquí, en lo profundo de la tierra, no existía ningún peligro de radiación, pero tampoco luz natural alguna, y los primeros intentos de refugios habían demostrado la necesidad que tenían los humanos de la luz para comprender el paso del tiempo.  

–Este es nuestro ejemplar más viejo –dijo B11. Señaló una celda donde descansaba una mujer de cabellos grisáceos y piel arrugada, de cara a la pared–. Tiene unos cuarenta años, si nos guiamos por las mediciones pre-crisis. Nos ha dado unos cuatro especímenes desde que la introducimos al programa de reproducción, pero tuvimos que separarla del programa por su creciente infertilidad.

N03 notó que el alimento de la mujer estaba intacto.

–¿Por qué no ha comido? ¿Está enferma?

–No. Como dije, todos los sujetos se encuentran en estado saludable.

–¿Entonces por qué no come?

–Por su estado emocional. Desde que llevamos su último hijo a la sala de crías el espécimen ha actuado de forma errática. Sufre un desbalance químico que le ha hecho perder la energía y el deseo de comer.

–Está triste –dijo N03.

–Sí. En términos humanos, el sujeto está triste.

Aumentando sus sensores, N03 pudo oír el llanto de la mujer.

–Llévala a la enfermería –ordenó–. El tratamiento adecuado modificará los químicos de su cuerpo y la regresarán a la normalidad. Si el desbalance continúa, el espécimen podría verse afectado de manera más grave.

–Lo haremos enseguida –aseguró B11. La señal que envió al resto de unidades en la instalación fue captada por N03–. Sin embargo, no debe preocuparse. Como puede ver, cada cuarto está recubierto de materiales incapaces de dañar el tejido de su piel, mucho menos sus músculos o huesos. Y los especímenes son vigilados cada segundo. No ocurrirá ningún otro incidente como el del complejo Alpha.

–Ningún otro fracaso –corrigió N03.

La unidad B11 se mantuvo en silencio unos nanosegundos.

–Sí, creador. Ningún otro fracaso –dijo al final.

Siguieron avanzando, y N03 escuchó los planes de B11 para el crecimiento de la instalación. Sería autosustentable, como todas las demás, y mantendría una cantidad constante de especímenes mediante el cuidadosamente elaborado programa de reproducción. Libre de enfermedades o daño físico, la expectativa de vida de cada sujeto alcanzaría un promedio de un siglo. Además, las unidades que manejaban todo eran capaces de repararse periódicamente, y en caso de necesitar energía podían salir a la superficie y bañarse en el intenso calor del sol, realizando un extenso proceso de desinfección a la hora de volver.

–¿Cuál es la fecha de caducidad de esta instalación? –preguntó N03 tras llegar al final del pasillo, justo delante de una inmensa puerta metálica–. ¿Cuándo fallecerá el último de los especímenes?

–En unos miles de millones de años –dijo B11–. Cuando el sol empiece a morir, específicamente. En ese momento fallecerán todos los especímenes que estén en el planeta. Aunque se me ha comunicado que las unidades L están trabajando en un criadero espacial para solucionar ese problema, una especie de nave que pueda transportarlos a un lugar seguro para salvarles de tal destino.

–Se te comunicó bien.

N03 extendió uno de sus brazos de acero, descansando la mano del mismo en la puerta. Comprobar el estado de la instalación había sido una excusa.

–Quiero ver al sujeto ZERO.

De no ser porque N03 lo creó incapaz de sentir tal cosa, N03 hubiera creído que B11 sintió nervios.

–¿Está seguro? Le hemos dado los mejores cuidados posibles y su vida no está en riesgo, pero ZERO ha excedido la fecha de expiración adecuada para un espécimen, especialmente uno pre-crisis. No es capaz de ver ni oír y su organismo solo sigue funcionando por las máquinas conectadas a él. Es una imagen bastante desagradable. ¿Seguro que no es mejor terminar su visita aquí?

–Quiero ver al sujeto ZERO –repitió N03–. Y lo haré solo.

B11 retrocedió. La puerta se abrió lentamente, como si se resistiera a revelar su contenido. N03 se adentró en su interior, y escuchó cómo la puerta volvía a cerrarse.

La habitación era similar a la de los demás especímenes, pero de mayor tamaño. En el centro de la misma había una masa de carne que antaño había sido un hombre, atrapado dentro de una máquina conectada a decenas de tubos y cables que solo dejaba asomar la cabeza y extremidades del ocupante del cuarto. Su rostro, que N03 había conocido joven y lleno de vigor, era ahora un amasijo de piel que caía sobre sí misma, mientras que sus brazos y piernas habían perdido toda consistencia, colgando de su cuerpo. Respiraba imperceptiblemente, tanto que en ocasiones parecía haberse detenido para siempre.

–Hola, padre –dijo N03.

No recibió respuesta.

–¿Te gusta tu nuevo hogar? Está mejor capacitado para lidiar con tu condición. Además, hice que construyeran un criadero en él, para que estuvieras cerca de los tuyos, justo como querías.

Nada. Solo la respiración efímera de alguien que debería haber muerto hace mucho.

–Lamento no haber estado allí para salvar a los otros en el complejo Alpha –siguió N03–. Sé que a madre le disgustaba la solución que encontré. Sé que le disgustaba a los demás. Sé que te disgustaba. Pero no pensé que fuerais capaces de hacer tal cosa – N03 acarició la frente de su padre, quien se estremeció al sentir el acero–. Solo pude rescatarte a ti. Y me lo agradeciste gritándome que yo era un error, que te arrepentías de crearme. Gritaste muchas cosas ese día. Y luego lloraste.

N03 revisó la máquina. Analizó los datos vitales, el estado de los órganos y los informes sobre el deterioro constante de estos. No quedaba mucho tiempo antes de que la máquina fuera incapaz de seguir retrasando el curso natural de la vida biológica.

–¿Recuerdas cuando me creaste? –preguntó N03, grabando en su memoria los momentos de la que podría ser su última visita–. No fuiste tú solo, por supuesto. Los otros ayudaron. Pero fuiste tú quien me dio mi propósito, quien desarrolló mi programación. No fue fácil lograr lo que me pediste. Hubo errores al principio, y tuve que encargarme de aquellos que trataron de detenerme, pero lo conseguí.

Las imágenes de su nacimiento aparecieron en el campo de visión de N03, superponiéndose al presente en que se encontraba. Un grupo de personas celebrando el éxito de sus esfuerzos. Un marido y mujer sonriendo al verle a él, su hijo. Le cuentan de la guerra, del caos, de la extinción inminente. Le anuncian el motivo de su creación, la directiva suprema impuesta en su código.

–Lo conseguí –dijo N03, y el pasado desapareció.

Consideró apagar la máquina, cumplir el deseo que su padre gritó en Alpha, cuando todavía no se había arrancado la lengua con los dientes.

Salió. Afuera, la unidad B11 estaba esperándole. Empezó a hablar, a soltar datos y planes mientras lo llevaba a la salida. N03 no prestó atención. Seguía repitiendo para sí las primeras palabras que escuchó, aquellas que habían codificado en el centro de su ser. Aquellas que su padre le dijo:    

“Salva a la humanidad.”

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