Por Leslie Moleiro León, tomado de su perfil de Facebook con autorización del autor, miembro del consejo científico asesor de JT
Las tormentas severas que provocan inundaciones inesperadas, repentinas, en Puerto Padre, Surgidero de Batabanó, Matanzas y en Moa por estos días, no deben causar sorpresa por muy lamentables que sean las consecuencias, que lo son.
Se trata de un fenómeno hidrológico conocido como crecida o avenida súbita, o relámpago, instantánea o flash flood. Este se produce en cualquier lugar del mundo con independencia de su latitud, desarrollo económico o estructura social, cuando la lluvia de una tormenta severa sobrepasa la capacidad del suelo para absorberla.
Se incrementa así el escurrimiento superficial de ríos y arroyos. Incluso llega a activar cauces antiguos, a veces mal ocupados por viviendas y otras obras civiles, en los que el agua alcanza niveles altos y caudales extraordinarios, con una fuerza erosiva y de arrastre multiplicada. Eventos recientes de este tipo han sido el desbordamiento del Lago Lhonak, en la India, con 40 muertos y 75 desaparecidos; las inundaciones en Long Island y Mid Hudson, en Nueva York o en Cádiz, España y las también muy recientes en Brasil. Larga lista de catástrofes.
Es un fenómeno netamente hidrológico, pero constituye la segunda causa de muerte por motivos hidrometeorológicos después de las olas de calor. Difícil de predecir, sin embargo, obliga a repensar detalladamente cómo controlarlo. Definir las causas es fundamental para actuar sobre ellas. Estas se deben a un grupo de factores de control hidrometeorológico, de otros que dependen del relieve de la cuenca. Por supuesto, también de la inobjetable y muchas veces nada beneficiosa acción modificadora del ser humano.
Entre los factores de control hidrometeorológico están la intensidad y duración del aguacero, la dirección y velocidad con que se mueve la tormenta, la humedad antecedente del suelo y la frecuencia histórica con la que el fenómeno de lluvia intensa se manifiesta, tanto en la cuenca como en el mismo sitio. Los que dependen del relieve de la cuenca son: la forma y configuración de la cuenca particular, los patrones de formación del escurrimiento de drenaje y la densidad de las vías de circulación del agua, la pendiente del cauce y la cuenca, el almacenamiento y las rocas que constituyen esta.
Factores humanos no pueden faltar y son los relacionados con la conversión del uso de la tierra y el agua que, a su vez, modifican la forma y configuración de la cuenca y los patrones de formación del escurrimiento, tanto de los ríos como de las laderas. Más detalladamente, en este grupo está la ocupación del terreno y el modo en que ha tenido lugar, la construcción de viales y drenajes, la obstrucción o desmantelamiento de las pequeñas subcuencas tributarias, la urbanización de cauces antiguos o de las laderas de pendientes inestables y algunos más, relacionados con el modo en que se drenan las aguas circundantes.
Factor adicional, nada despreciable, está el hecho lamentable de la replicación de la vulnerabilidad, fenómeno que consiste en volver a construir las mismas obras — generalmente viviendas — en los mismos lugares asolados por eventos anteriores similares. Tal práctica es absurda, costosa, peligrosa y totalmente inadecuada. Recuerda aquel pensamiento atribuido a Einstein que definía la locura con “hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes”.

Una medida exitosa de estricto cumplimiento en Cuba ha sido la preparación de los estudios de Peligro, Vulnerabilidad y Riesgos, en los que estos fenómenos — entre otros — han sido evaluados y para los que se preparan un conjunto de medidas con el propósito de mitigar los efectos negativos de los desastres naturales y, también de los no tan naturales, motivados muchos de ellos por una deficiente gestión local del suelo y las aguas. Estos estudios y sus medidas son y deben ser actualizados sistemáticamente. La experiencia demuestra, sobre todo a la luz de muchos acontecimientos con este tipo de catástrofes, que quedan vacíos de conocimiento y previsiones que deben ser refinadas.
Como fenómenos hidrológicos, las avenidas súbitas se han producido desde tiempos inmemoriales. La incidencia (y reincidencia) en ciertos lugares tiene que ser motivo de investigación. Como explicación suele aparecer el muy socorrido argumento del cambio climático, nuevo almacén para las culpas de la ineficiencia en la gestión del terreno y de los recursos hídricos. Mas, el modo en que las variables hidrometeorológicas y la hidrología de un territorio en particular han variado, no se debe exclusivamente a esta causa.
El Panel Internacional de Cambio Climático (IPCC) reconoce, sobre bases científicas, los cambios en el régimen de las precipitaciones (lluvia y nieve), la temperatura del aire y con ella de la evaporación y la evapotranspiración, así como el papel del sesr humano como ente modificador del ciclo hidrológico.
Cómo esos cambios que se vienen produciendo hace mucho tiempo inciden en una localidad en particular es algo muy difícil de pronosticar. Por ello es imprescindible actualizar sistemáticamente los estudios de PVR. También actuar institucionalmente sobre los factores que modifican negativamente el comportamiento de la lluvia y el escurrimiento, tanto con medidas de tipo no estructural, como el mayor rigor en la aplicación de normas y regulaciones, la elevación de la cultura popular e institucional sobre estos problemas, el mejoramiento de los sistemas de monitoreo ambiental, así como de la proyección e implementación de medidas ingenieras de protección pero, sobre todo, de adaptación. En muchos casos, el tiempo para diseñar y adoptar las medidas de mitigación pasó casi antes de darnos cuenta.
No todos los problemas son causados por el cambio climático (cc). Muchos, muchísimos, son consecuencia de cómo el ser humano actúa modificando lo que está cambiando. Recordar que el cambio climático es el resultado de una variación gradual de los indicadores del clima en los que se insertan acciones, muchas veces nada graduales, sobre esas variables.
Los eventos hidrometeorológicos de baja o muy baja probabilidad de ocurrencia y de gran impacto negativo combinan tormentas muy severas con terremotos, erupciones volcánicas, fallo de estructuras hidráulicas (como el más reciente de la presa Derna, en Libia, consecuencia de la Tormenta Daniel, que ha dejado más de diez mil desaparecidos) y procesos geológicos asociados, como los movimientos de laderas todo unido a las inundaciones.
Al tratarse de un problema hidrológico, las obras hidráulicas de regulación, protección y aprovechamiento deben estar en constante supervisión para acomodarse a los cambios en el ciclo hidrológico resultado del cambio climático, debido a que “uno de los problemas fundamentales que se encuentra en la proyección de obras hidráulicas es que la hidrología estadística en que se basa, tiene implícita la presunción de que el clima será estable todo el tiempo de vida de las obras”.