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La Cueva de Taganana: un caso de espeleología histórica

Leslie F. Molerio León
29 enero 2025 | 0 |

La Cueva de Taganana, con su espléndida vista al mar y al Morro en la lejanía (Fig. 1), no parecía ser un paraje muy agradable para pasar alguna noche de tormenta si nos guiamos por los lamentos de Cirilo Villaverde que, en 1837, relataba que “los vientos que chocan con furo, y ese mar cuyos horrendos rugidos y remoloneantes olas estrellándose contra las peñas de esta cueva amenazan tragarnos…”

Y continúa,

“…encontrábase la Cueva a orillas del mar, más allá de la ensenada de San Lázaro y al descender de la Loma de Aróztegui [sic y donde se halla hoy el Castillo del Príncipe y en su terminación septentrional está la Universidad de La Habana] por el norte…Era de piedra viva, como lo testifican sus destruidas murallas capaz de contener cómodamente cuatrocientos hombres en un espacioso salón de forma circular. Que bien pudiera decirse plaza, por el diámetro y la altura de sus bóvedas y también de sus paredes, que dando una gran voz en su seno, se propaga más de veinte segundos, como los truenos que ruedan entre las nubes, cuyos ecos repite las montañas…

…Por esta parte que mira al oriente, tenía la boca o entrada, a la altura de dos hombres y muy semejante a un horno. Facilitaba su ascenso una escalera de la misma piedra con cuatro escalones; y franqueaba esta, en lo interior, otra también de piedras, pero con cuatro escalones más, que servía para descender al gran salón o plaza. Aquí reinaba siempre una noche completa aun en días más serenos y brillantes de verano, porque los rayos de luz que le entraban por la estrecha boca, se perdían en las espesas tinieblas de las ennegrecidas paredes, cubiertas de musgo y estaláctitas [así en el original]...

…De aquí es que los esploradores [así en el original] se hicieron de ascuas para registrar sus concavidades…”.

Así es como la describe Villaverde en su novela La cueva de Taganana donde recrea uno de los numerosos hechos de sangre que hubo en el lugar en los siglos XVIII y principios del XIX. Taganana ya no existe y solo se recuerda por estar así nombrado uno de los Salones del aledaño Hotel Nacional de Cuba. 

La cueva se encontraba en el frente de la terraza marina que da a la calle 23 (Calzada de Medina, no construida en la época de la narración de Villaverde ni tampoco en 1881 como se ve en el mapa de Pichardo) donde intersecta la calle (de la) Infanta, en la entonces llamada Colina de Oliver. Y debe ser la misma Cueva de Oliver –supone Antonio Núñez Jiménez- que se menciona en el Acta del Cabildo de La Habana de 13 de septiembre de 1561 al que Diego de Soto “vecino  de esta villa pidió le hagan merced de un sitio para cabras, que es, desde la Cueva de Oliver hasta el Pueblo Viejo…”

La única imagen que se dispone de la cueva es el grabado –que hemos reproducido- del salón conocido, apunte del teniente Archibald Robertson en su diario de operaciones de la Toma de La Habana por los ingleses en 1762, perteneciente a las Collections Archibald Robertson: his diaries and sketches in America, 1762-1780.

La cueva según se dice, fue clausurada por el Gobierno español en evitación de nuevos delitos y de escondrijo de maleantes sin que hayamos encontrado la fecha en que ello ocurrió. Aunque en su obra LO QUE FUIMOS Y LO QUE SOMOS ó LA HABANA ANTIGUA Y MODERNA, publicado en 1857, José María de la Torre deja entrever que su desaparición se debió a la explotación minera.

En efecto, señala que “en el monte de la Gata, donde se hallan las canteras, existió intacta hasta el año 1,816 o 20, la célebre cueva del indio Taganana, que ya se ha destruido”, acción que para Pérez Beato se debió, sin dudas, a la explotación de la cantera y no a un cierre deliberado “…Gran parte de la roca ha desaparecido y con ella la cueva, por la explotación de una cantera, para las edificaciones de la ciudad. La entrada de esta cueva estaba cerca de la orilla del mar, precisamente en el sitio que corresponde a la terminación de la Calzada de Infanta…”, y subrayamos una locación más precisa que la descrita por Villaverde que, sin embargo, debió haber conocido e incluso tal vez visitado la cueva. Pero su anotación “…al descender de la Loma de Aróztegui…” es bastante clara referencia que se llegaba bajando por la Calzada de Medina (hoy calle 23) y que, desde “la Loma de Aróztegui” era un buen camino que pasaba por la Cantera de Vega (donde hoy se construye la Torre K, parte de las manzanas de las calles 23-25-L-K).

Diez años antes del comentario de  De La Torre, según el propio Núñez Jiménez, hay una mención en la edición del 15 de febrero 1847 del periódico “Diario de La Habana” en la que Desiderio Herrera menciona que “un ciclón hizo que el mar inundara esta cueva”.

Es de presumir que la zona se inundase también antes, Durante la Tormenta de la Escarcha Salitrosa  (Octubre 25-26 de 1810), presumible Categoría Saffir-Simpson  3, cuando “esta ciudad llena de consternación…el mar rebosó en términos que entró en el hospital de S. Lázaro y cubrió el camino que se dirige a La Chorrera, arrastrando, cuando se retiró toda la arena que le cubría, de manera que lo dexó intransitable…” El fuerte movimiento constructivo de la época propició el desarrollo de numerosas canteras (Fig. 2) que aprovecharon inicialmente el espacio de las numerosas depresiones cársicas (conocidas popularmente como “huecos” o “furnias” por los vecinos del lugar y del que hoy se conservan algunos)

Pérez Beato describe la situación de las canteras en la zona que comentamos del modo siguiente:

“La mayor de todas y de la que aún se ven sus proporciones pesar de la gran parte que se ha rellenado y edificado, es la que se llamó de la Cueva, porque formaba parte de ella La Cueva de Taganana…

Inmediata y confundida con ella estaba la del Presidio, porque siendo propiedad del Estado la trabajaban los penados.

Por ellas cruza hoy la Calzada de La Infanta. Hasta mediados del siglo XIX, existió una cueva conocida por este nombre en el macizo rocoso en que estuvo hasta hace pocos años la batería llamada de Santa Clara, demolida recientemente para la edificación de un gran hotel (el ya mencionado Hotel Nacional)…”

Se especula que su nombre se debe a un aborigen cubano que la habitó. De hecho, todo el frente de la terraza, antiguo saliente al mar, conocida como Punta Brava y donde hoy finaliza La Rampa, conserva aún los restos de pequeñas cuevas en el frente de la terraza.

Desde el punto de vista espeleológico, la ausencia de cavernamiento en la superficie de la terraza y solamente en su frente sugiere que Taganana es una cueva de margen  costera formada por la interacción de aguas de mezcla, dulces y marinas. La terraza marina tiene una altura entre 12 y 13 metros sobre el nivel del mar y está constituida geológicamente por rocas de la Formación Vedado, de edad Mioceno superior-Plioceno; esto es, depositadas entre 10 y 2,4 millones de años atrás. Se trata de rocas carbonatadas; esto es, de calizas biohérmicas, parte de un antiguo montículo arrecifal construido con los esqueletos de diferentes organismos y que en esta formación geológica presenta  la particularidad de mostrar los corales fósiles en posición de crecimiento.

Fig. 2. Parte del Mapa de La Habana 1881 elaborado por Esteban Pichardo destacando la Batería de Santa Clara y la Cantera de la Cueva (Archivo del autor)

Nuestro colega Antonio Magaz reconoció varios niveles de terrazas marinas en este sector de El Vedado capitalino, como puede verse en el mapa y en cuyo extremo oriental se encuentra la zona que comentamos en este artículo, entre los niveles de terrazas de 7 y 20-25 metros, Terrazas I y II (Fig. 3). La formación de las cuevas en el frente de las terrazas marinas está asociada a los procesos abrasivos del mar durante el periodo geológico del Pleistoceno en que el mar, producto de los grandes deshielos, se encontraba en una posición más alta que la actual. Al pie de muchas de estas terrazas se observan unas concavidades, los nichos de marea, que marcan la posición del litoral batido por el mar en esas recientes épocas geológicas. En algunos casos esas terrazas aparecen elevadas también porque la tierra ascendió, como resultado de procesos de elevación o descenso de la superficie de la tierra o por la combinación de ambos. En las fotos de la época que acompañan esta nota, previa a la construcción del hotel Nacional, aun se observaban los nichos de marea al pie de la Terraza de la Cueva de Taganana (Fig. 4).

Fig. 3. Terrazas marinas de El Vedado según A. Magaz (Nota en Maravillas Subterráneas de Cuba de junio 19, 2021; https://www.facebook.com/groups/435613320557834/)

Fig. 4. Dos vistas del flanco oriental de la terraza marina en la que debió estar la Cueva de Taganana siguiendo la descripción de José María de la Torre de 1857. Actualmente ese frente está oculto por las instalaciones del centro comercial y oficinas de La Rampa. La foto superior es anterior a la construcción del Hotel Nacional de Cuba, inaugurado el 30 de diciembre de 1930 (Patrimonio de la UNESCO)

En la superficie de la terraza se construyó, entre 1797 y 1799 uno de los sistemas defensivos de La Habana, la Batería de Santa Clara, en honor a Juan Procopio Bassecourt, Conde de Santa Clara, gobernador de Cuba en la época y llegó a contar con 20 cañones cuyo fuego se cruzaría eventualmente con el del Castillo de La Punta. Su importancia estratégica quedó demostrada durante el sitio y toma de la Habana por los ingleses pues, el 18 de julio de 1762, según relata Antonio José Valdés en su Historia…

 “los regidores D. Luis de Aguiar y D. Laureano Chacón, hechos coroneles milicianos…el primero tuvo por conveniente situarse en el Horcón, y desde allí pasar á desalojar los enemigos a diferentes partes á que avanzaron, tomándoles casi siempre prisioneros; y viendo los perjuicios que hacían desde Taganana, la noche del diez y ocho de julio, les acometió en sus trincheras con sus tropas compuestas por gentes del país y negros esclavos…”

En los terrenos de la Batería, desmantelada ya para 1930, se construyó el Hotel Nacional pero se conservan dos cañones de alto calibre (el Krupp y el Ordóñez; Figs. 4 y 5) que fueron utilizados par a la defensa de la ciudad durante la Guerra Hispano-Cubana-Norteamericana, en 1897. Hoy son parte del sistema de fortificaciones que se integra al Patrimonio de la Humanidad que constituye la Habana Vieja (Fig. 6).

Fig. 4. Exterior de la Batería de Santa Clara mostrando el Cañón Krupp (Fuente. D. Jácome)
Fig. 6. Sistema de fortificaciones para la defensa de La Habana (1899). Fuente: https://nofipc.com/cuba/

De la Batería señala Juan de las Cuevas Toraya, en su ya clásica obra 500 años de construcciones en Cuba, dice que

“se componía de un dilatado y sólido parapeto de 227 varas de extensión (189,8 metros), distando unas 100 (83,59 metros) del mar, cuyos tiros debían cruzarse con los de la Punta, dominando muy cerca la caleta de San Lázaro. Junto a ella se encontraba un edificio destinado a escuela práctica de artillería. Estaba artillada con 20 piezas de grueso calibre y la guarnecían una compañía de infantería y un pelotón de artilleros.

En 1890 se reformó esta batería y se le construyeron blindajes de 1.60 metros de hormigón de cemento portland, con refuerzo de raíles. Esta fue una de las primeras ocasiones en que se conoce del uso del cemento portland en el país”.

En el Plano de emplazamiento de esta batería (Fig. 7) ya no aparece la cueva ni tampoco se hace mención alguna de cualquier otro tipo de cavernamiento en el sitio aunque, en el flanco de la Calle 23 y detrás de las edificaciones de La Rampa propiamente dicha, se conserva el frente de la terraza marina la que según de la Torre sería la boca de la cueva dibujada por Robertson y que mostraba el Morro en perspectiva.

Fig. 7. Planta y perfiles de las fortificaciones de la Batería de Santa Clara de 1897 para la instalación de la artillería pesada (Archivo del autor)

Taganana ya no existe más que en el recuerdo, pero es parte de la historia habanera y de la Espeleología cubana, no tan relevante por sus eventuales riquezas  naturales o su importancia científica, como por ser una de las pocas cuevas en el entorno de la ciudad capital de la que se tiene memoria y, por tanto, parte indisoluble de nuestro patrimonio cultural.

El acceso al frente remanente de la escarpa de la terraza marina está muy limitado por las obras civiles del Centro Comercial La Rampa, pero no sería mala idea abrir un paso que permita al habanero o al turista recrear esa parte de la historia de la ciudad a principios del siglo XIX.


Bibliografía

  • Villaverde, Cirilo (1847): La Cueva de Taganana. Miscelánea de útil y agradable recreo, Tomo 2, Sept. La Habana
  • Collections Archibald Robertson: his diaries and sketches in America, 1762-1780
  • Caleta de Juan Guillén [1] Núñez Jiménez, Antonio (1961): 20 años explorando a Cuba. Historia de la Sociedad Espeleológica de Cuba. Imprenta del INRA, La Habana, 382
  • Torre, José María de la (1857): Lo que fuimos y lo que somos ó La Habana Antigua y Moderna. Impenta de Spencer y Cía, Habana, 184:

Que debe referirse, según nos precisa el Prof. Luis Enrique Ramos Guadalupe, al Gran Huracán de La Habana o Tormenta de San Francisco de Borja, desarrollada entre el 19 y el 11 de octubre de 1846. Este huracán se estima que alcanzó la Categoría Saffir-Simpson de 5. Y efectivamente, la inundación provocada por el evento pudo alcanzar la boca de la cueva, situada a “a la altura de dos hombres” (poco más de tres metros). El propio Ramos Guadalupe consigna que “respecto de los fenómenos relacionados con el mar, las fuentes aluden únicamente a la inundación costera acaecida en San Lázaro…” (muy próxima a la zona de la cueva de Taganana. Véase Ramos Guadalupe, Luis Enrique (2009): Huracanes. Desastres naturales en Cuba. Edit. Academia, La Habana, 192:

Ramos Guadalupe, Luis Enrique (2009): Huracanes. Desastres naturales en Cuba. Edit. Academia, , La Habana, 192: [1] Valdés, Antonio José (1818): Historia de la Isla de Cuba y en especial de La Habana. Oficina de la Cena, Habana. Volumen I, 404;

Pérez Beato, Manuel (1936): Habana antigua. Apuntes históricos. Toponimia. Seoane, Fernández y Cía, Habana.

Parte de la cual es hoy la Fragua Martiana

Molerio León, L.F. (2005): Los nichos de marea kársticos en cuba y las fluctuaciones del nivel del mar en el Cuaternario. Bol. Soc. Venezolana Espeleol. 39:16-20, 2005

Valdés, Antonio José (1818): Historia de la Isla de Cuba y en especial de La Habana. Oficina de la Cena, Habana. Volumen I, 404;

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