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La Yoandra: Un paraíso habanero con nombre de mujer

Yanel Blanco Miranda
08 noviembre 2023 | 0 |
Yoandra, dueña de la finca del mismo nombre camina por las plantaciones.

Regreso a la casa por el camino de lozas que recorre la parte de la finca La Yoandra donde me encuentro. Es la segunda vez que la visito, pero la primera que la exploro a conciencia. Llevo las suelas de los zapatos llenas de fango porque no se suponía que lloviera tan temprano, aunque sin importar el horario, la lluvia siempre es bienvenida.

Mi anfitriona espera pacientemente a que termine mi recorrido, sabe que tiene un lugar singular y no solo por su belleza sino por lo que ella y su familia han logrado en cuanto a desarrollo agrario local, social y sostenible. 

La Finca Integral La Yoandra está ubicada en el municipio habanero Arroyo Naranjo y pertenece a la CCS Julito Díaz. Con alrededor de 11 hectáreas este sitio tuvo un “nacimiento” difícil.

“Las tierras que hoy tenemos eran las que se encontraban detrás de mi casa. Cuando mi esposo Marco y yo las veíamos (muy jóvenes), él soñaba con trabajarlas.

“Yo era totalmente desconocida cuando las solicitamos a la delegación de la agricultura del municipio. Al principio fue complicado porque los terrenos se los otorgaban a productores, gente que tenía una trayectoria”, recuerda Yoandra Álvarez Echeverría.

“En aquella época solo entregaba un 0,25 por ciento de hectárea por persona, por lo que mi padre y hermano también pidieron un tramo y las unimos”.

Emprender el saneamiento de la zona fue cosa de titanes. “El área, pantanosa y con mucha agua subterránea por estar el manto freático a un metro y medio de profundidad, era un basurero enorme. Lo primero fue rescatar el suelo para poder acometer las demás acciones.

“Tuvimos que limpiarlo y retirar los escombros, en su mayoría desechos de una herrería (algunos fueron reutilizados), además de lo que vertían las personas del vecindario. Luego empezamos a aplicar capa vegetal enriquecida, muchas veces con humus de lombriz. Fue una labor desgastante.

“Esta es un área con una pendiente ligera y cuando llovía esos nutrientes que esparcíamos en la parte superior de la finca terminaban en el río, ubicado en la parte baja, pero seguimos luchando”.

Yoandra confiesa que pese a tener un enfoque fundamentalmente agroecológico, al inicio tuvieron que usar maquinarias para fragmentar la tierra y acondicionarla.

“No voy a mentir, hubo un momento cuando recibimos la finca, en que tuvimos que ararla toda y romperla con tractores, pues el suelo estaba muy compactado.

“Había dos opciones o terraceábamos para evitar la erosión o dejábamos que la hierba hiciera su trabajo. Nos decantamos por la segunda, y después segamos constantemente con chapeadoras rústicas, hasta lograr un buen césped que fue el que mantuvo el terreno.

“A partir de ahí aprendimos cómo tratar el suelo, fuimos incorporando nuestro propio compostaje, incluso ahora los vecinos nos ayudan con los deshechos para hacerlo. No solo hemos sembrado en la tierra sino en las conciencias de las personas”.

Se hace camino…

Para la Finca La Yoandra el vínculo con los centros de investigación fue decisivo. La aplicación de la ciencia y la tecnología fue la solución a muchos de los problemas que existían de aridez, exceso de humedad, entre otros.

En esa perspectiva resultó vital la intervención, en el año 2000, de Adolfo Rodríguez Nodals (fallecido), director del Instituto de Investigaciones en Agricultura Tropical “Alejandro de Humboldt” (INIFAT) y jefe del Programa Nacional de Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar.

“Adolfito fue el guía del sueño que teníamos mi esposo y yo. Nos mostró cómo hacer las cosas y nos dio la idea de crear un jardín botánico de árboles frutales tropicales, trabajo que estaba impulsando en toda Cuba”, señala Yoandra Álvarez.

“La expectativa era alcanzar las cien especies, incluso de variedades desconocidas para la gente, como el zapote negro, caimito, níspero, por citar algunas. Al final llegamos a tener una plantación de 120, para lo cual colaboramos estrechamente con el Instituto de Fruticultura Tropical.

“No hablamos de una producción masiva porque como el objetivo era poseer representatividad, solo podíamos sembrar dos o tres ejemplares por especie. Sin embargo, resultan suficientes para abastecer el restaurante que hoy tenemos.

“Fue en esa época que supimos que existían otros lugares como el INIFAT, con el que todavía trabajamos. También nos fuimos imbuyendo dentro de esa magia que es la agricultura, trabajosa, pero que se te cuela en el alma y es muy difícil sacársela”.

Pese a la amistad que los unió, Yoandra asegura que Rodríguez Nodals nunca fue complaciente con la labor que realizaban en la finca, al contrario, siempre era estricto.

“Con nosotros fue muy exigente. Cuando yo creía que me iban a premiar por los resultados alcanzados, como parte del Programa Nacional de Agricultura Urbana, me decía ‘no, ahora tienes que ejecutar esto para lograrlo’. Hacía que siguiéramos creciendo para conseguir los méritos necesarios.

“Y un día llegaron los reconocimientos. Comenzamos siendo una finca de referencia municipal, provincial, nacional. Ahora ostentamos la categoría de Quinta Corona de Excelencia, máxima distinción que otorga la Agricultura Urbana”.

Y hacia todas partes voy

Un pequeño huerto de autoconsumo familiar fue la génesis de lo que es ahora La Yoandra. Sin importar donde se mire, los terrenos de la finca muestran un paisaje llamativo de trazos verde-marrón. No existe un solo espacio que no esté aprovechado.

La Yoandra cuenta con amplia diversidad de especies de aves, mariposas y otros animales, atraídos por las óptimas condiciones ambientales. (Foto Dunia Álvarez)

La finca cuenta con plantaciones a campo abierto o en casas de cultivos protegidos. Aparte de los frutales, hay quimbombó, habichuelas, frijoles, lechuga o tomate. Todo depende de la estación.

“Nuestras producciones cubren las necesidades que generan los proyectos sociales que desarrollamos en la comunidad, además de las meriendas y almuerzos de los trabajadores”, explica Yoandra.

En este sentido, existen dos programas fundamentales que, desde hace más de diez años, brindan conocimientos a los más pequeños de casa y salvaguarda a los más longevos. Se trata de los proyectos “La Rosa Blanca” y “Desde Adentro”.

Según Yoandra el círculo de interés comunitario ‘La Rosa Blanca’ nació casi con la finca. “La idea era sembrar en los niños de la zona la semillita sobre la importancia de cuidar el medio ambiente y que supieran qué es la agricultura sostenible.

“Para eso construimos un ranchón donde pudiéramos reunirnos. La primera captación la hice en el 2000, y hasta la fecha han pasado alrededor de cuatro generaciones de muchachos”.

Yoandra Álvarez manifiesta que ha sido una gran satisfacción darle clases a niños. Antes quizás arrojaban basura al piso o no les tenían amor a las plantas; hoy, debido a lo aprendido, se han convertido en agrónomos o veterinarios.

“Incluso algunos trabajan conmigo en la empresa o los sábados con el círculo de interés. Otros, que ya son padres, me traen a sus hijos para que los enseñe como hice con ellos”, apunta.

En el caso de los ancianos también cuentan con su espacio en “Desde Adentro”. Este es un círculo de abuelos que concentra, en particular, a aquellas personas que no tienen apoyo familiar.

“Mi esposo dice que ellos vienen con el mal del bastón (jorobados), y después van levantando la miradapara ver todo lo que les rodea porque se van sintiendo queridos.

“Nuestra misión no es únicamente alimentarlos, aquí los escuchamos y atendemos. Ellos se sientan en un lugar bonito, donde sus vidas les cambia”.

Yoandra comenta que durante la pandemia de la COVID-19, cuando no se podía salir de la casa, coordinaron con los actores de la comunidad para seguir atendiendo a los abuelos de su círculo.

De agricultura, emprendimientos y saberes compartidos

Quienes han visitado la Finca Integral La Yoandra saben de la decisión de sus dueños de emplear una agricultura sostenible, consciente y respetuosa del medio ambiente.

Esta práctica que revaloriza el conocimiento tradicional, al emplear animales para arar, rotación de cultivos o reutilizar lo encontrado en el entorno, hace que el lugar sea referencia nacional.

Con 24 años de creada, La Yoandra ha sabido disponer de un sistema eficiente en cuanto a mano de obra, recursos financieros, disponibilidad de agua, nutrientes, variedad de cultivos y, encima, ser productiva.

: En la actualidad la finca posee árboles frutales, cultivos varios y otros proyectos. (Foto Dunia Álvarez)

“Todo lo que le aplicamos al suelo es biológico, sustancias elaboradas por el Grupo Empresarial Labiofam o el Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA), y compradas al grupo Empresarial de Logística (GELMA), perteneciente al Ministerio de la Agricultura (MINAG).

“Nuestro compromiso es grande, sobre todo ahora que contamos con más tierras. Hoy poseemos cultivos varios, frutales y proyectos novedosos con el INIFAT. Entre ellos, uno que implica sembrar plantas aromáticas para condimentar las comidas y otras medicinales”, manifiesta Yoandra.

Asimismo, están construyendo un polígono de referencia con cultivos que, por lo general, se encuentran distantes entre sí, a veces en otras provincias, tal es el caso del café, cacao, azúcar y tabaco.

Esta agricultora urbana subraya que han podido realizar lo propuesto en estos años, debido al conocimiento recibido de los investigadores y productores con los que han tratado.

Quizá es por eso que su finca se convierte en un espacio de aprendizaje, al que estudiantes y agricultores van en busca de superación. Cursos y talleres sobre las hortalizas y las buenas prácticas para el manejo de su cadena de valor o la meliponicultura en Cuba y la explotación de las abejas de la tierra, son algunos de los temas impartidos, en colaboración con el programa “Autoabastecimiento alimentario y desarrollo de iniciativas económicas sostenibles en La Habana (HAB.AMA)”.

En 2011 el restaurante DiVino abría sus puertas, como parte del proyecto de desarrollo local “Desde Adentro” (que da nombre al círculo de abuelos).

La idea era poder sostener económicamente, los emprendimientos sociales existentes, así como los de investigación y progreso de la finca, a la par de la comercialización de lo cosechado en los terrenos.

En la finca hay un alto por ciento de mujeres. Yoandra asegura que algunas llevan con ella 24 años. (Foto Dunia Álvarez)

Luego llegaría Helados De Luca, elaborados con las pulpas de las frutas cultivadas en el lugar. De chocolate, mango, guayaba, guanábana y mamey, entre otros sabores, los sorbetes son vendidos dentro de DiVino y a otros restaurantes.

Para conseguir la leche con la que se fabrican estos helados artesanales, Yoandra contacta con campesinos que poseen vacas, como parte de proceso del encadenamiento con otros productores. “Ellos nos proporcionan la materia prima después de cumplir con sus planes. La otra parte de la leche es importada”, expresa.

La incorporación de nuevas formas de gestión en el escenario económico cubano propició que Yoandra y su familia decidieran crear la Mipyme Natural Bio Vida en 2021.

“Todo está muy bien organizado. Con Natural Bio Vida lo que hicimos fue darle cuerpo legal a lo que veníamos haciendo hasta el momento con el restaurante y la reciente industria de helado”.

Cuando Yoandra y Marco soñaban, desde su hogar, hacer producir los terrenos que estaban al fondo de la casa, tal vez no pensaron en la repercusión social que tendría su finca. La única certeza era el deseo de cultivar y el amor por la agricultura, que este había heredado de su abuelo.

Sin embargo, germinó La Yoandra y con ella múltiples proyectos que benefician a la comunidad y que muestran que de la tierra es posible vivir.

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