Esta entrevista se publicó originalmente en el No. 394/enero-febrero de 2017. Ante la dolorosa noticia del fallecimiento del destacado científico cubano, la compartimos nuevamente.
Sergio respira profundo y a su nariz llegan los olores de la tierra cubierta por el rocío. Aún no amanece, pero como si fuera la primera vez recorre con pie firme la distancia que hay desde la carretera hasta su oficina. Llegar temprano es muy importante para este hombre que apenas nota el paso del tiempo, y para quien la ciencia agrícola no es trabajo sino vida.
A sus casi “sesenta y diez” años lleva en la mirada la misma ilusión que al graduarse de Ingeniería Agrónoma. Y en su mente, siempre activa, surgen nuevas ideas que gustoso comparte con los miembros más jóvenes del plantel que lidera, pues sabe que las obligaciones de su muy ocupada agenda no le permitirán desarrollarlas a conciencia.
Siempre de un lado a otro, Sergio exhibe el Instituto de Investigaciones de Viandas Tropicales (INIVIT) donde labora, con orgullo. Con prestigio a nivel nacional e internacional este centro es reconocido por sus bancos de germoplasmas.
La incesante labor de sus trabajadores y especialistas por mantener el desarrollo agrícola se ve reflejada en sus 750 variedades de boniato, 520 de yuca, 345 de plátano y más de 300 de malanga.
“Si algo ha caracterizado al INIVIT es el protagonismo de su colectivo, manifestado en cada investigación hecha”, confiesa Sergio.
De un rinconcito del mundo
De origen campesino, nació en un poblado de Sancti Spíritus. Su padre, cortador de caña, le inculcó el interés por el estudio y la superación personal. Y aunque el dinero escaseaba, nunca faltó a la escuela.
“Él siempre tuvo claro que yo debía hacerme un profesional para que tuviera un futuro diferente al suyo. A mí me gustaba la medicina, pero debía cursar los dos primeros años en Victoria de Girón, en La Habana, pero nunca me ha atraído vivir en la capital.
Entonces, siguiendo el llamado del Comandante en Jefe para que los jóvenes nos incorporáramos a carreras agropecuarias, decidí matricular en la Universidad de Villa Clara donde se impartían”, recuerda el director del INIVIT.
— ¿Qué cree de la Ingeniería Agrónoma?
— Pienso que no hay nada más importante que la agronomía. Tanto es así que la producción alimentaria está considerada, por nuestro presidente Raúl Castro, como un asunto de alta seguridad nacional.
“Yo me especialicé en mejoramiento genético, una rama muy cercana a la medicina. A los jóvenes del INIVIT les digo que aunque muchas veces las decisiones que tomamos pueden ser superficiales, por no tener toda la percepción del asunto, si lo escogido nos gusta, podemos llegar a consagrarnos a esa especialidad”.
— ¿Cómo llega al INIVIT?
— Fue el lugar donde me asignaron al graduarme. No era, ni remotamente lo que es hoy, pero como siempre me gustó la genética decidí quedarme. Ya llevo más de 43 años y pienso jubilarme aquí. Nunca renuncio a seguir investigando.
— ¿Cree que los jóvenes juegan un papel importante en el INIVIT?
— En ocasiones varios compañeros han expresado su preocupación sobre el relevo, sin embargo, en este centro eso está garantizado. Yo no concibo al INIVIT sin jóvenes porque para mí la juventud es la fuerza impulsora de cualquier actividad que hoy esté en su máxima expresión creadora.
“Aquí lo primero que hacemos con los recién graduados es darles una ubicación general para que se familiaricen con nuestro perfil de trabajo, y después le comenzamos a asignar tareas de mayor responsabilidad”.
“Descansar la labor de una institución en el nombre de una sola persona es un error. Si el INIVIT hoy existe es por todo el colectivo que allí trabaja”.
Productor vs. Científico ¿Enemigos íntimos?
La obtención de alimentos es de vital importancia para el sostenimiento de los pueblos. Sin embargo, en ocasiones llegan a existir grandes dicotomías entre agricultores y científicos. Y las diferencias de ideas sobre un mismo tema redundan, en una ineficiente gestión de la producción.
Para Sergio Rodríguez esa es una debilidad mundial, pues según su criterio existe mucha ciencia constituida y solo un por ciento es aplicada en los diferentes espacios.
No obstante, reconoce que, a pesar de las limitaciones materiales sufridas en la Isla a raíz del Periodo Especial, y de no estar satisfechos con lo realizado, hoy se generan nuevas ideas para que esa ciencia se aplique y la canasta de las familias cubanas se vea enriquecida.
“Yo le digo a los compañeros que no basta con dar conferencias sobre cuál es la variedad que consideramos mejor o la tecnología más funcional. Al final los campesinos no las aplican. Y es que no es suficiente con graficar en una diapositiva sus superioridades. Hay que demostrar, desde el punto de vista económico, cómo puede verse beneficiado con lo que le proponemos”.
“Lógicamente no esperemos cambios de 180 grados porque el hombre piensa como vive, y si hasta ahora con su variedad le ha ido bien, va a resistirse al cambio”.
Como líder del Grupo Nacional de Viandas Sergio Rodríguez recorre cada año el país para mostrar las ventajas que tiene aplicar la ciencia como un modo de obtener mejores rendimientos.
“Una premisa de nuestro grupo es que si bien estamos para enseñarles a los productores lo descubierto en nuestras investigaciones, también es importante apropiarnos de sus conocimientos, herencia de sus antepasados y de la práctica diaria en el campo.
Lo importante es que nos vean como sus colaboradores, y que en vez de prepararse solo para exponernos los logros alcanzados, también aprovechen nuestras visitas para hablarnos de sus preocupaciones. Así podremos guiarlos en la aplicación de nuevas alternativas científico-tecnológicas”.
— El Periodo Especial impactó de manera negativa a la agricultura cubana. ¿Cómo describe esa afectación?
— Este país se vio sin fertilizantes, sin pesticidas y con una limitación muy grande de combustible, por lo que no pudimos operar como lo hicimos antes de ese momento. Pero logramos salir adelante debido a los productores. A su capacidad de entender la importancia que representa la ciencia y la técnica para el desarrollo agrícola.
“Recuerdo dar conferencias por todo el país sobre cómo utilizar la cáscara del plátano con puré de tomates y hacer un picadillo, incluso más vitamínico que la carne de res ripiada, o cómo hacer un bistec de toronja. Fueron tiempos difíciles, pero salimos adelante”.
— Sin embargo, la poca aplicación de la ciencia y la técnica en la agricultura es una preocupación que también es discutida cada año por los Diputados a la Asamblea Nacional.
— Es verdad, pero yo siempre insisto, no podemos ver la aplicación solo como responsabilidad del productor. Depende también de cómo los investigadores generamos nuevas ideas para que estas lleguen al campesino. Y la vida me ha demostrado que cuando al agricultor se le convence de las ventajas de la ciencia, este la aplica a sus cultivos.
“Por supuesto la respuesta productiva no se consigue de un día para otro. Pero la agricultura está cambiando y el país apuesta por ella. Así lo reflejan las inversiones hechas en Laguna Blanca, en Yabú o en Mayarí. Entre los factores condicionantes de un avance lento están el éxodo de personas que existe para la ciudad. Además de una demanda superior a la oferta”.
“Otro problema devenido de la carencia económica es el desarrollo de tecnologías. En el mundo no se trabaja con arado y bueyes sino con equipos y organización. Nosotros tenemos que pensar en una agricultura intensiva y de alto rendimiento y lograr que ese hombre que está en el campo contribuya más. Por tal motivo el país invierte en maquinarias y técnicas de riego”.
Guerra de trazos
Para Sergio en la agricultura se vale todo. Por supuesto, no puede ser a toda costa ni costo. Las tecnologías usadas para producir alimentos, deben estar en correspondencia con el escenario dónde van a ser empleadas. Buscar un punto de equilibrio.
“Transformar nuestro modelo productivo de altos insumos químicos y energéticos a otro con un enfoque sostenible es vital, aunque no pueda hablarse de cero pesticidas porque hay determinados momentos en que la plaga se va del umbral permisible y tienen que aplicarse.
“Hoy en el mundo existe una gran lucha contra las plantas genéticamente modificadas, pero con ellas nos estamos nutriendo. En los principales países exportadores de alimentos, más del 80 por ciento de sus producciones responden a esa pauta. Y es cierto que dicha tecnología implica riesgos, pero en la vida nada es seguro. Debemos poner en una balanza dónde debe estar el pensamiento estratégico. Para mí lo más importante es producir alimentos”.
— Una de las propuestas hechas por usted en disímiles ocasiones, con la idea de sustituir importaciones, sobre todo para la alimentación animal, era utilizar la yuca. ¿Mantiene esa opinión?
— Sí. Y ya es una realidad el uso de raíces y tubérculos con este objetivo. Incluso hemos dado talleres a productores de ganado para que los utilicen junto con el boniato en la alimentación de sus animales, porque en la medida en que el precio de los cereales se incremente deben surgir nuevas alternativas de cultivo tropical.
“Los residuos de la industria azucarera también son una opción a considerar, pero los cubanos no tenemos cultura de su aprovechamiento. Nuestros ganaderos deben concientizar que el alimento hay que buscarlo donde esté. Y los agricultores también tenemos que producir comida para los animales”.
Por supuesto, aclara el director del INIVIT, “es un error hablar sobre la eliminar la importación porque existen cosas que siempre tendremos que traer de fuera. Pero el problema radica en que traemos alimentos que pueden producirse en Cuba o ser sustituidos por otros”.
— Diputado a la Asamblea Nacional y miembro del Consejo de Estado, ¿qué representa para usted?
— Es un gran compromiso, pues debo actuar en correspondencia con lo que la sociedad espera de mí y para lo que se me ha preparado. Y a veces en las reuniones tengo que limitarme, porque todos están atentos a lo que digo. Y cuando se habla mucho se corre el riesgo de cometer errores que en nuestro caso, son imperdonables.
“Pero me siento muy orgulloso, pues creo que es un reconocimiento a la labor que he desarrollado en estos años. Y como cubano que soy, a mí me gustaría ver la prosperidad agrícola de nuestro país”.
— Hemos hablado en varias ocasiones del INIVIT ¿Qué percepción cree que sus trabajadores tengan de usted?
— Los dirigentes estamos sometidos, en correspondencia con el actuar, a la crítica y elogio continuos. No obstante, yo siento que mi colectivo me quiere y se alegra por los logros que obtengo.
“Es cierto que a veces debo tomar decisiones que no todos comparten, pero nunca me escudo en mi cargo para beneficiarme. Y si hay algún científico con una investigación digna reconozco su mérito”.
Sergio y su caja de sueños
Descansar quince días al año es un acontecimiento que la familia de Sergio siempre celebra. Y es que este hombre nunca siente el cansancio de la rutina diaria.
“No siento que necesite vacaciones. Disfruto mucho lo que hago y no me agota. Cuando estoy en el INIVIT y llega la noche, solo me voy de la oficina porque tengo que comer y dormir”.
“A mí, los pocos días que cojo de asueto, me resultan muy difíciles, por lo menos al principio. Y trato de llevarme a escondidas, porque lo tengo prohibido, algunos asuntos pendientes para la casa. Pero ya después disfruto mucho compartir con mi familia”.
— Trabaja junto con su esposa. ¿Cuán importante es para usted?
— Comenzamos a trabajar en el INIVIT después de graduarnos en 1972, pero ya estábamos casados desde el año 69. Aunque cada cual tiene su carácter siempre hemos estado unidos, pues ella tiene mayor percepción de la organización.
— ¿Cuán importante es la investigación para usted?
— Tiene un espacio grande en mi vida. A veces salgo a caminar por el INIVIT y pienso cómo podemos mejorar tal variedad. Además, para ser director de un centro de investigación hay que estudiar porque si no anquilosas el pensamiento institucional y dejas de aportar al país”.
— ¿Cómo le gustaría ser recordado?
—Como un cubano. Y ¿a qué cubano no le gusta el deporte, la música y el ron? A veces voy a los recorridos y percibo cuando la gente me quiere brindar un traguito. Entonces empiezan a consultar con los que van conmigo y eso me da mucha gracia porque yo soy el director del INIVIT, pero también soy un ser humano.