De izquierda a derecha 1- Astrix (Licenciada en Ciencias de la Computación: Graduación XVIII/1989–1992), 2- Aitana (hija de Ariadne), 3- Ariadne, 4- Adriana (hija de Ulises, Ingeniera civil: Graduación: XLII/2013–2016) ), 5- Ulises, 6- Zoe y 7- Ariel (hijo de Ulises) (Foto: cortesía familiar)
Una escuela para la ciencia, para la técnica; una escuela para despertar la pasión por el conocimiento, por la búsqueda, por la superación, por la solidaridad. Bajo ese espíritu, manifiesto en sus palabras el 31 de enero de 1974, hace medio siglo, Fidel inauguraba la Escuela Vocacional Vladimir Ilich Lenin, la “casa azul” de tantas generaciones, que luego se multiplicó en centros educativos hermanos por todo el país.
Durante estos 50 años, JT ha acompañado los devenires de “La Lenin”, sus épocas mejores, sus épocas peores, ha elogiado, ha criticado, ha propuesto; hemos entrevistado a antiguos profesores, a entrenadores, a estudiantes. Pero hoy, día de aniversario, queremos dejar el testimonio de una familia leninista. Cuatro hermanos y los dos hijos de uno de ellos, vivieron la experiencia humana y educativa de la vocacional. En sus testimonios se devela que “La Lenin” es mucho más que un edificio, es una cofradía, como dice escueta pero rotundamente uno de ellos, y sobre todo es un sueño, uno posible, con el cual todos tenemos un deber.
Zoe Plasencia López (Ingeniera en Sistemas Automatizados de Dirección): Graduación IX/1977–1983
La experiencia en La Lenin fue una marca en mi vida, desde el punto de vista personal, en mis siguientes años como estudiante y luego como profesional. En La Lenin adquirí un método de estudio sólido que apliqué con éxito en mis años universitarios. También adquirí hábitos de disciplina y organización, de pensar y trabajar en equipo, de compartir, lo mismo comida que ropa y conocimientos, de respeto a mis pares y a mis mayores.
Lo mejor que me dejó La Lenin, después de que me gradué allí, fue la importante cofradía a la que entramos. Es una red de amigos y conocidos que te sostiene donde quiera que estés; una verdadera red de confianza. Agradezco esos años y conservo los mejores recuerdos de esa experiencia.
Ulises Plasencia López (Ingeniero electrónico): Graduación XI/1979–1985
La Lenin es un clan, una hermandad, una cofradía. Allí tuve excelentes profesores, excelentes amigas y amigos y por qué no también hermanos. La considero la mejor escuela del mundo. ¡Viva la Lenin! Te extrañamos.
Ariadne Plasencia Castro (Ingeniera en telecomunicaciones): Graduación XVI/1984-1990
Desde que estaba en la mitad de la primaria, yo quería estudiar en la Lenin. Es evidente que en esto influyeron mis hermanos mayores, que lo son ocho y seis años, respectivamente: cuando yo andaba terminando cuarto grado, ya mi hermana iba para la Universidad.
Mi graduación fue la última que tuvo estudiantes de seis años. Nos tocó vivir el tránsito de ser parte de una Escuela Vocacional a ser alumnos de un Pre de Ciencias Exactas. Sin embargo, la Lenin no dejó de ser lo más importante: un modelo de formación. Aquel en el que desde que te despertabas, había espacios de influencias por todas partes aunque, por nuestra edad, y porque nada es perfecto, había cosas que se hacían solo por disciplina.
No hay modo de desprenderse de lo que representó vivir en colectivo y retados por el conocimiento y el rigor, practicando deportes, combinando el estudio con el trabajo y apreciando la cultura, y, a la vez, desarrollando una condición humana que también nos hizo combatir lo mal hecho, despreciar la chapucería y compartir la vida aunque no nos alcance.
En un contexto como el actual, no debe pensarse la Lenin como la posibilidad de aprovechar una época de bonanza o de solidaridad material, sino como un ámbito de excelencia para formar gente que tenga capacidad para transformar para todos.
Ariel Plasencia Díaz (Licenciado en Ciencias de la Computación):Graduación XL/2011–2014
El IPVCE Vladimir Ilich Lenin dejó un significado tan positivo en mí por varias razones:
1. Desarrollé habilidades de pensamiento, resolución de problemas y trabajo en equipo, muy necesarias para mi futuro académico y profesional.
2. Aprendí muchísimo gracias al excelente claustro de docentes y a la convivencia de los que hoy en día considero grandes amigos.
3. Dejó una huella marcada en mi vida como estudiante y me hizo competente en el ámbito científico e investigativo.
En fin, sin temor a equivocarme, digo que volvería a estudiar en esa maravillosa escuela una y mil veces más.