Foto: tomada de Cubadebate
Más allá de sus notables aportes en la historia de la nación cubana, desde la lucha guerrillera de la Sierra Maestra, el levantamiento de Cienfuegos y las altas responsabilidades asumidas en la construcción de un nuevo país, contaré brevemente sobre mi acercamiento personal al Comandante Julio Camacho Aguilera cuando se desempeñaba como primer secretario del Partido Comunista de Cuba en la provincia de Pinar del Río.
Los primeros contactos fueron a raíz de mi incorporación como profesor recién graduado a la naciente filial universitaria de Minas de Matahambre, a fines del año 1972. Allí presencié su constante preocupación por la materialización del pensamiento de Fidel sobre el estudio-trabajo y por la preparación de los jóvenes profesionales que deberían llevar adelante los planes de desarrollo geológico y minero del occidente cubano.
No pocas veces visitó la filial o participó en jornadas, actos o plenos convocados por la entonces Sede Universitaria de Pinar del Rio, hoy “Hermanos Saíz Montes de Oca”, en los que se analizaba la labor universitaria en la provincia, con particular desvelo hacia Matahambre y Cajálbana, lugares donde se formaban los ingenieros forestales de todo el país.
Particularmente recuerdo su visita a la filial en febrero de 1973, acompañando a Fidel, quien comprobaba su idea de la pedagogía martiana de combinar el estudio y el trabajo. Ambos estuvieron en el frente minero subterráneo y conversaron allí con los alumnos del primer año de Ingeniería en Minas. Se sorprendieron, pues eran demasiado jóvenes para ser mineros y más aún cuando les expresaron que eran estudiantes de la filial en su jornada de trabajo. Ya en las instalaciones del centro les expliqué, junto al director Gladstone Oliva, los resultados alcanzados en esa primera etapa docente. No fueron pocas las preguntas formuladas.
Terminado el curso escolar 1972-1973 regresé a la Cujae, entonces Facultad de Tecnología, pues estaba ubicado laboralmente en el Departamento de Matemáticas de la Escuela de Ciencias Básicas. Para sorpresa mía, conzco que Camacho había solicitado al rector de la sede, Ricardo Abreu Espinosa, que regresara a la filial para encargarme de la impartición de varias asignaturas del ciclo básico y ejercer también tareas de dirección académica.
Fue así como en el curso 1975-76 regreso a Pinar del Río en calidad de profesor de la Cujae en prestación de servicios, y reinicio mis contactos con el Comandante Camacho, quien solicitó a las autoridades universitarias que se me trasladara oficialmente como parte del claustro de la filial, para lo cual garantizó una vivienda en un edificio del Reparto Viet Nam Heroico para mí y mi esposa Mercedes, hecho que se materializó en diciembre de 1977.
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La labor realizada por Julio Camacho en Pinar del Río no solo en el desarrollo económico sino también social es incuestionable, por eso el pueblo pinareño lo reconoce como un hijo propio. Y la Universidad de Pinar del Rio también lo ha distinguido con sus más altas distinciones, incluyendo la condición de Doctor Honoris Causa. En varias ocasiones estuvo presente en claustros y otras actividades, brindando conferencias o intervenciones precisas y oportunas, que siempre revelaban a un revolucionario culto y comprometido con la obra que tanta sangre y sudor había costado.
Mi otra etapa de trabajo con el Comandante Camacho fue cuando me designaron delegado territorial del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) en Pinar del Río en junio de 2004.
Para esa fecha Camacho ya estaba al frente de la Oficina para el Desarrollo Integral de la Península de Guanahacabibes y, por mi cargo, debía ocuparme de la sostenibilidad de esta importante área natural donde existían una Reserva de la Biosfera, un Parque Nacional y dos Reservas Naturales, lo cual significaba un verdadero desafío a las inversiones turísticas y el plan de desarrollo general de toda la península para no afectar la extraordinaria biodiversidad presente en el área.
Conciliar la protección y conservación de la naturaleza con el crecimiento económico y el desarrollo social no es tarea fácil, más bien muy compleja y audaz. En un contexto marcado por las limitaciones financieras y económicas, matizadas por el bloqueo del gobierno de los Estados Unidos de América, resultaba un escenario propicio para los intercambios y los debates frecuentes sobre economía y desarrollo sostenible.
En este periodo, el CITMA, con el apoyo de la Fundación para el Desarrollo Social de Canarias (FUNDESCAN), ejecutó importantes proyectos de desarrollo sostenible en la península de Guanahacabibes en coordinación con la Oficina que dirigía el Comandante Camacho. De igual forma se conciliaron las inversiones que gestionaba la Oficina, a partir de evaluar sus impactos ambientales de forma tal que estos fueran los mínimos y pudieran evitarse o mitigarse.
Un proyecto de mucho interés resultó el de conservación de las tortugas marinas, dirigido por la Dra. María Elena Ibarra, Directora del Centro de Investigaciones Marinas de la Universidad de La Habana, el cual aún se desarrolla. Esta iniciativa, que contó con el apoyo logístico del Comandante Camacho y también del Parque Nacional Guanahacabibes, perteneciente al CITMA, contribuyó no solo a proteger sino también a ampliar su reproducción, al mismo tiempo que los estudiantes de la carrera de Licenciatura en Biología se formaban como futuros profesionales con un enfoque de sostenibilidad y la comunidad del Cabo de San Antonio se educaba desde el punto de vista ambiental.
Durante mi etapa como delegado territorial del CITMA siempre recibí el apoyo del Comandante Camacho y, por supuesto, de la Dra. Rosa Elena Simeón, entonces ministra del organismo. En varias ocasiones los tres coincidimos en Guanahacabibes y analizamos de conjunto su desarrollo, siempre con el enfoque del respeto a la biodiversidad y los ecosistemas únicos que posee.
Sirvan esta breves líneas no solo de recordatorio, sino de homenaje a un hombre que supo combinar sus altas responsabilidades con la modestia, con el saber escuchar, con el entender las opiniones de otros y respetarlas, aunque no siempre se compartieran.