Fotos: Lorenzo Santos (Losama)
Osvaldo Rodríguez Morán es conocido por los muchachos del barrio como esa persona bondadosa y desinteresada que los ayuda cuando tienen dudas en asignaturas como Matemática o Física. Cuando se entabla una conversación con él, su hablar culto y pausado devela que, a pesar de su sencillez, se trata de un hombre con una gran formación académica y científica.
Luego sabremos que a sus 71 años no ha dejado de trabajar ni un solo día y jamás se ha arrepentido de su vocación, pues ama lo que hace sobre todas las cosas.
Su vida es un ejemplo de constancia. Su divisa: cultivar la autoestima e imponerse retos profesionales, que favorezcan el crecimiento interior y el temple del espíritu. Por eso desde joven creyó, literalmente, que podía alcanzar el cielo, pues deseaba dedicarse a las ciencias naturales y, particularmente, a la astronomía.
“Yo matriculé en la Escuela de Física. Primero, porque quería ser astrónomo y la única posibilidad que había de trabajar en el Instituto de Geofísica y Astronomía, la entidad rectora de este campo en todo el país, era entrando en la institución”.
Morán soñaba con esa profesión desde cuarto grado, pues “aunque algunos piensen que es una exageración de mi parte, que es muy poco probable que una vocación pueda estar definida en tan temprana edad, recuerdo claramente el día que la maestra habló en la clase del universo, la perfección del sistema solar, los movimientos de los planetas y los astros, sus características físicas, las distancias entre ellos, radios, todos esos números que hacen ver la insignificancia de la vida humana ante la maravilla del cosmos.
“Todo aquello me cautivó; en una palabra, me apasionó, y empecé a hablarles a mis padres sobre lo que quería estudiar de mayor. Ellos me dijeron que para dedicarme a ese mundo tendría que concentrarme mucho en las asignaturas de Matemáticas y Física, y eran materias fuertes, pero yo, invariablemente, seguí mi camino”.
Cuando tenía 14 años y empezó a practicar judo, un deporte que estaría acompañándolo buena parte de su vida, coincidió que se comenzaron a promover las escuelas especializadas en Educación Física para atletas de buen rendimiento; entre estas, las Escuelas de Iniciación Deportiva Escolar (EIDE).
“Participé en algunas competencias en uno de esos centros y, sinceramente, hice un buen papel, pues llegué a las finales. Unos días después llegó un telegrama a mi casa donde me decían que había sido captado para entrar en la escuela, pero nunca me presenté. Yo quería ser científico, no deportista”.
“Ya tengo 71 años, pero en esa época yo seguí entrenando judo por 20 más, hasta cumplir los 35 aproximadamente. A partir de ese momento dejé las prácticas, y me dediqué a realizar solamente entrenamiento físico, por aquello de cuerpo sano, mente sana. Para mí el deporte no es solamente un pasatiempo, sino algo muy importante, pero nunca podría poner en peligro lo prioritario, que es la ciencia, el ritmo lo marca el estudio”.
De las estrellas a educador

Osvaldo empezó como alumno ayudante en el Instituto de Geofísica y Astronomía (IGA), con buenos resultados en las materias matriculadas y convencido de terminar transitando exitosamente el camino elegido. Sin embargo, en el tercer año de la especialidad tuvo, con gran tristeza, que dejar la carrera, por un padecimiento de migraña, cuyos síntomas se agravaban debido al estrés ocasionado por la gran carga de estudio.
“Fue un golpe de la vida, de esos que no esperas, y es aún peor cuando se es joven y se siente que todo es posible, que las energías te acompañan y el mundo es un lugar donde encajan tus expectativas.”
“A mi edad, los dolores de cabeza han disminuido en intensidad y frecuencia, pero, en esa época también nació mi hija, y a pesar de que mi padre me ayudaba en el plano económico, tuve que renunciar temporalmente a la universidad”.
Más adelante, con la intención de integrarse de nuevo a la vida estudiantil, y seguro de que se premian los resultados y no los esfuerzos, se encaminó hasta la Cujae: “Después de hacer un análisis sobre las posibles alternativas, me convencí que la Geofísica era lo más parecido que había a mi especialidad, y tras pasar las pruebas de rigor, me matriculé”.
Cualquiera podría pensar que estaba dejando de mirar para arriba y que ahora lo hacía hacia abajo, de las estrellas al polvo del camino; olvidaban que el polvo se forma, también, de astros caídos a nuestro suelo. Fue un cambio de profundas emociones encontradas: el joven que aspira a seguir su formación, que quiere graduarse y hacerse un hombre de provecho para la sociedad, que desea entregar sus esfuerzos a una obra mayor, de pronto cambia su rumbo. Pero él no se detuvo hasta graduarse satisfactoriamente.
Cuando se le pregunta de los inicios de su vocación de educador, Osvaldo sonríe al rememorar los viejos tiempos y responde: “Yo comencé a impartir clases desde que estaba en la secundaria porque era monitor de Física, eso sí, muy nervioso.
“Ya en el preuniversitario, asistía a una escuela militar en la que íbamos al aula vestidos con el uniforme verde a recibir las clases. Allí, tuve la suerte de encontrarme con un grupo muy bueno, y como yo ya estaba un poco más seguro de mis conocimientos sobre las ciencias, repasaba a los que tenían dificultades”.
“Había una fuerte tendencia a nutrirse de todo tipo de saberes en ese grupo. Recuerdo también que solíamos estudiar mucha filosofía, a pesar de que en esa época no se daba como asignatura. Yo leía obras que estaban muy en boga durante esos años, consideradas clásicas dentro de la literatura marxista-leninista: Materialismo y Empiriocriticismo, de Vladimir Ilich Lenin y El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, de Federico Engels.
“Realmente estoy muy contento de poder haber pertenecido a ese grupo. Incluso, ya terminando me involucré mucho más con la Matemática y empecé a estudiar Cálculo Diferencial Integral, que era vital a la hora de afrontar una carrera técnica.
“Todos aquellos conocimientos que ganamos en esa época fueron por estudio de manera espontánea. Ahora, al cabo del tiempo, miro hacia atrás y me doy cuenta de que había una dirección que yo quería seguir desde ese entonces: la de la investigación y el estudio”.
La Geofísica en el corazón
Dejando de lado al Osvaldo estudiante, observo ahora al profesional de la Geofísica, y, aunque a duras penas se consigue que hable de sí mismo y sus reconocimientos y logros científicos, la conversación se convierte en un preguntas y respuestas acerca de sus investigaciones.

– ¿Cuáles han sido los proyectos más difíciles para usted desde el punto de vista intelectual?
– Los más difíciles han sido los que han durado un tiempo importante. Uno de ellos me tomó casi seis años: El diseño de una base de datos de información geofísica junto a las aplicaciones. Este fue alrededor de 1995, cuando el Periodo Especial, además, fue realmente bastante complicado.
“Ya después aparecieron otros no tan extensos, pero aún más desafiantes, como el que fue el sustento de mi tesis de doctorado. Este consistió en la creación de un sistema experto, un algoritmo que sustituyera a la experiencia del ser humano al recoger datos, parecido a la inteligencia artificial (IA). Así, cada vez que una persona interactuara con la máquina, esta última adquiría la experiencia del usuario y era capaz, entonces, de dar resultados interpretativos”.
– ¿Sería ese el antecedente de la inteligencia artificial en Cuba?
– No, el antecedente es de 1986. Yo trabajé en el grupo de desarrolladores de ella, desde el campo de la Geociencia.
“Se formó un equipo de profesionales del Instituto de Geofísica y Astronomía, donde yo me encontraba, en colaboración con la Universidad de Las Villas, lugar en el que se desarrollaba el proyecto. Desde esa época ya comenzaba en Cuba la inteligencia artificial.
“Mi trabajo era el pronóstico en el espacio; es decir, investigar dónde había yacimientos de petróleo. La inteligencia artificial es una buena herramienta para identificarlos, de ahí que me involucrara en el proyecto, aunque, dependiendo de la compleja realidad, es preciso emplear las herramientas correspondientes”.
– ¿Y sus investigaciones actuales?
– Actualmente estoy trabajando en el diseño de bases de datos para organizar la información del Centro de la investigación del petróleo, pues está muy dispersa, y ella incluye datos de sísmica de gravimetría, que es información fundamental para el pronóstico de diversos fenómenos.
“También me encuentro ocupado con proyectos como el dedicado al estudio de la información de pozos para identificar los reservorios y otro sobre métodos no convencionales de investigación, en el cual el Centro de Investigaciones del Petróleo está asistiendo a algunas campañas de campo, donde se están haciendo prospecciones.
“Y últimamente he estado inmerso en el proyecto de plataforma de las fronteras límites de Cuba de la plataforma insular”.
– ¿En qué consiste ese último?
– En el golfo de México existe un área marítima que no pertenece ni a Estados Unidos, ni a México, por lo que Cuba realizó la solicitud ante las autoridades competentes de extender sus fronteras marítimas a dicho lugar. Yo estoy trabajando en ese proyecto desde el año 2009, pues los trabajos de las Naciones Unidas son muy largos. Por suerte, tanto México como Estados Unidos, los países principalmente involucrados, nos aprobaron que escogiéramos la zona.
“Ello significa para Cuba contar con una mayor área oceánica; estamos hablando de aproximadamente tres kilómetros de profundidad. Además, allá existen recursos pesqueros, y puede que se hallen recursos minerales y de petróleo. Confirmar esto último es un tanto más complicado, pues el lado negativo de que haya tanta profundidad es que los recursos que se utilizan para la exploración son costosos y es prácticamente necesario tener una certeza de que hay mucho petróleo como para emplear el tiempo y dinero necesarios para buscarlo.
“Aun así, es parte de nuestra soberanía y nuestro derecho el solicitar a las Naciones Unidas ese territorio, pues todo el borde del punto hacia donde nos queremos extender cae más dentro de las fronteras cubanas que dentro de las de México o de Estados Unidos. Aunque, claro, tanto México como los Estados Unidos están haciendo sus gestiones para reclamar las otras “aguas de nadie”, pero estos son trabajos extensos y algunos países pueden llegar a demorar hasta 30 años en solamente crear los informes necesarios para comenzar los procesos legales.
“En nuestro caso, ya tenemos los documentos, lo que significa que no hay litigio. Cuba todavía iba a demorar, pero como países que debían presentar sus respectivos informes no lo hicieron porque tenían dificultades, la lista de prioridades fue rotando y finalmente el de Cuba entró.
“Por supuesto, también influyó la pandemia de COVID-19, la cual provocó (también) que muchos países se retrasaran en sus solicitudes. Sin embargo, como Cuba continuó trabajando y logró presentar toda la documentación a finales de mayo, ya fue nombrada por la Comisión de Límites como propuesta a considerar.
“Ya el proyecto está terminado. Yo trabajé en la parte técnica y en agosto de este año, nosotros (el equipo encargado del proyecto) vamos a Nueva York, Estados Unidos, para asistir a la reunión en Naciones Unidas, donde vamos a explicar la parte científica*. Aunque, claro, el proceso no sería instantáneo, aún quedaría un tiempo para que fuese aprobado si la comisión actual considera nuestra propuesta de extensión de los límites de frontera como válida”.
– Tiene usted un horario muy estricto…
– Sí, pero hago lo que me apasiona. También, en los últimos tiempos he estado muy vinculado con la docencia en línea, que es otro modelo educativo con probada efectividad. Cuando no se tiene al estudiante delante físicamente, en ocasiones sucede que se deja de comunicar a través del lenguaje no verbal, que suele ayudar a la comprensión de las materias impartidas; sin embargo, es un sacrificio que estoy dispuesto a aceptar.
“Detrás de una cámara de laptop o de un teléfono móvil puedes sentirte incómodo o inseguro, pero yo lo considero útil, productivo y una alternativa o complemento a las maneras tradicionales de transmitir conocimientos, de llevar un mensaje a los oyentes”.
La poesía es una confesión

Al observar la casa de Osvaldo, una de las cosas que más llama la atención es la abundante cantidad de títulos que posee en su librero. Nos cuenta que desde que era muy joven ha adorado leer, y que ha concluido una gran mayoría de las obras que pueden considerarse “clásicas de la literatura”.
Su pasión por los libros salta a la escritura y así, este hombre de ciencia abre tiempo a la poesía.
“Para mí, escribir es una forma muy particular de ensalzar la vida, de quejarme de ella porque para todo poeta un libro de poesía es una confesión.
“Si eres novelista, a lo mejor algún personaje que generes se parece a ti en algún sentido, pero, como en una historia intervienen varios personajes, no todos serán reflejo directo de su autor. El poeta, en cambio, habla de su intimidad, de sus creencias y pensamientos. Esta es una forma de revelar ideas muy personales y particulares de cada uno de nosotros. Es la forma que encontramos ciertas personas de exponer nuestra visión del mundo.
“Mi primer libro de poesía se publicó en Colombia en 1996; yo fui a un curso de cartografía digital, siempre mezclando la poesía y la ciencia, y allí tuve la suerte que se imprimiera rápidamente. Se preparó el libro y se hizo el lanzamiento en la embajada de Cuba en Bogotá. Ese poemario lo titulé Espacio a la esperanza”.
“El libro que compila toda mi poesía se puede encontrar a la venta en Amazon, y allí está también este primer poemario prácticamente intacto, con solo pequeñas cosas que le adapté, junto a los otros 15.
“En ese mismo libro están, además, los poemas pequeños que he hecho. Creo que entre sonetos y esos pequeños poemas está la muy modesta obra que he logrado escribir.
“Fundamentalmente, escribo casi como para mí, para hacer catarsis, aunque también de esta forma continúo enamorando desde lo cotidiano a mi esposa, porque, como decía José Martí, el amor es como una fiera que necesita alimento nuevo cada día”.
Osvaldo reconoce que generalmente no dice sus poemas de forma oral. “En la Peña que dirigí durante 12 años en la Casa de la Poesía en La Habana Vieja eran los demás autores los que decían mi poesía; yo lo hacía con la de ellos.
“Dentro de lo escrito, hay algunos sonetos que caen dentro de la poesía erótica que me gustan mucho. Escribirlos es como caminar por una cuerda floja, hay que decir las cosas bien porque puede parecer grosero si no se le da el tono lírico que lleva. Aquello que puede ser el amor más íntimo, si se dice de forma elegante, deriva en un escrito de gran belleza, únicamente hay que saberlo decir con el arte que lleva.
“En cuanto a estilo de escritura, a mí me gusta siempre resumirlo todo, Mientras una idea yo la diga con el menor número de palabras posible, entonces he logrado lo que quiero”.
Como para confirmar aquello que vengo pensando desde que comenzó la entrevista, miro a Osvaldo a los ojos y formulo una última pregunta: “¿Y cuánto le gusta a usted su trabajo?”
Él se ríe y explica: “Yo no trabajo, yo me divierto. Disfruto grandemente de estudiar, investigar y crear. Como escribió Confucio, el sabio chino, si no quieres trabajar nunca, escoge un trabajo que te guste. Este ha sido mi caso, pues me apasiona lo que hago, a pesar los sacrificios que conlleva mantenerse actualizado en los contenidos de la profesión”.
El geofísico toma como ejemplo su libro preferido, aunque “hay muchos, y es difícil decir cuál es el favorito”, para ilustrar la razón de su perseverancia y constancia en los estudios, y en la profesión.
“Yo tuve un libro que me marcó en la adolescencia, que es de Boris Polevoi y se titula Un hombre de verdad. Cuenta la historia, basada en hechos reales, de un aviador de la fuerza aérea soviética, Alexei Meresiev, quien durante la Segunda Guerra Mundial es derribado en combate desigual contra aviones cazas alemanes y tiene un aterrizaje forzoso, en el cual sufre un accidente en sus piernas.
“Después de ese trauma, tiene que arrastrarse a través de la nieve por varias semanas para alejarse de las líneas enemigas y llegar al territorio ocupado por el Ejército Rojo, lo cual logra, pero desafortunadamente deben amputarle ambas piernas y lo que debió ser un condición más que suficiente para retirarse del servicio militar activo, no fue sino una fuerza interior enardecida que le hizo regresar a pilotar aviones con el uso de prótesis, hasta que, finalmente, terminó la guerra con honores y se convirtió en un veterano muy activo que recorrió el mundo llevando un mensaje de paz.
“Él nunca se rindió, ni ante la incomprensión, la lástima o la tozudez. Es por ello que quiero pensar que llevo, simbólicamente, un poco de su sangre en mis venas, pues su determinación fue muy importante para mi carrera profesional. Puedo afirmar que la perseverancia de Meresiev me hizo convertirme en un hombre de ciencias.