Caminar por la ciudad de La Habana en horas del mediodía es tarea titánica. El calor del trópico aplasta contra el pavimento, sobre todo en aquellas vías carentes de arbolado o donde este, por su mal diseño y cuidado, se convierte más bien en obstáculo para el transeúnte
Durante años han existido problemas con la siembra, tala y atención de los árboles en los espacios citadinos, a pesar de esfuerzos como los de la arquitecta Lariza Castillo Rodríguez, quien se ha dedicado no solo al estudio de las áreas verdes urbanas, sino a diseñar un plan de reforestación coherente.
“La idea del proyecto de reforestación sale de mi propia tesis de doctorado”, contó a JT. “Estábamos buscando una solución para mejorar el arbolado público. La calle es un espacio estrecho y muy complejo, por lo que el pensamiento de cómo elegir lo mejor posible la especie es algo difícil”.
En el 500 aniversario de la capital cubana, la comisión de paisajismo decidió tomar la tesis de doctorado de la investigadora como un proyecto viable de realizar y diversos arquitectos paisajistas pasaron a integrar el grupo gubernamental asesor para el tema de las áreas verdes y a aconsejar a grupos independientes que laborarían en los trabajos de reforestación.
Lariza explica que las áreas entre las edificaciones son tan importantes para la vida del ser humano como los edificios mismos, y estos deben quedar integrados en un sistema de espacios continuos articulados entre sí.
“Se sabe que una ciudad con poca vegetación afecta la calidad de vida de sus habitantes. Aunque es difícil cuantificar esto por lo que muchas veces se le resta importancia”.
Desde su visión, la ciudad es un ecosistema construido, por lo que muchas veces no se valora la correcta reforestación tras el término de las edificaciones. Sin embargo, resulta indispensable la incorporación de elementos controladores del clima, como plantas que mejoren la acción de las brisas, proyecten sombra y refresquen el ambiente.
Pero no se trata de incorporar cualquier especie de planta, sino árboles; las palmas o arbustos no brindan los beneficios que la ciudad necesita, según la experta .
“Un problema para conseguir esto es que en Cuba casi no se siembran árboles en los viveros, los pocos que se producen se dan de forma asexual y no por semilla. La reproducción a través de semillas hace que la planta desarrolle una raíz principal que permite que se agarre más en el suelo resistiendo mejor los ciclones”.
A la par, explica, existe un gran desconocimiento sobre especies nativas, que estén adaptadas a las circunstancias de sequía, huracanes, fuertes lluvias y calor existentes en el país. Con su investigación se identificaron las mejores especies para las condiciones de Cuba.
“Un árbol excelente es el ocuje”, comenta. “Es el que está sembrado a lo largo de la calle 23 en el Vedado. Esta especie necesita 1,5 metros de ancho en un cantero, por lo que si el espacio es menor se debe plantar otra especie que no dañe la infraestructura de la ciudad”.
“Para la producción de árboles en vivero nos aliamos con viveristas, reforestadores independientes y el Proyecto Forestal Habana. Este último tiene un presupuesto internacional aprobado, por lo que ya contaba con algunos ejemplares de árboles más grandes cuando se inició el proyecto”.
Uno de los factores que acrecienta la escasez de árboles, es que su siembra no le resulta económicamente rentables para las personas deciden hacerlo. Mientras una pequeña planta ornamental puede en unas pocas semanas o meses ser vendida, un árbol se demora años para poder ser plantado. Esto hace que para los agricultores no sea atractivo.
Pero además de la falta de plántulas de árboles en los viveros, hay otros problemas que inciden en el arbolado de la ciudad.
Las áreas verdes en Cuba muchas veces son vistas solo en su dimensión hedonista y no se toman en cuenta los beneficios que pueden aportar a la vida en la ciudad. Algo parecido pasa a la hora de valorar el diseño de esos espacios arbolados.
“Cualquiera pone cualquier planta en donde desea, no existe un código que lo regule”, lamenta Lariza. “La ley dice que no puedes cortar ni podar, pero no dice qué debes plantar, por lo que un árbol mal plantado puede generar grandes problemas. Si bien Comunales, ETECSA o la Empresa eléctrica se dedican a la poda de los árboles, no existe una institución responsable del verde urbano”.
Castillo ilustra que en el área sur de la ciudad hay grandes parques y bosques, pero que, en el norte, más densamente poblado, el arbolado es extremadamente deficiente. “En algunas zonas, como Centro Habana, prácticamente no hay árboles. Realmente las aceras son estrechas y con portales, pero se podrían crear vías peatonales con algunos en el centro”, agrega.
La poda, por su parte, se debe realizar en la temporada seca, que es la etapa recesiva de la planta. En nuestro país se realiza durante la temporada ciclónica, que es periodo húmedo, en el que el árbol está en crecimiento. “Debería planificarse la poda durante el periodo seco, para que en la temporada húmeda el árbol pueda crecer y no se afecte en caso de tormentas”.
“En Cuba deberían atenderse mejor los árboles: planificar las podas, el regado durante la seca, el abono de la tierra, control fitosanitario y limpiar las hojas. El hollín del transporte hace que sea más difícil para las plantas realizar la fotosíntesis”.
A todo ello habría que añadir el déficit de jardineros. En 1976 cerró la escuela Rosalía Abreu, donde se preparaban especialistas en jardinería. Desde entonces, la formación es autodidacta, con todas las limitaciones que esto genera.
“Debemos crear conciencia en la población de la importancia del arbolado urbano. Se deben crear leyes que regulen responsabilidades sobre las áreas verdes urbanas, no solo del cuidado, sino de todo el proceso relacionado con las áreas verdes de la ciudad”.
Escoger la especie adecuada evita que el árbol rompa la infraestructura pública. (Foto: Manuel Alejandro Saiz Moya)
Esta pasión de Lariza Castillo Rodríguez por los espacios verdes y floridos viene desde su infancia en los campos de la provincia más occidental de Cuaba.
“Yo soy guajira de Pinar del Río y siempre me ha gustado la naturaleza. Cuando entré en la carrera, los varones del cuarto al frente del mío en la beca estudiaban una optativa de paisajismo. Me llamó mucho la atención ver los planos de los espacios verdes. Me pareció increíble que se mezclara algo que me gustaba tanto como era la naturaleza con la arquitectura.
“Coincidentemente era alumna ayudante de ese profesor en la asignatura de dibujo. Pasé esa optativa, hice mi tesis de grado en ese tema, luego impartí docencia y he dedicado mi vida profesional a eso, incluso hice mi doctorado en paisajismo. Esta es la forma que hay hoy día para formar paisajistas”.
Aún queda un largo camino por recorrer en el proceso de reforestación de La Habana, pero el interés y la investigación son al menos una esperanza.