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Desde las cavernas llega una expo

Igor Guilarte Fong
10 septiembre 2023 | 0 |
Arte rupestre en La Habana

Se reporta la llegada de indios al corazón de La Habana. Los ha traído Hilario Carmenate Rodríguez, el “retratista” sempiterno y silencioso de los aborígenes cubanos; defensor febril de un mundo perdido, hermético y misterioso, que ahora viene a descubrirse –un poco como él mismo– desde la sombra a la luz, en esa ventana al pasado remoto que deviene la Galería Guayza, en el Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad.

En “Nuestros primeros pintores”, nombre de la recién inaugurada muestra visual que tuvo la curadoría y montaje de Carlos Andrés García, más que un acercamiento a pictogramas, petroglifos y otros signos de rara naturaleza, están ensambladas la vida y la obra de Carmenate. Es el resumen de una trayectoria de casi seis décadas delineada por hallazgos fascinantes y sacrificios personales que entrañan un hito en las exploraciones geográficas e históricas de la región occidental, fundamentalmente.

“Son dibujos realizados por una persona que no disponía de cámara fotográfica y que, en condiciones difíciles de peligrosidad, oscuridad, humedad, propias del interior de una cueva, asumió graficar línea por línea lo que veía en las paredes. Gracias a esa extraordinaria labor hoy se preserva al menos las imágenes de pinturas aborígenes ya desaparecidas o conocemos sobre el uso de técnicas que incluso son reportadas como únicas en el Caribe. Es uno de los profesionales que más aportes y descubrimientos ha hecho en ese aspecto, y aunque quizás su obra sea poco comprendida o subvalorada por expertos de artes, en esencia se trata de un artista sui géneris; una enciclopedia viva”, comenta a JT el arquéologo Marcos Acosta, especialista del Gabinete, quien en palabras elogiosas tuvo a cargo la apertura de la exposición.

Para Hilario Carmenate es asunto serio la preservación del arte rupestre: “la mayoría está a punto de desaparecer, el tiempo se acaba”, alerta con pesar. (Crédito: Dunia Álvarez Palacios)

Asimismo, como parte del programa, el investigador del Instituto Cubano de Antropología, doctor Gerardo Izquierdo, dio paso a la proyección del documental “Viaje a las Cuevas del Pan de Guajaibón”, del también experimentado realizador Carlos Andrés García y correspondiente al proyecto científico-cultural Arcano Aborigen.

De la pródiga mano de Carmenate, dualidad de traductor y cicerone, los indios emergieron de sus galerías remotas y pudieron transmitir su ancestral mensaje a la concurrencia allí presente, en medio de tanta amarillez –por el sol resplandeciente y los papeles en sepia–, en un encuentro generacional que acortó siglos de distancia espacial, comunicológica e interpretativa.

Líneas rectas, curvas, sencillas, dobles, entrecruzadas, perpendiculares, paralelas, espirales; puntos, cruces, círculos, óvalos; figuras geométricas o zoomorfas; símbolos, figuraciones, motivos abstractos; principalmente con los tintes originales: el negro y el rojo, aparecen reproducidas en el centenar de tarjetas las anotaciones de campo que el explorador esbozara en la Gran Caverna de Santo Tomás, las cuevas de la Mina, de la Espiral, de los Petroglifos, del Cura, de los Círculos, del Obispo y así hasta sumar varias decenas, sobre todo en estaciones arqueológicas de Pinar del Río y Artemisa.

Apelando a sus habilidades de artista plástico se dedicó a rescatar gráficamente la huella aborigen en diversas estaciones arqueológicas. (Crédito: Igor Guilarte)

La virtud y el valor del conjunto resultan inobjetables. Son bocetos finos y humanos. Hay mucho de “colorido” en esos grafitis mustios, de “lumínico” en esos pasajes opacos, de “voces” en ese eco recóndito. Los paisajes pintorescos, personajes propios y elementos inexplotados de los aborígenes cobran dimensión en esos cuadros en miniatura. Es evidente que el talentoso autor trató de reproducir fielmente todo el vigor, espíritu, lo sagrado, auténtico y sobrenatural de aquellas primitivas formas de comunicación. Pero lo más trascendental: los ha salvado de una desaparición irremediable.

De inconfundible alma guajira y temperamental, Hilario es un viejito menudo y coqueto, de calvicie anchurosa y frondosa barba de canas como un Sócrates redivivo; ojos de quien ha visto un mundo de cosas y mantiene vivaz la chispa del muchacho aventurero; sobrio en palabras, pero espléndido en sentimiento y erudiciones. Aunque se graduó de Artes Plásticas en 1967, ha dedicado su vida a la espeleología, y particularmente dentro de esta, a rastrear y proteger el arte rupestre.

 Los bocetos y apuntes despiertan el asombro. (Crédito: Dunia Álvarez Palacios)

“Estas son fichas de mi cuaderno de campo, donde dibujaba lo que hallaba en las cuevas. En algún momento eso despertó la curiosidad de especialistas, pues dijeron que en algunos casos mis anotaciones reflejaban ciertos detalles muy difíciles de percibir a simple vista y que requerían de medios técnicos. Hoy tenemos esta exposición que agradezco mucho y espero que sea útil para insistir en la necesidad de promover estudios y cuidados del arte rupestre”, nos confiesa con humildad.

“Lamentablemente se está perdiendo la nitidez de esos vestigios, otros sitios se han perdido ya, por lo que si no actuamos a tiempo y se priorizan proyectos de ese tipo se va a seguir perdiendo la obra de quienes fueron nuestros primeros pintores y habitantes de Cuba. Hay que hacer todo lo posible por efectuar más expediciones y que las instituciones responsables brinden mayor apoyo, pues esta labor demanda recursos. No puede ser solo fruto de la iniciativa y del esfuerzo individuales de quienes por vocación somos apasionados de la espeleología o la arqueología, sino que debe ser entendido como un patrimonio cultural de la nación, y por supuesto pertenece a todos”, acentúa el tono, mientras se le frunce el ceño y surge el gesto mohíno que se pone cuando algo de trasfondo no te acaba de convencer.

Hilario Carmenate aún tiene brújula: “queda mucho más por descubrir que lo conocido hasta ahora”, afirma convencido; y convoca sin cansancio. Conservar el material hallado en un gran soporte visual o digital, una especie de archivo nacional del arte rupestre, ha sido desde hace tiempo su obsesión, es decir, su anhelo. Quizás una manera de que tanto esfuerzo valga la pena. Es un precursor de quimeras.

Momento en que era inaugurada la muestra visual. (Crédito: Perfil de Facebook del Gabinete de Arqueología)

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